¿Por qué los Papas hacen viajes apostólicos?
Los viajes del vicario de Cristo responden esencialmente a una misión: llevar el mensaje de salvación a todos los confines de la tierra. Lo hace por medio de la Iglesia, la cual custodia la fe y anuncia el reino de Dios a los hombres.
Son cada vez más frecuentes y necesarios en la historia moderna de la Iglesia Católica. Obedecen a razones evangelizadoras, diplomáticas y religiosas. Implican un gran impacto en la comunidad local y en muchos aspectos internacionales. En este trabajo, Desde la fe explora los motivos; así como datos curiosos detrás de estas visitas apostólicas.
¿Por qué se realizan las visitas papales?
Son muchas las razones por las que un Papa viaja. La principal de ellas es que se trata del vicario de Cristo; es decir, su máximo representante en la tierra y quien tiene la misión fundamental de dirigir la barca que es la Iglesia, así como pastorear a las ovejas.
Además, sus visitas responden a su condición apostólica en cuanto líder religioso y se circunscriben a una misión evangelizadora. En efecto, tienen base bíblica y responden a un mandato divino: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (cf Mateo 28, 19-20).
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Ya lo simbolizaba desde antiguo la tiara papal con sus tres coronas, las cuales representan al sumo pontífice como: padre de los reyes, rector del mundo y Vicario de Cristo. Es también símbolo de una Iglesia: militante, sufriente y triunfante.
Las visitas papales son significativas tanto para la Iglesia Católica como para las comunidades que las reciben, porque tienen motivación pastoral, social y diplomática.
En términos simples, ayudan a fortalecer en la fe, animar, promover la unidad y despertar nuevas vocaciones; igualmente, dan respaldo a las comunidades locales.
Son también oportunidades para el establecimiento o consolidación de relaciones diplomáticas. A partir de ellas, se pueden impulsar iniciativas que favorezcan el diálogo, el respeto de los derechos humanos y una mejora en la calidad de vida de las personas.
Por otra parte, permiten visibilizar problemas, realizar denuncias y llamar la atención internacional sobre situaciones críticas. De este modo, implican un alto impacto tanto espiritual como moral que incluye la promoción de causas sociales relevantes.
El viaje apostólico del primer Papa…
¿Adónde viajó el primer Papa? Para responder esta pregunta, es necesario recordar que san Pedro fue el primer pontífice, pues fue a él a quien Jesús le encargó la conducción de su Iglesia, por lo que también le prometió el permanente auxilio divino en la persona del Espíritu Santo.
San Pedro predicó en Antioquía durante varios años. “Allí, en Antioquía, como sabemos por los Hechos de los Apóstoles, surgió una comunidad cristiana floreciente: su primer obispo fue el apóstol san Pedro —así nos lo dice la tradición— y allí ‘por primera vez los discípulos recibieron el nombre de cristianos’ (Hch 11, 26)”. (Benedicto XVI, 2007)
¿El papa que más ha visitado países?
Juan Pablo II fue el Papa que más países visitó como pontífice. Elegido Papa el 16 de octubre de 1978, dio inicio a su ministerio como Pastor Universal de la Iglesia el 22 de octubre de ese año.
Conocido como el “Papa viajero”, el santo “realizó 146 visitas pastorales en Italia y, como Obispo de Roma, visito 317 de las 332 parroquias con que cuenta Roma en la actualidad. Realizó 104 viajes apostólicos por el mundo, expresión de la constante solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por todas las Iglesias”. (Vaticano, 2014).
Por su parte, el Papa Francisco, ha realizado 47 viajes fuera de Italia y ha visitado 66 países. De su lado, el Papa Benedicto XVI visitó 23 países. Lo hizo a lo largo de 24 viajes.
Mientras que el Papa Pablo VI fue el primero en realizar un vuelo fuera de Italia desde el año 1809. Durante su pontificado, llevó a cabo 9 viajes pastorales y su visita apostólica alcanzó 19 países.
¿Los viajes más largos de un Papa?
Tanto Juan Pablo II como Francisco han realizado viajes particularmente largos en distancia y duración. En ambas visitas pisaron tierra singapurense.
El del Papa polaco sucedió en el año 1986. En él recorrió 48.974 kilómetros. El periplo le permitió visitar Bangladesh, Singapur, Fiyi, Nueva Zelanda y Australia.
El más largo de Francisco fue en 2024, cuando cubrió un recorrido de 32.814 kilómetros a lo largo de casi dos semanas; 12 días, para ser precisos. Este viaje lo condujo a tierras de Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.
En contraste, el más corto en la época moderna podría ser el que realizó el Papa Francisco a Córcega. Se trató de la primera vez que un pontífice realiza un Viaje Apostólico a Ajaccio -capital de la isla-, ubicada a 180 millas de Roma y rodeada de áreas naturales.
Tomó el vuelo dos días antes de cumplir 88 años de edad, duró unos 60 minutos y se prolongó por menos de 24 horas.
Los viajes papales… dentro y fuera de Italia
En la historia moderna, durante más de un siglo, desde 1857, ningún Papa dejó Roma. Esto cambió el 4 de octubre de 1962, cuando el Papa Juan XXIII lo hizo para visitar Loreto y Asís.
Este último se convirtió en un lugar que también captó la atención de Juan Pablo II, quien lo visitó en 1986. Lo hizo en el marco de un encuentro con líderes de diversos credos religiosos para realizar una oración por la paz.
Desde 1809, fue Pablo VI el primer Papa en tomar un vuelo para salir de Italia. Al hacerlo, visitó África, Oceanía y Asia.
Unidos en oración
Durante su viaje apostólico a Chipre y Grecia, en diciembre de 2021, el Papa Francisco expresó su alegría de visitar aquella tierra “caminando como peregrino tras las huellas del gran apóstol Bernabé, hijo de este pueblo, discípulo enamorado de Jesús, intrépido anunciador del Evangelio”.
Recordó que “pasando por las nacientes comunidades cristianas”, el discípulo “veía cómo actuaba la gracia de Dios y se alegraba de ello, exhortando «a todos para que permanecieran unidos al Señor con firmeza de corazón» (Hch 11,23)”. (Francisco, 2021).
Que este año santo de la esperanza, Dios nos conceda la especial alegría de acompañar al Papa en cada viaje apostólico; así como seguir su invitación de permanecer siempre unidos en fe y oración.