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El Card. Rivera agradece a los diáconos su servicio a la Iglesia

Carlos Villa Roiz Con motivo de la fiesta de san Lorenzo Mártir, que la Iglesia celebra el 10 de agosto, un numeroso grupo de diáconos permanentes acudió el pasado domingo a la Misa que preside el cardenal Norberto Rivera Carrera en la Catedral de México. Durante la celebración, el Arzobispo de México agradeció su presencia […]

Carlos Villa Roiz
Con motivo de la fiesta de san Lorenzo Mártir, que la Iglesia celebra el 10 de agosto, un numeroso grupo de diáconos permanentes acudió el pasado domingo a la Misa que preside el cardenal Norberto Rivera Carrera en la Catedral de México.
Durante la celebración, el Arzobispo de México agradeció su presencia y servicio a la Iglesia, y al término de la Eucaristía se reunió con ellos en el Altar Mayor de la Catedral. Ahí, el P. Sergio Román del Real, encargado de la formación del Diaconado Permanente en la Arquidiócesis de México, explicó que “desde hace 30 años se han ordenado en la Arquidiócesis más de 230 diáconos permanentes, de los cuales aún siguen en activo unos 170, porque algunos han fallecido o han cambiado su lugar de residencia a otros países, donde incluso prestan sus servicios en las parroquias”.
El P. Sergio Román consideró que “esta experiencia ha sido muy positiva, pues antes era poco conocida la figura del diácono en la Arquidiócesis de México, pero actualmente cada año se ordenan en esta Iglesia particular en promedio 10 u 11 diáconos, que llevan una formación continua y rigurosa de 4 años”.
Recordó que a los candidatos se les pide que sean mayores de 35 años y que para el momento en el que se ordenen tengan por lo menos 15 años de casados. “El tope en la edad son los 57 años para que, cuando se ordenen, tengan los 60 años cumplidos. Además de que es necesario que los aspirantes hayan ejercido el apostolado en alguna parroquia por lo menos cinco años, y que hayan cursado satisfactoriamente el bachillerato”.
Cabe recordar que los diáconos permanentes que prestan sus servicios en las parroquias pueden bautizar, celebrar matrimonios y realizar obras de caridad, pero no pueden confesar, consagrar el Pan y el Vino, ni confirmar.