Conociendo al Arzobispo de México: Un gran amigo, un gran conversador
Marilú Esponda El padre Manuel Corral, que fue su colaborador cercano durante los años que estuvo en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), cuenta que en el año 2008, siendo Don Carlos Aquir presidente de este organismo, un grupo de personas buscaron perjudicarlo: “Yo era el Secretario de Relaciones Públicas –explica–, y me utilizaron […]
Marilú Esponda
El padre Manuel Corral, que fue su colaborador cercano durante los años que estuvo en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), cuenta que en el año 2008, siendo Don Carlos Aquir presidente de este organismo, un grupo de personas buscaron perjudicarlo:
“Yo era el Secretario de Relaciones Públicas –explica–, y me utilizaron para desprestigiar su imagen. En mi ingenuidad, fui utilizado para golpearlo. Se me culpó de algo que no hice. Don Carlos tenía dos opciones: decirme: ‘gracias, hasta aquí llegó tu labor conmigo’. Y la otra era aclarar y dejarme en el puesto donde estaba. Ante eso, él dijo: ‘Manuel, estamos en esto juntos, la libraremos juntos’. Para mí fue muy confortable, porque en esto se ve su confianza, su apoyo, su lealtad al no dejarte cuando estás en las cuerdas, sino rescatarte y decir: ‘vamos a salir juntos de este embrollo’. Así fue. Al final salió la verdad. Es un ejemplo de la entereza, la honestidad, la lealtad y la amistad de Don Carlos”.
Por su parte, monseñor Víctor René Rodríguez afirma que con sus colaboradores siempre delega, inspira confianza y espera resultados. “Antes de la visita del Papa Benedicto XVI –refiere–, en el 2012, siendo el Presidente de la CEM, durante un momento crítico de la preparación, le pregunté cómo tenía que proceder ante tal circunstancia. Él me contestó: ‘Tienes experiencia, tienes capacidad, tú decide y yo te apoyo. Destaca su capacidad de diálogo; pero ante todo, su buena capacidad de escucha. Normalmente, cuando se le pregunta algo, responde con opciones muy luminosas, suele ver las cosas desde ángulos que son difíciles de visualizar”.
Eduardo Pisa, colaborador cercano de Don Carlos en los últimos años, confirma esta característica de unidad: “Crea comunión, no descarta a nadie, conoce a las personas y sabe trabajar con lo bueno de cada una”.
“He tenido oportunidad de compartir y debatir entre amigos, en mesas en las que destaca por ser un gran conversador, de pensamiento vigente, actualizado en información, una mente lúcida y aguda, que revela a un hombre que es sabedor de la gran misión que le ha sido encomendada”, comenta el empresario y político José Antonio González Fernández.
Es muy sereno al tomar decisiones: “Cuando empecé a trabajar con él, en el año 2006 –relata monseñor Jorge Cuapio– siendo Vicario de Pastoral de la Diócesis de Texcoco, le dije: ‘Señor, ¿podemos organizar los encuentros con los padres?’. Me dijo: ‘Vamos a organizar. Primero en mi agenda están los asuntos de la Santa Sede. En segundo lugar, los del CELAM, luego los de la CEM y los de la Diócesis. Así nunca voy a tener compromisos duplicados ni voy a quedar mal con nadie’. Él es muy previsor, y por eso puede atender todos los asuntos. Cuando asume situaciones muy difíciles, prefiere no resolverlas inmediatamente, para orarlas, para ver el mejor camino, tanto para la persona como para la Diócesis. Y cuando toma una decisión es muy firme, no titubea”.
“Tras el ejercicio –concluye el actual Obispo Auxiliar de Tlalnepantla–, aparecía en la capilla para hacer la oración en comunidad, y después la Eucaristía. “Hacíamos una oración apacible y litúrgica, vivida con mucha paciencia. En la oración de la mañana tenía presente a las personas con quienes iba a tratar asuntos, encuentros, reuniones, y muchas veces las mencionaba en voz alta”, señala el actual Obispo Auxiliar de Tlalnepantla.
“Conocí a monseñor Aguiar Retes hace unos 13 años –refiere la periodista María Yáñez–, cuando fue Secretario General de la CEM; en ese entonces, eran mis inicios como reportera de Notimex y titular de la fuente religiosa. Monseñor Aguiar se convirtió en mi principal fuente, siempre fue generoso, amable; un encuentro con él era una cátedra de historia de la Iglesia, pero sobre todo, de sencillez y de humildad. Siempre me respondió el teléfono ante cualquier pregunta o encomienda del medio”, asegura.
El padre Mauro Daniel García, quien ha vivido con él durante 7 años, concuerda: “Es una persona muy cercana, muy familiar, que se acerca y rompe el hielo. Te hace sentir en casa e importante. Se aprende el nombre de todos y siempre te habla por el tuyo, es muy atento. Nunca lo he visto enojado o alterado. Lo he visto en situaciones difíciles, pero es una persona que sabe dominarse, que siempre escucha y responde con una serenidad aplastante”.
Monseñor Jorge Cuapio agrega que Don Carlos nunca violenta a nadie, no le interesa mandar; más bien busca que la opción sea una convicción, no una orden: “No es un hombre autoritario; sin embargo, es un hombre de mucha autoridad: primero, de una autoridad moral muy grande, muy firme, pero no impone, sino dialoga y propone, buscando que el otro tenga claridad de que se le propone algo bueno”, asegura el Obispo Auxiliar de Tlalnepantla.
Ha habido casos de sacerdotes que se le han opuesto abiertamente o le contradicen de manera pública; sin embargo, Don Carlos no reacciona como si hubiese recibido una ofensa, sino que sabe respetar la opinión contraria. Algún día le preguntaron:
–¿Por qué guarda tanta paz si lo contradicen?
–Porque me doy cuenta de que no he sabido comunicar bien las cosas. Si el otro se opone, es porque no estoy explicando las cosas de manera que pueda comprenderlas como algo bueno.
Tomado del libro: Una Iglesia para soñar