Carta desde la Sierra Tarahumara: A la presidenta, a los grupos armados y a la sociedad
Carta-homilía del P. Enrique Urzúa Romero ante la violencia que se vive en la Diócesis de Tarahumara, en Chihuahua.
A continuación se presenta una carta redactada por el padre Enrique Urzúa Romero, en respuesta a la violencia que se vive en la Diócesis de Tarahumara, en el estado de Chihuahua. El sacerdote compartió esta reflexión durante una de sus homilías:
Deseo que estas palabras las lean o las escuchen, la señora gobernadora del Estado y la presidenta de la República.
Hablo como pastor que camina con una comunidad lastimada desde hace mucho tiempo por la violencia y sus consecuencias. No es la primera vez que hablo y quisiera no hacerlo, pero el temor que veo en mi gente, sus lágrimas, las lágrimas de los padres, esposas, hermanos que han sepultado a un ser querido a causa de tanta violencia y animado por las palabras del Evangelio me obliga a hacerlo una vez más. Hoy el Señor nos dice: ámense los unos a los otros y en esto conocerán que son discípulos míos.
Amarse los unos a los otros consiste en dar la vida por los demás, buscar la vida de los que se ama o de los que el Señor ha puesto en nuestras manos.
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Unámonos para frenar la violencia y lograr la paz
Hoy 18 de mayo, esta comunidad de fe, nos encontramos con la incertidumbre y la confusión.
El pasado 15 de mayo, habiéndonos dispuesto para celebrar la fiesta de San Isidro Labrador, queriendo encomendarnos a Dios y pedir su auxilio ante la terrible sequía que estamos viviendo en toda la sierra, queriendo pedir perdón por el daño que le hemos hecho a nuestra madre tierra talando clandestinamente de manera desproporcional los bosques y ahogados por tantos incendios que hacen que este lugar bello en el que Dios nos ha puesto, gima de dolor por el sufrimiento que se le causa y por la indiferencia de quienes tienen la posibilidad de parar este crimen y no lo hacen.
En este contexto a medio día fuimos sorprendidos por una balacera en pleno centro del pueblo, cerca de la plaza “La esperanza”, que ironía, en este lugar en el que hemos orado por la paz y en el que este pueblo se ha reunido muchas veces a convivir y ser comunidad, es testigo de los gritos de las armas.
En la noche mientras en varios lugares del pueblo, los maestros festejaban su día y otros nos disponíamos a cenar, fuimos interrumpidos no precisamente por la lluvia que tanto anhelamos, sino por una lluvia de balas por una calle y por otra, los minutos se hicieron horas y la hora una eternidad sin saber qué estaba pasando en nuestro pueblo. Todos a expensas de quienes tienen las armas en sus manos.
En los días que han transcurrido de estos lamentables hechos, pese a los manifiestos que se han hecho por parte de la Iglesia y de las mismas autoridades municipales, desde el gobierno, se han minimizado los hechos, al grado de manifestar irónicamente: “no tengan miedo, solo son balas al aire”, se ha dicho que tampoco fue un enfrentamiento y que no hay muertos, ni heridos. Al reunirme con mi consejo parroquial ayer y con otros grupos he escuchado los testimonios de lo que poco a poco nos vamos enterando y el día de ayer me ha dicho la gente en respuesta a las declaraciones de las autoridades; “hay que decirles <>”. Gente detenida, amedrentada, etc.
A la gobernadora del Estado, la maestra Maru Campos y la presidenta de la república la Dra. Claudia Sheimbaum, quiero decirles con el debido respeto: que valoramos su trabajo y lo que hacen en favor de la seguridad, no es menor el servicio que prestan al pueblo que les eligió, sin embargo, esta comunidad necesita de acciones contundentes de ustedes, esta comunidad que padece la violencia desde hace años y que ve el flagelo de otras más alejadas, tomadas por el crimen organizado, estamos convencidos que sin su apoyo y su trabajo coordinado, no será posible garantizar la paz de nuestros pueblos. Mucho menos cuando se minimizan los hechos. Pedimos la presencia permanente de las fuerzas de seguridad, pero presencia efectiva, no solamente viviendo u hospedándose aquí, si no garantizando la paz y la tranquilidad a la población.
Gobernadora, Presidenta, vivimos en una comunidad donde las familias, maestros, comunidades religiosas ya tenemos protocolos a seguir cuando estemos en medio de un enfrentamiento. Quisiera invitarles a sopesar lo que eso significa en la experiencia de la comunidad, el temor en el que vivimos y la lucha por la supervivencia.
Es muy triste saber y presenciar que la libertad y la alegría que vivimos en nuestra niñez quienes hoy somos adultos, lamentablemente no la puedan experimentar, ni se la imaginen nuestros niños, por el contrario, van imaginando el mundo en el que ellos están viviendo, siendo el día de mañana protagonistas de este. Hay lenguaje violento en nuestros niños, hay desesperanza y que decir de los papás, temor e incertidumbre por no poder garantizarles un mundo más amable.
A quienes son parte de los grupos armados, también me dirijo a ustedes como ya lo he hecho en otras ocasiones: Estoy seguro que la mayoría de ustedes, son bautizados, somos hermanos, hijos del mismo Padre, tengan la valentía no de disparar un arma, tengan la valentía de dejarla, pues el dolor que le causan a una persona que no conocen, es el mismo dolor que le causan a sus padres, a su familia.
El Señor que es el dador de la vida, les ofrece otra experiencia, no de unos días, meses o unos cuantos años, si no de una vida plena. Les hablo con el corazón, no más muerte, no más dolor.
¡Amémonos los unos a los otros!