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Lectio Divina: “Un pasó atrás…”

Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”. Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”. Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado. (Mc. 4,26-34)


P. Óscar Arias Bravo

 

Meditatio

Realmente en los evangelios nunca vemos una definición exacta de lo que es el Reino de Dios que Jesús predicaba, ya que Él hablaba sencillamente a los que querían escucharlo. Les explicaba con ejemplos que pudieran entender, pero no por ello, eran conceptos equivocados; sin embargo, la gente veía, en esos ejemplos, una aproximación de lo que Jesús quería transmitirles.

En el Evangelio que escuchamos este domingo, el Mesías compara el Reino con un grano sembrado en la tierra, que crece sin mayor participación de quien lo sembró: primero hierba, luego espiga y después trigo abundante en la espiga. Apunta el texto que es la tierra la que produce el fruto sin que la persona que siembra el grano sepa cómo lo hace.

Este Malkut Yahvé (Reino De Dios) no se refiere solamente a un territorio como Reino, como Estado, sino también a todo lugar al cual se extiende su soberanía, más allá de fronteras físicas. En otras palabras, donde se observen sus leyes, es Dios quien gobierna. Y es que donde Dios gobierna, no sólo cambia el corazón del singular individuo, sino que se transforma la sociedad que le rodea, el medio en el cual se desenvuelve. (Cfr. G. Lohfink, ¿Qué quiso decir Jesús cuando predicaba el Reino de Dios?, 1989).

Contemplatio



Cuando personas muy cercanas me han dicho: “En México ya no se pude vivir, mejor me voy a otro lugar”, realmente mi corazón se ha entristecido; cuando alguien de mi propia familia ha tenido que migrar a otros lugares por causa de la inseguridad, veo cómo les duele el tener que dejar un espacio que contenía todos los recuerdos de la infancia y de su vida pasada.

Realmente me apena, me preocupa la situación que generalmente se vive en el país. Citando a los clásicos griegos: parece que nos gobierna la peor parte del alma, la concupiscencia, la brama de poder y el dinero. La ley del más fuerte, del más armado o el más desalmado.

Y no me apena por aquellos que detentan los cargos públicos, sino por aquellos que día a día creemos llevar una vida “normal”, pero no hacemos nada cuando vemos que el de adelante de la fila “se metió”, cuando el carro de al lado, o yo mismo, “le doy p’al refresco” al oficial a fin de que me deje ir sin la infracción correspondiente. Cuando vemos que en el trabajo se comete una injusticia con el compañero y no decimos nada, o cuando le están sacando el celular en el metro al joven que está distraído y dejamos que se vayan sin decir nada, por miedo a que nos “toque” también a nosotros. Pues en realidad, creo que a todos “ya nos tocó”.

Al final, cuando pongo en oración todo esto, lo veo y enfrento con esperanza, porque como dice el Evangelio, sin que el que siembra sepa cómo, la tierra hace dar fruto al grano que hemos sembrado.

Creo que mi paso por cada comunidad que el Señor me ha encomendado, ha sido precisamente esa la historia; sin que yo sepa cómo, es Jesús quien hace que nuestras palabras y acciones den fruto, Él sabrá cuando, yo no; Él sabrá el momento en el que cada quien ha de acercarse a Dios y cambiar su corazón, cambiando poco a poco también, este país que tanto amamos y que nos vio nacer.

Oratio

Quisiera en esta ocasión hacer una parte de la oración del próximo santo Mons. Oscar Arnulfo Romero: “De vez en cuando, dar un paso atrás nos ayuda a tomar una perspectiva mejor. El Reino no sólo está más allá de nuestros esfuerzos, sino incluso más allá de nuestra visión. Durante nuestra vida sólo realizamos una minúscula parte de esa magnífica empresa que es la obra de Dios. Nada de lo que hacemos está acabado, lo que significa que el Reino está siempre ante nosotros. Ninguna declaración dice todo lo que podría decirse, ninguna oración puede expresar plenamente nuestra fe. Ninguna confesión trae la perfección, ninguna visita pastoral trae la integridad. Ningún programa realiza la Misión de la Iglesia. En ningún esquema de metas y objetivos se incluye todo. Esto es lo que intentamos hacer, plantar semillas que un día crecerán, regamos semillas ya plantadas, sabiendo que son promesa de futuro. Sentamos bases que necesitarán un mayor desarrollo. Los efectos de la levadura que proporcionamos van más allá de nuestras posibilidades. No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberación. Ella nos capacita a hacer algo y a hacerlo muy bien. Puede que sea incompleto, pero es un principio, un paso en el camino…” Amén.





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