Hechos contrarios a las palabras

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Homilía del Cardenal Aguiar en el III Domingo del Tiempo Ordinario

Homilía del Arzobispo Primado de México en la Basílica de Guadalupe.

26 enero, 2020
Homilía del Cardenal Aguiar en el III Domingo del Tiempo Ordinario
El Arzobispo Carlos Aguiar Retes en la Basílica de Gudalupe. Foto: INBG/Cortesía.

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció. (Is 9, 1-2).

El anuncio del profeta Isaías que hemos escuchado en la primera lectura lo retoma el Evangelio de hoy el evangelista Mateo, y afirma que es Jesús la luz que quita toda tiniebla, toda sombra, toda oscuridad en el caminar humano.

Jesús es aquél que esperábamos, el que tenía que venir de la tierra de Zabulón y de Neftalí al otro lado de Galilea, de ahí viene Jesús y ahí inicia su ministerio anunciando, conviértanse, el Reino de Dios ya está cerca (Mt 4, 17).

¿Quién expresa el Reino de Dios? La persona de Jesús. Él es la presencia del Reino, la luz para el caminar del hombre, Él es el que esclarece cualquier dificultad, obstáculo, tragedia o drama en la vida humana, le da sentido; por eso es tan importante encontrarnos con Jesús.

¿Con Jesús? Ustedes podrán decir, pero sí el ya no está físicamente, ¿cómo podemos encontrarnos con Él? El Papa Francisco ha decretado que justamente este domingo, el tercero del Tiempo Ordinario, en el inicio de un nuevo año, se considere como el Domingo de la Palabra de Dios, para que tomemos conciencia de que Jesús se hace presente en Su Palabra.

El Arzobispo Primado de México en la Basílica de Guadalupe. Foto: INBG/Cortesía.

El Arzobispo Primado de México en la Basílica de Guadalupe. Foto: INBG/Cortesía.

Por eso ustedes cada Eucaristía escuchan un trozo del Evangelio, a través de esta lectura, meditación y puesta en práctica de lo que escuchamos en la Palabra de Dios encontraremos la luz para nuestras situaciones difíciles, para nuestros momentos trágicos, y también para reconocer cómo Dios ha intervenido en todo aquello que nos da una gran satisfacción, una gran alegría; la Palabra es presencia de Jesucristo.

La Palabra proclamada y explicada por nosotros los ministros, que hemos tenido esta encomienda de parte de la Iglesia, diáconos, presbíteros y obispos, nosotros tenemos la responsabilidad de explicarla en estas homilías. Por ello, debemos pedir mucho por estas vocaciones sacerdotales en el ministerio, orar y propiciar en nuestros ambientes que surjan.

Yo hoy, en presencia de todos ustedes, le agradezco al Papa Francisco no solamente que haya tomado esta decisión del Domingo de la Palabra de Dios para que de este año en adelante así lo recordemos y lo vivamos. Sino, también aprovecho la ocasión, como quizá la mayoría de ustedes estén ya informados, de que el día de ayer el Papa me ha concedido tres nuevos colaboradores como Obispos Auxiliares de la Arquidiócesis de México, con ello completamos un equipo de cinco Obispos Auxiliares, que me ayudarán a este ministerio, a animar y a acompañar a nuestros sacerdotes y diáconos para que cumplamos cabalmente nuestra misión, como vemos que lo hacía ya san Pablo en la primitiva comunidad cristiana, cuando dice a los Corintios: Me he enterado hermanos, por algunos servidores de Cloe, que hay discordia entre ustedes (1 Co 1,10-11).

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Me he enterado también yo en nuestros tiempos, que hay una gran dificultad para transmitir nuestra fe, nuestras convicciones espirituales a las nuevas generaciones. Y también me he enterado que los niños, adolescentes y jóvenes corren más riesgos que los que corrimos nosotros en esa etapa en la que tenemos que preguntarnos quién soy yo y para qué vine al mundo, cuál es mi vocación para discernir entre lo que Dios quiere de mí y de ordenar todas mis potencialidades, lo que me apasiona y me anima, ordenarlo para el servicio a los demás.

Hoy, corren ellos mayor riesgo en esta decisión de ir descubriendo el sentido de su vida por dos factores: uno, porque se ha multiplicado la desintegración de las familias, el estilo de vida de nuestra sociedad ha llevado a que papás estén menos tiempo con sus hijos, también, las separaciones de los Matrimonios, los divorcios y los vueltos a casar o los que quedan huérfanos y no tienen quién les de acompañamiento.

Pero, sobre todo riesgos muy nuevos, porque a éstos a que me he referido los vivimos también nosotros y tuvimos acompañamiento de familia, de tíos, de abuelos y con eso resolvíamos nuestro caminar, pero hoy las tecnologías de la comunicación, a través de las redes sociales, representan riesgos muy graves a sus hijos.

El Arzobispo Primado de México en la Misa dominical. Foto: INBG/Cortesía.

El Arzobispo Primado de México en la Misa dominical. Foto: INBG/Cortesía.

Lo hemos visto con los hechos sucedidos recientemente en Torreón, Coahuila, un adolescente que asesina a su maestra y que hiere a compañeros, y finalmente se quita la vida. Eso está propiciado no sólo por la separación de su familia, como en efecto era su caso, sino también porque en las redes sociales se ven tentados a vivir riesgos de gran magnitud, como una competencia de quién se atreve a hacerlos.

A través de las redes, nuestros adolescentes y jóvenes exhiben su vida privada con facilidad y son objeto de acoso de distintas maneras; por eso hoy, este domingo, nuestra revista y nuestra página Desde la fe de la Arquidiócesis de México ha dedicado una edición especial para ver cómo ayudamos a prevenir que esto no les suceda.

Que ustedes conozcan qué pueden hacer, ahí vienen los tres o cuatro riesgos graves en dónde ustedes pueden aclararse de qué manera acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes en nuestro tiempo.

Pidámosle al Señor Jesús que nos ayude a superar estas circunstancias, estas dificultades, que las asumamos con confianza en Él. Pidámosle a María de Guadalupe que podamos reconstruir el tejido de nuestra sociedad para facilitar el crecimiento de las nuevas generaciones en los valores humanos que nos ha reflejado el testimonio de la vida de Jesucristo.

Pidámosle a María de Guadalupe, que ella nos acompañe y que aprendamos de ella la ternura y cercanía que necesitan los jóvenes.

Que así sea.

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