Venezuela, Mons. Moronta: necesario tomar conciencia de la gravedad del problema
En entrevista con Vatican News, el primer vicepresidente de la CEV habla del encuentro mantenido con el Papa Francisco, del fenómeno migratorio, de la solidaridad de los países de acogida, las esperanzas puestas en el actuar de la comunidad internacional, y los auspicios para salir de esta crisis económica, política y social.Vatican NewsGriselda Mutual – […]
- En entrevista con Vatican News, el primer vicepresidente de la CEV habla del encuentro mantenido con el Papa Francisco, del fenómeno migratorio, de la solidaridad de los países de acogida, las esperanzas puestas en el actuar de la comunidad internacional, y los auspicios para salir de esta crisis económica, política y social.
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
“El Papa nos ha dado dos exhortaciones: una verbal y una existencial. Esta última no tiene palabras, sino sencillamente es la actitud de solidaridad, de cariño y de afecto con la que nos ha recibido. Nos ha indicado dos cosas importantes: una, seguir nuestro ministerio como lo hemos venido haciendo. No vinimos a hablar sólo de los católicos sino también de los no católicos que tienen esperanzas y sufrimientos en Venezuela. El Papa ha reafirmado algo que él nos dijo ya, que admiraba nuestra cercanía al pueblo y que había que mantenerla, en especial hacia los más pobres, y que el nuestro fuera un lenguaje en nombre del pueblo”. Así el Obispo de San Cristóbal y primer vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, en el marco de su visita ad limina apostolorum, habló del encuentro de los obispos con el Papa Francisco mantenido en el martes 11 de setiembre. “El Papa ha reconocido que, aun con nuestras deficiencias, estamos actuando en nombre, en comunión y en servicio del pueblo. Nos pidió también que en esa dimensión de cercanía no olvidemos a los sacerdotes, que son nuestros principales cooperadores”, dijo.
En entrevista con Vatican News, el prelado habla del fenómeno migratorio, de la solidaridad de los países de acogida, las esperanzas puestas en el actuar de la comunidad internacional, y los auspicios para salir de esta crisis económica, política y social.
Monseñor Moronta, en relación a la migración forzada, el nuevo fenómeno que se da es el de los pobres que atraviesan los países latinoamericanos caminando, buscando su destino. ¿Hay algún proyecto concreto de asistencia a ellos en el trayecto?
Antes de contestar quisiera insistir en algo que quizás se deja al margen, y es que Venezuela siempre fue un país de acogida de migrantes. Venezuela ha pasado de ser un país de apertura a los migrantes a un país con un gran flujo de migración debido, sobre todo, a la situación económica. Hay ciertamente influencias por lo político, pero es sobre todo por el empobrecimiento: es un país rico empobrecido, hay mucha gente que ya no tiene lo suficiente y va buscando en algunos casos sobrevivencia y en otros, calidad de vida.
En mi diócesis en la frontera, diócesis de San Cristóbal, (colindamos con Cúcuta, Tibú y Nueva Pamplona) distinguimos entre migrantes y pasantes. Los pasantes son quienes viviendo en la región u otras partes del país van a Cúcuta o alrededores a adquirir insumos médicos o de otro tipo, pero que regresan. Dentro de esas 85 mil personas que pasan cada día por los puestos fronterizos, hay un promedio de unos 5 mil que no regresan. Algunos se quedan en Colombia, otros pasan a otros países. Muchos de los que se quedan en Colombia tienen familia o son hijos de colombianos, o son colombianos que están regresando. Pero hemos encontrado una gran solidaridad en todos los obispos de Colombia, y en particular en el obispo de Cúcuta, Mons. Víctor Manuel Ochoa.
A lo largo del camino, tanto él como otros obispos- de Pamplona, Bucaramanga, Bogotá, Cali- de lugares por donde pasa el mayor flujo de migrantes hacia el sur de Latinoamérica, no sólo los atienden sino que los defienden, porque hay algunos grupos, lamentablemente, que han creado una cierta matriz contra los venezolanos debido a la mala conducta de algunos de ellos. Estamos muy agradecidos por la acogida en Ecuador, en Perú, en donde hay una oficina especial de la Conferencia Episcopal para ellos, y también con los obispos de Argentina, de Brasil, de Chile.
Ellos nos hablaron del aporte que están dando muchos venezolanos como profesionales, y de cómo han aprendido no solamente a recibir sino a defender. Están como devolviendo lo que nosotros hace algunos años les brindamos, la acogida a tantos hombres y mujeres de Chile, de Ecuador, de Argentina, de Uruguay cuando era la época de las dictaduras. Mueve la caridad pastoral. Eso se lo hicimos saber al Papa y al cardenal Parolin: la solidaridad que va más allá de las expresiones de filantropía o que nacen de la fe cristiana.
En el marco de esta crisis ¿qué esperan de la Comunidad internacional?
De la Comunidad Internacional se esperan varias cosas: una es que tome conciencia de que es un problema grave. No es el único que tiene el mundo, vemos la situación de Siria y otros países donde está el problema migratorio o de otro tipo. Creo que la comunidad internacional debe observar que en Venezuela las noticias pueden ser manipuladas. La realidad es que hay deterioro de la calidad de vida, un empobrecimiento debido a las malas políticas de un gobierno y a la falta de una dirigencia que no supo conducir el país durante muchos años hacia un verdadero desarrollo. Siendo uno de los países con más recursos, que estuvo en vías de desarrollo, incluso al punto de poder ser comparado con países del mundo más desarrollados en lo económico y en lo social, se vino a menos, sencillamente por la corrupción y la mala voluntad de muchas personas y porque no nos preparamos en la época de las vacas gordas a las posibilidades de las vacas flacas, como se suele decir también en el lenguaje bíblico.
Yo le pediría a la comunidad internacional que ayude a la gente, que se ponga del lado de la gente y no del lado de quienes la están explotando.
A veces vemos el doble discurso y la hipocresía de muchas naciones que hablan de bloqueo hacia el gobierno venezolano, pero que después tienen sus intereses económicos dentro, incluso en la explotación del arco minero que está destruyendo gran parte del hábitat amazónico. También en relación a la venta de armas: los países que venden armas acusan a la dirigencia política, pero siguen vendiendo armas, que llegan en primer lugar al gobierno, pero también a otros grupos, que esperamos no se armen.
Y luego la hipocresía de quienes dirigen muchos países, que porque Venezuela ya no les puede dar un petróleo barato o un regalo o lo que sea, voltean la espalda no al gobierno, sino al pueblo de Venezuela. Creo que la comunidad internacional debería fijarse más en la gente que en los intereses particulares que cada una de estas naciones o instituciones tiene.
¿Qué están pidiendo al gobierno?
Siempre le he pedido tres cosas, y en esto coincidimos todos los obispos y mucha gente. La primera es que sea pueblo. El gobierno no está sobre el pueblo, el gobierno no está para manipular al pueblo sino para estar al servicio del pueblo. Cuando se rompe la vivencia de ser pueblo – no sólo del gobierno, sino de cualquier institución, e incluso de la Iglesia- es muy fácil separarse.
Cuando uno se siente pueblo escucha las esperanzas, los proyectos, la creatividad, pero también los clamores de la gente. También le pedimos que tome conciencia de que teniendo inmensas cantidades de recursos, no sólo en lo material, sino en lo espiritual y cultural, nuestro pueblo se ha empobrecido. Y da la impresión de que esto forma parte de un proyecto político.
Y la tercera cosa es que entienda que se pueden manejar ideas incluso hasta revolucionarias-si se puede decir así-, pero sin imponer un régimen totalitario.
Le pediría al gobierno, a quienes detentan el poder, que se conviertan, cambien de actitud, escuchen a la gente, pónganse al lado de la gente y miren hacia adelante.
¿Cuál es el auspicio para salir de esta crisis económico, política y social?
La pregunta que usted me hace nos pone contra una realidad, y es que lamentablemente no se ve salida. Las salidas que se han propuesto son de violencia y nosotros en la Iglesia, y yo particularmente sobre todo por el lugar en el que tengo que trabajar, en donde ha siempre habido presencia de grupos irregulares- sean paramilitares, sea guerrilla o de otro tipo – apostamos por la paz. La paz implica el diálogo y el diálogo exige el encuentro y que diseñemos políticas que corrijan cosas y que abran al futuro. No estoy de acuerdo con ninguna salida en el orden de la violencia, pero el Estado está haciendo violencia. Tampoco estoy de acuerdo en que se invoque, como hacen algunos, la intervención extranjera, porque eso no conduce nada: vemos lo que ha sucedido en los países árabes. Porque en la hora de la verdad el que llegó, vio, venció, se fue, y dejó el problema a todos.
Sí creo en el apoyo de la comunidad internacional -y en este sentido, la Santa Sede nos ha apoyado y se ha hecho eco de muchas cosas-, creo en el diálogo. Se necesita buena voluntad del parte del gobierno – tenemos temores de una posible explosión social, aunque se controla por las regalías que el gobierno les da a los pobres-. Creemos que Dios nos va a dar la inteligencia para que podamos engordar nuevamente las flacas vacas que tenemos en este momento.