Monseñor Frisina dirige la Misa homenaje a la Virgen de Guadalupe por la paz. Foto: INBG
Por primera vez, la Basílica de Guadalupe fue escenario de la Misa por la Paz y la Fraternidad de Todos los Pueblos en Honor a la Virgen de Guadalupe, una Misa homenaje compuesta por Monseñor Marco Frisina, considerado como el mejor músico liturgista del Vaticano y del mundo. La celebración litúrgica fue presidida por el Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México.
La composición, escrita por Monseñor Frisina, y en plena fidelidad al Misal Romano, expresó un profundo sentido personal, espiritual y misional que reunió a 140 voces y 40 músicos de reconocidas agrupaciones corales, entre ellas el Coro de la Orquesta de Cámara de Minería, el Coro de la Basílica de Guadalupe, el Coro de Infantes de la Catedral Metropolitana, el Coro de Infantes de la Basílica de Guadalupe, el Coro de los Cenzontles del Tepeyac, el Coro Aurora y el Coro de Música Sagrada de Guadalajara.
Antes de iniciar la Liturgia de la Palabra, Monseñor Frisina expresó “Virgen María de Guadalupe, Reina de la paz. A ti ofrezco humildemente la música de esta Misa, escrita en tu honor y para la gloria de la Santa Trinidad. Intercede ante el Señor y concede la paz al mundo. Tú que eres madre de los pobres y de los que sufren, a ti nos confiamos”, dijo.
En entrevista con Desde la fe, Monseñor Frisina explicó que el objetivo primordial de esta Misa homenaje fue pedir por la paz del mundo y la fraternidad entre los pueblos, en un tiempo que él mismo describe como “una hora muy tenebrosa”, marcada por la guerra, la incomprensión y la violencia. “Queremos pedir a la Virgen que done la paz al mundo”, expresó.
Por ello quiso incluir a san Juan Diego en el ofertorio, para que “cantara” con toda la asamblea el Ave María en náhuatl, rindiendo homenaje no solo a él, sino a todos los pueblos indígenas y a quienes no hablan español, recordando que el náhuatl es la lengua de sus raíces y de su encuentro con la Virgen.
Comentó que ha compuesto “muchas obras para la Virgen María”, pero fue la primera Misa dedicada a la Virgen de Guadalupe, una experiencia que calificó como profundamente conmovedora y universal.
El compositor de Anima Christi explicó que la Misa comenzó con una antífona de entrada inspirada en el pasaje bíblico de la “mujer vestida de sol”. Fue una pieza “gloriosa, como una danza llena de alabanzas”, que describía al pueblo mirando a la Reina del Cielo con la luna bajo sus pies.
Después se interpretó el Kyrie, Gloria y el ofertorio, un momento especialmente emotivo de la Misa, pues el Ave María se cantó en castellano, mientras el tenor Alan Pingarrón incorporó unas breves frases en náhuatl durante la segunda repetición del “Ave María”, generando un sutil contrapunto con el coro en español. Frisina destacó que esta intervención buscaba rememorar cómo la Virgen se comunicó con Juan Diego en su propio idioma, manteniendo la sencillez y profundidad espiritual de la tradición guadalupana.
Para esta parte de la Misa, el compositor italiano integró instrumentos musicales prehispánicos que evocaron la espiritualidad de los pueblos originarios, colocados en la intervención del tenor: el huehuetl y el teponaztli, que marcan el ritmo ceremonial; las sonajas y los silbatos, que evocan la naturaleza; y el caracol, cuyo sonido profundo anuncia el inicio del canto y simboliza la voz que une el cielo y la tierra.
La obra fue compuesta con sencillez, para que el pueblo pueda participar. “Los estribillos son para todos los pueblos”, comentó Frisina.
Además, destacó que los niños interpretaron los cantos más importantes, pues son “la voz de los ángeles, la voz de la inocencia”. Su participación representó la pureza del corazón que mejor puede alabar a Dios.
El momento final fue una súplica a la Virgen María por la paz del mundo, acompañada nuevamente por el coro de niños. Con esta Misa, el músico y compositor italiano cumplió su deseo más profundo: ofrecer a la Virgen de Guadalupe un canto de amor que une culturas, lenguas y corazones en una sola oración por la paz.
Para componer esta Misa, Monseñor Marco Frisina respetó íntegramente las partes inmutables del rito y se centró en crear o adaptar la música para aquellas secciones que pueden variar. Su trabajo se basó en los textos sagrados y en el calendario litúrgico, con el propósito de favorecer la oración y la participación activa de la asamblea.
La Misa católica se divide en dos secciones musicales principales: el Ordinario y el Propio.
El Ordinario de la Misa comprende las partes fijas cuyos textos no cambian, aunque pueden tener distintos arreglos musicales. Un compositor puede crear una “misa” completa al musicalizar las siguientes secciones:
El Propio de la Misa, en cambio, reúne las partes cuyos textos cambian según la festividad o el tiempo litúrgico, como la Cuaresma, la Pascua o el Adviento. Entre ellas se encuentran:
Cada elemento musical, explicó Monseñor Frisina, fue pensado para hacer partícipe al pueblo y expresar la devoción a la Virgen de Guadalupe, manteniendo la solemnidad litúrgica y la cercanía pastoral que distinguen su obra.
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