Lectio Divina: “Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios”
Lectura del Santo Evangelio En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: […]
Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”. El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían. (Mc 16,15-20)
P. Julio César Saucedo
Lectio. ¿Qué dice el texto?
Originariamente, el evangelio según san Marcos terminaba con la escena de la tumba vacía y con la aparición de un ángel que anunciaba a las mujeres la resurrección de Jesús. Evidentemente, quien ha compuesto este fragmento evangélico que hemos leído, ha recogido las principales narraciones de los evangelios según san Mateo y según san Lucas. Sin embargo, en este pasaje agregado, podemos ver “una auténtica reliquia de la primera generación cristiana”.
El texto, entonces, narra en similitud con el evangelio según san Mateo (28,16-20), el mandato universal de la misión y del anuncio de la Buena Nueva: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”. Lógicamente, el anuncio y la misión hablan de una invitación entendida como un don y una gracia que concede la salvación. La respuesta ante quien escucha la predicación de los apóstoles dependerá de su libertad, matizado en el texto, mediante las expresiones “creer y bautizarse” o “resistirse a creer”.
Posteriormente, se enumeran cinco milagros que acompañan a este apostolado y que son signos de la salvación de Cristo, a saber: 1) Arrojarán demonios en mi nombre: expresa que el mal ha sido derrotado. 2) Hablarán lenguas nuevas: la contemplación del misterio de Dios que impulsa a la misión bajo la acción del Espíritu Santo, abriendo caminos de diálogo con todos los pueblos y las diversas culturas. 3) Cogerán serpientes en sus manos: la serpiente en todo su simbolismo enigmático es neutralizada. 4) Si beben un veneno mortal, no les hará daño: el veneno signo de lo que atenta contra la vida no produce su efecto mortal. 5) Impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos: el anuncio del Evangelio culmina en la caridad, en el encuentro con el hermano necesitado.
Meditatio: ¿Qué me hace decir el texto?
Celebramos en este domingo, la Ascensión del Señor, que no significa abandono de la tierra, pues como expresa el prefacio propio de este día: Cristo “no se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él nuestra cabeza y principio nos ha precedido”. En efecto, el misterio de la Ascensión lleva a cumplimiento el misterio de la Encarnación: el Hijo que nos abre las puertas del cielo. Pero, ¿qué debemos entender por cielo? Romano Guardini, teólogo católico, expresó que por cielo no se da a significar un “espacio infinito […] sino intimidad de Dios”. Por eso, con esta solemne celebración, el cristiano es alentado en la esperanza a poner su corazón en el cielo, es decir, en Dios, pero sus pies deben estar fijos en la tierra, porque el Señor coloca en nuestras manos el Evangelio que nos impulsa a ser testimonios de vida, justicia, misericordia, paz, etc.
Jamás la Ascensión del Señor deberá significar para el cristiano olvido de su propia vocación específica (esposo, esposa, madre o padre, etc.) sino compromiso de vida en la caridad fraterna. Con este pasaje evangélico, preguntémonos: ¿Dónde está puesto mi corazón: en Dios o en los bienes superficiales? ¿Soy un cristiano(a) de esperanza, es decir, me inserto en la escuela de la oración para sufrir con el hermano y transformar en la gracia de los sacramentos los signos de muerte? ¿Qué me hace falta para comprometerme con mi dignidad de hijo(a) de Dios? ¿Cuál es el propósito que pondré en práctica ayudado con la gracia de Dios?
Oratio: ¿Qué me hace decir el texto?
Tu ascensión al cielo, Señor, es para nosotros un cumplimiento y un inicio. No te has alejado de nosotros, al contrario, sigues siendo cercano a cada uno de nosotros: tu amor no tiene más barreras, y ahora lo ofreces a todos, hombres y mujeres de toda época y región. Por eso, también nosotros como los apóstoles podemos anunciar esta Buena Nueva sin miedo alguno, porque estamos seguros de tu tierna compañía, que nos ilumina y nos da fuerzas. Ayúdanos Señor a ser portadores dignos de tu Palabra para iluminar aquellas oscuridades derivadas del odio, la venganza, el rencor, el sufrimiento y la muerte. Amén.