¿Quién fue Pier Giorgio Frassati, el beato alpinista que pronto será santo?
Una vida dedicada a la caridad y gastada en el servicio a los más pobres caracterizará al jovencito italiano Piergiorgio. Su primer milagro: la conversión de su padre tras una impactante partida que desnudó un profundo amor a Dios.
Pier Giorgio nació en Turín en 1901, dentro de una familia acomodada. Su padre era un periodista de renombre, dueño del diario La Stampa y también político; su madre, una pintora reconocida.
A pesar de crecer rodeado de lujos y de un ambiente social refinado, Pier Giorgio nunca se sintió del todo cómodo con las excentricidades de esa vida elitesca, donde la fe parecía más una moda que una verdadera necesidad.
¿Quién fue Pier Giorgio Frassati?
Tuvo una hermana menor, Luciana, apenas un año más joven, con quien desarrolló una relación de gran confianza. A ella le revelaría, con el paso del tiempo, la distancia que comenzaba a marcarse entre él y sus padres, debido al estilo de vida que mantenían en casa.
Las cosas en casa no iban mal, pero tampoco eran del todo plenas. Pier Giorgio no brillaba en lo académico, aunque consiguió terminar el bachillerato bajo la guía de los jesuitas en el Instituto Social.
Cuando llegó la hora de elegir una carrera universitaria, optó por Ingeniería Mecánica, una disciplina exigente que llamó su atención por razones más profundas de lo que cualquiera sospechaba. Para su padre fue un alivio: al fin el muchacho estudiaría “algo serio”. Sin embargo, Pier Giorgio guardaba un motivo personal que prefería mantener en silencio. Su verdadero interés estaba en la rama minera.
No era una elección fortuita: él veía en esa especialidad una oportunidad concreta de ayudar a los mineros, hombres con los que comenzó a estrechar lazos y cuya vida descubrió marcada por la explotación y el sufrimiento.
Su padre, en cambio, no entendía esas amistades ni las soportaba. Más aún, le irritaba ver a su hijo perder —según él— el tiempo en interminables “vagabundeos” por la ciudad, acompañado de gente que no estaba a “su altura social”.
¿Qué hizo Pier Giorgio Frassati?
En secreto, Pier Giorgio emprendía pequeñas grandes obras de caridad. Conmovido por las carencias en las zonas más vulnerables de Turín, no podía ignorar el marcado contraste con los lujos de su propia casa.
Los roces con su padre eran frecuentes, tanto como los desencuentros provocados por sus estilos de vida tan distintos. La humildad y sencillez del joven chocaban con el orgullo de don Alfredo, siempre atento a mantener intacta su imagen social.
Paradójicamente, Dios usaría esa complicada relación como base para formar a un futuro santo.
Impulsado por los conflictos familiares y animado por la alegría que encontraba en ayudar, Pier comenzó a acercarse a diversas asociaciones católicas de laicos. Al principio lo hacía casi por excusa; pronto, sin embargo, la búsqueda de Dios y su amor apasionado por la caridad se convirtieron en su verdadera motivación.
En efecto, Pier Giorgio se integró a la Conferencia de San Vicente, participó en la Acción Católica y formó parte de la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI). Amaba ser enviado a servir a quienes más necesitaban ayuda.
Con el tiempo, su pasión por la acción social creció de manera imparable. Dentro de la Iglesia, esto se tradujo en un ejercicio constante y silencioso de la caridad, acompañado de una práctica sacramental devota y un profundo amor por la Eucaristía.
Dios le concedió madurez emocional y un corazón generoso que respondía con humildad y silencio a los constantes reproches de su padre, quien desconocía el alcance de las acciones caritativas a las que Pier dedicaba su vida.
Frente a los insultos mostraba serenidad; ante las exigencias, obediencia; frente a los reclamos injustos, silencio, respeto y esa sutil sonrisa que emanaba de su alegría interior. No en vano, más tarde sería recordado como un joven amable con una “alegría avasalladora”.
Su entrega social era extraordinaria y, a veces, incomprendida. Sus compañeros lo miraban con recelo o incluso se burlaban de él, sorprendidos por el tiempo que dedicaba a las zonas más pobres de Turín. Gustaba de visitar a trabajadores explotados, ayudar a los más necesitados y asumir la responsabilidad de aliviar el abandono de su ciudad.
No se trataba de visitas superficiales. Su compromiso era tal que quienes le conocían, en tono de broma, comenzaron a llamarlo “Transporte Frassati”, por la cantidad de bienes y recursos que llevaba cada vez que podía.
Pier Giorgio destinaba todos sus esfuerzos, tanto físicos como económicos, a suplir las carencias de los necesitados, y al mismo tiempo compartía con ellos momentos de oración y compañía. Su vida era una mezcla de servicio y devoción, de acción y fe.
Se empobreció por atender a los pobres
Pier Giorgio lucía desaliñado, algo que enfurecía a sus padres. Lo que ellos no sabían era que la mesada, cada vez más reducida, la destinaba a comprar todo tipo de cosas para sus amigos de las periferias.
Así, “Transporte Frassati” les proveía literalmente de todo. Además de hablarles de Dios, les llevaba comida, carbón, madera e incluso muebles. En los pobres y explotados gastaba no solo su tiempo, sino también el dinero que sus padres creían que usaba en ropa y lujos para mantener el estilo de la familia.
A Pier le encantaba compartir con ellos, pero también amaba el deporte y la vida al aire libre. Disfrutaba de los paseos a la montaña y destacó en el alpinismo. Sabía sonreír incluso en las dificultades y renuncias, como la de Laura Hidalgo, la joven que creyó haber conquistado su corazón. Por amor a la verdad y para no causar problemas en su familia, decidió despedirse de ella.
“Se separó para no causarle a ella una falsa ilusión y, luego, para no dar a su familia otro disgusto, ya que esta inteligentísima y bella chica pertenecía a una clase social mucho más baja”, publicó Vatican News.
Dios lo compensó con virtudes heroicas: una caridad excepcional, humildad y una profunda alegría interior aun en medio de pruebas familiares y afectivas.
Fundó la “Compañía de los Chicos Fastidiosos”
Con amor fraterno, Pier fundó la “Compañía de los Chicos Fastidiosos”, donde le apodaban Robespierre. A través de bromas y paseos, el grupo compartía tiempo juntos y fortalecía sus lazos, unidos por el amor a Dios, la fe y la devoción a los sacramentos y la oración.
El 30 de junio de 1925, la frágil salud de su abuela Linda provocó un cambio en la familia. La preocupación por ella hizo que pasaran por alto la falta de apetito de Pier y sus dolores de cabeza, considerados menores. Apenas unos días después, el vivaz joven no pudo levantarse de la cama.
La partida de Pier Giorgio Frassati
Algo grave ocurrió aquel día en la casa de los Frassati, y la tristeza se adueñó del hogar. Una poliomielitis fulminante apagó la sonrisa de Pier Giorgio y puso fin a su vida. Era el 4 de julio: el joven tenía apenas 24 años.
Ríos de gente acudieron a su funeral, tantos que los testimonios y las lágrimas quebraron el corazón de su padre. Eran pobres, muchos, demasiados; venían de todas partes de Turín, de las periferias, y también amigos que jamás habían cruzado la puerta de la casa familiar.
Eran los beneficiarios de “Transporte Frassati”, dolidos por la partida inesperada de su amigo. Llegaron a rezar por él, a dar gracias por su nobleza, su humildad y su alegría.
“¡No conocí a mi hijo!”, diría don Alfredo entre lágrimas, recordando al joven al que tantas veces llamó vago e inútil. Ese dolor le marcaría de por vida y, según muchos, sería el inicio de su propia conversión, considerada el primer milagro del joven beato italiano.
¿Cuál fue el “primer milagro” de Pier Giorgio Frassati?
Alfredo Frassati se quedó muy deprimido y no halló un consuelo pues comprendió muy tarde quién había sido realmente su hijo. Piergiorgio le había dejado un vacío grande; sin embargo, lentamente ese vacío se fue llenando con una nueva luz que venía de la Palabra de Dios. Alfredo se fue acercando a la fe y su esperanza y su caridad maduraron día con día hasta el final de su vida. Murió en 1961 después de una progresiva conversión.