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Homilía del Arzobispo Aguiar en el Encuentro con los Obispos

En la Misa en Basílica de Guadalupe, el Arzobispo Carlos Aguiar dijo que la pandemia actual es un signo de los tiempos que debemos interpretar para descubrir la voz de Dios.

3 septiembre, 2020
Homilía del Arzobispo Aguiar en el Encuentro con los Obispos
El Arzobispo Carlos Aguiar Retes en la Basílica de Guadalupe. Foto: INBG/Cortesía.

“Hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada, pero confiado en tu palabra echaré las redes”.

Dos aspectos les propongo para nuestra reflexión ante la Palabra de Dios que hemos escuchado: Del evangelio, la importancia de la obediencia a Jesús para ser fieles a nuestra vocación, y así reafirmar nuestra experiencia del verdadero Dios revelado en Jesucristo; y de San Pablo, clarificar la verdadera sabiduría que proviene de Dios.

Ante la petición de Jesús, aparentemente inexperta, a quien conocía el oficio y el arte de pescar, Pedro expone la inconveniencia de la solicitud, está convencido que será inútil el esfuerzo, pues su experiencia le dice que no tendrá éxito la pesca; no obstante manifiesta su obediencia al Maestro y su confianza en la palabra de Jesús.

Examinemos nuestra actitud para el cumplimiento de nuestras responsabilidades, ante las frecuentes circunstancias adversas, que pronostican escasos o vanos resultados para los posibles proyectos. ¿Qué solemos hacer en las ocasiones que enfrentamos grandes desafíos, como la actual pandemia? ¿Nos hemos lanzado haciendo nuestro mejor esfuerzo, o dejamos para más tarde, o de plano abandonamos cualquier intento de cumplir nuestra misión? ¿Cuántas excusas y pretextos presentamos para no tomar decisiones y no lanzar las redes para pescar?

Cuando es de noche en todos los sentidos, cuando la luz de la esperanza está ausente, y sin embargo escuchamos la voz de Dios, la voz de nuestra conciencia, la interpelación de su Palabra, y nos lanzamos, confiando solamente en su Palabra, entonces aprenderemos a descubrir y a ser testigos de la intervención de Dios, que lo doblega todo, y que hace surgir el espíritu dormido en el interior de nuestros prójimos.

Si obedecemos como Pedro, no obstante el cansancio y sobretodo cuando la pericia y el conocimiento indican que será un fracaso o un inútil esfuerzo, tendremos con frecuencia la enorme sorpresa de una pesca inesperada y sorprendente.

Una pregunta para todos, Obispos, Presbíteros, Consagrados, Agentes de pastoral y Fieles en general: Nuestra Obediencia hoy es, ¿genuina, sincera, generosa, confiada, esperanzada? Es muy importante revisar con frecuencia nuestra Obediencia al maestro Jesús, camino, verdad y vida, y descubrir a partir de nuestra obediencia las sorpresas que Dios nos depara. Estas experiencias sorprendentes son las que darán la solidez a nuestro ser de discípulos fieles y corresponsables de la vida eclesial de nuestra comunidad; pero además confirmarán nuestra experiencia del verdadero Dios revelado en Jesucristo.

Así lo manifiesta el relato evangélico: Cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían… Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”… Entonces Jesús le dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.

Pedro se arroja ante los pies de Jesús, pidiéndole que se aparte de él porque es un pecador. Con ello expresa Pedro una concepción de un Dios lejano y distante, del cual se espera solo castigo y condenación para un pecador. Jesús, en cambio le muestra un Dios cercano y misericordioso, y por ello, lo invita a ser pescador de hombres. Así Pedro descubrirá lentamente la misión que Jesús ha recibido de redimir al hombre caído, y de fortalecerlo al entrar en una relación de amor y comunión con Dios. Descubrirá al verdadero Dios, que comparte su divinidad con la humanidad, porque para eso la ha creado.

El segundo aspecto sobre la Sabiduría, lo haremos a partir de la afirmación de San Pablo: Que nadie se engañe, si alguno se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio. ¿Por qué esta descalificación tan radical de la sabiduría de este mundo, si sabemos por experiencia que la ciencia ayuda a entender la Creación, y sabiendo utilizarla, brinda tantos servicios como lo vemos en nuestro tiempo? La pregunta planteada encuentra una respuesta satisfactoria si centramos la cuestión de la verdadera sabiduría no en los conceptos, sino en los criterios con los cuales orientamos los conceptos. Partiendo de los criterios comprenderemos que la sabiduría de Dios y la sabiduría que alcanza el ser humano, se complementan y se entienden, pues en el fondo la sabiduría humana proviene de la sabiduría divina.

Si solamente consideramos los avances y logros que se obtienen mediante la inteligencia descubriremos que en la mayoría de las veces, si el ser humano no ha desarrollado una espiritualidad, experimentará una capacidad y una fortaleza personal y/o grupal, que le proporcionará muchos beneficios de la aplicación de los conceptos adquiridos, lo que le dará una convicción de poder, en los campos de la ciencia que ha desarrollado. Esta convicción crecerá y producirá, casi siempre, el surgimiento de la soberbia, es decir, de la consideración de sí mismo por encima de los demás, y por tanto hará de la ciencia su propio Dios.

Así se genera el sabio necio, incapaz de descubrir la intervención de Dios en la Historia, siempre pretenderá buscar una explicación a la medida de sus conocimientos, cayendo en la trampa de su propias argumentaciones, como afirma San Pablo: La sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios, como dice la Escritura, Dios hace que los sabios caigan en la trampa de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y los tiene por vanos.

Debemos pues, orientar la ciencia, partiendo de los criterios según el modo de pensar de Dios, ejercitando la humildad, y reconociendo la dignidad común del ser humano y el origen de la creación en el Ser Supremo que es Dios, Creador; por tanto, reconociendo nuestra frágil condición de creatura.

La pandemia actual es un signo de los tiempos que debemos interpretar para descubrir la voz de Dios, y responder como buenos y fieles discípulos de Jesucristo. Pidamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe acompañe nuestra oración, como lo hizo con los Apóstoles el día de Pentecostés para recibir el Espíritu Santo.

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

 

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