Lectio Divina: Vengan, benditos de mi padre
Lectura del Santo Evangelio En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor […]
Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Continúa…(Mateo 25,31-46)
Mons. Salvador Martínez
Reflexión
Después de leer por varias ocasiones el discurso sobre el juicio final, recuerdo que es la conclusión del gran discurso sobre el fin del mundo. Inicio reflexionando que el destino querido por Nuestro Señor para toda la humanidad es la entrada en el Reino de su Padre: “vengan benditos de mi Padre al sitio preparado para ustedes desde la creación del mundo” (momento de silencio interior…). Sin embargo, según lo que leí el día de hoy, puede haber otro resultado: ir a parar al sitio reservado para el diablo y sus ángeles.
Deseo entonces, Señor, detenerme a considerar que estoy diseñado para cumplir los requerimientos del Reino, es decir, estoy diseñado para ver las necesidades de los demás y responder a ellas, más aun, estoy informado del alcance de hacer o dejar de hacer algo por otra persona, pequeña o grande (momento de silencio interior…).
En este punto me surgen dos preguntas: ¿por qué pareciera que es más fácil dejar de hacer que hacer? y ¿por qué nuestra vertiente cultural está tan obsesionada por convencernos de que los demás son estorbo o enemigo, y no medio para alcanzar el Reino de los Cielos? (momento de silencio interior…).
Es verdad que el proceso civilizador de los últimos tiempos ha cometido un error más o menos grave, mi cuerpo está diseñado para moverse, para esforzarse, en fin, para cansarse haciendo diversas actividades para resolver la vida. Pero el ideal mostrado en los medios de comunicación de todo tipo, es el hombre o la mujer o la pareja en un camastro o sentado perpetuamente en un auto de lujo, o frente a un televisor apretando botones. Todos los excesos placenteros se revelan como nuestros peores enemigos a la hora de evaluarlos frente al médico. Entonces, debo reconocer que se me ha vendido y no pocas veces lo he comprado, que estoy diseñado para no hacer, para dejar de hacer, gracias a la tecnología, ¡Vaya mentira! Claro, como sucede con todo lo que se deja de mover, se deja de practicar, etc… Volver a recuperar la fuerza cuesta trabajo, y a veces dolor.
Sobre la segunda pregunta ya llevo la mitad de la respuesta. La finalidad del diablo y sus ángeles es echar a perder la obra de Dios; si nosotros los humanos hemos sido diseñados para obrar el bien y servir a los otros, el mayor interés de nuestro enemigo es que “dejemos de hacerlo”. ¿Por este motivo puedo decir que la vertiente cultural actual es demoniaca? (momento de silencio interior…).
En este momento siento tu palabra preventiva, el mundo es creación de Dios, pero la condición en que nos encontramos los humanos no es la de plena comunión con Dios, por tanto, nuestra condición de pecadores supone una participación real de las fuerzas contrarias a Dios. El diablo, sus ángeles, y la vertiente cultural dominante no me pueden forzar a actuar contra aquello para lo que fui creado. Si me dejo engañar y convencer, yo mismo estoy gestando un destino de desgracia.
Contemplación
Hoy celebramos a Cristo Rey. Las representaciones a lo largo de la historia proponen a Jesús sentado en un trono con un mundo en su mano y en la otra un cetro. Los evangelios en cambio me ofrecen otras imágenes, incluso diametralmente opuestas, como Jesús en la Cruz, abandonado y desnudo. Propongo escoger aquella imagen que me resulte más adecuada, y allí en lo íntimo de mi imaginación, pase un tiempo prolongado contemplando a mi Rey u Señor (momento prolongado de silencio interior…). Un segundo ejercicio que me parece importante hacer es sumergirme en la experiencia de ser aceptado en la Gloria eterna, ¿Qué sentiré cuando el Señor me diga “ven bendito de mi Padre…”? propongo el ejercicio de permanecer en esta situación por tiempo prolongado.
Oración
Señor Jesús, al hablarnos de tu retorno para el juicio final, te nos presentas lleno de gloria y rodeado de tus ángeles. Te nos presentas lleno de poder y de verdad. Concédeme, al considerar este juicio al que seré sometido fomentar en mí la certeza de que seré admitido en tu casa eterna y bajo esta certeza comprometerme diariamente en servir a los que estén a mi alrededor sabiendo que para esto fui creado y que es a Ti a quien quiero y sirvo en su persona. Amén.
Líneas de acción
La mejor práctica será la que cada día realice en favor de aquellos que me rodean. Y si por caso me faltan oportunidades, tendré que primerear, como dice el papa Francisco.