Evangelio y lecturas de la Misa del II Domingo de Adviento 2024

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Lectio Divina: La ‘cultura del encuentro’ para acabar con la indiferencia

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 7, 31-37 En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a […]

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos.

Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

 

La ‘cultura del encuentro’ para acabar con la indiferencia

P. Julio César Saucedo

Lectio: ¿Qué dice el texto?

El texto inicia ubicándonos en la región llamada “Decápolis”. Según el historiador latino Plinio, la Decápolis había sido constituida por diez ciudades –como su nombre lo expresa deka (diez) polis (ciudad)– un lugar donde confluían diversas expresiones de religiosidad.

Aquí se encontraban tanto los judíos –alejados del judaísmo ortodoxo de Jerusalén– como los paganos. La cultura que prevalecía era la helénica con un sincretismo caracterizado por las divinidades griegas y fenicias, entre otras. Esta característica es bastante importante, porque el evangelista Marcos nos muestra que Jesús no teme encontrarse con las personas extranjeras, más aún, este encuentro es querido por Él.

Teniendo presente esta ubicación geográfica, el pasaje evangélico narra que le llevaron a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusieran las manos. Hay que resaltar que a nivel narrativo hace falta los nombres de las personas que conducen al enfermo ante Jesús, suplicando la imposición de manos. Esta falta de nombres podría suponer que estas personas anónimas son figuras abiertas de mediación e intercesión, en las que los lectores pueden verse reflejados allí: y tú, ¿a quién conducirías hacia Jesús? ¿Por quién deseas interceder?

Situándonos ahora en el contexto de la persona enferma, Marcos nos muestra a alguien que está privado de aquellas capacidades que hacen posible la comunicación: el sordo y tartamudo es una imagen de la impotencia humana.

Bajo este cuadro de intercesión y de drama ocurre la curación operada por Jesús: Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo ‘Effetá’ (que quiere decir ‘¡Ábrete!’). En efecto, Jesús se compromete personalmente con el enfermo, tocando su oído y su lengua; con la mirada elevada al cielo, expresión de su relación íntima con el Padre, pero la curación proviene por el poder de su Palabra, en aquella expresión aramea ‘Effetá’ (¡Ábrete!). En este sentido, es significativo que esta expresión no va dirigida a los órganos enfermos sino a toda la persona, mostrando que la curación mira la restitución total. Queda constatado, entonces, que Jesús es el Hijo de Dios que camina en medio de su pueblo, y todo aquél que lo encuentra, no permanece más él mismo, al contrario, viene totalmente transformado.

Meditatio: ¿Qué me dice el texto?

La narración nos alienta en la importancia del ‘encuentro’. Como hemos visto, Jesús no teme encontrarse con los paganos, mientras que, personas anónimas conducen al sordo y tartamudo para encontrarse con el Señor.

De hecho, los oídos sordos en la Biblia representan el corazón que es indiferente. En este sentido, el Papa Francisco con sus diversas enseñanzas nos ha invitado constantemente a vencer “la cultura de la indiferencia” desde una “cultura del encuentro”, mediante la cual, podamos abrazar al hombre con sus esperanzas y dolores, sus alegrías y sufrimientos, siendo verdaderos promotores de la dignidad de la persona. ¿Cómo podemos comenzar esta ‘cultura del encuentro’?

Comenzando por nuestro propio hogar, así lo expone el Papa, con esta radiografía actual: En la mesa familiar, cuántas veces se come, se mira la TV o se escriben mensajes en el celular. Cada uno está indiferente ante ese encuentro. Incluso en el núcleo de la sociedad, que es la familia, no hay encuentro.

Oratio: ¿Qué me hace decir el texto?

“A menudo estamos delante de ti, Señor, como sordos a tu palabra y mudos en la alabanza: rompe nuestra sordera, abre nuestros labios para que proclamen tu gloria” (Beda el Venerable, monje benedictino).