Mi fe me enseñó a servir: Rosario Marín, la mexicana que hizo historia en Estados Unidos
Rosario Marín, la primera mujer migrante que fue Secretaria del Tesoro de EU, recuerda cuál es la vocación del servicio público y comparte su deseo de dejar el mundo mejor de como lo encontramos.
Rosario Marín hizo historia al convertirse en la primera mujer mexicana y migrante en ocupar el cargo como Tesorera de los Estados Unidos. Su firma, estampada en los billetes de la moneda más influyente del mundo durante la presidencia de George W. Bush, simboliza algo más que un logro profesional: representa la historia de una mujer que supo combinar su vocación de servicio con una profunda fe en Dios.
“Cuando el presidente me nombró, no me eligió por mí, sino por lo que represento: la mujer, la inmigrante, la latina, la mexicana, la madre de un niño con discapacidad”, recuerda. “Tener mi firma en la moneda más potente del mundo, y con acento, es un honor enorme, pero también una responsabilidad que dura toda la vida”.
Hija de un conserje y de una madre profundamente católica, Rosario creció con dos regalos que la han acompañado siempre: la ética y la fe. “Mi padre me dio la ética del trabajo: me enseñó a llegar primero, a ser la última en salir, a no robarle tiempo al empleador”, cuenta. “Y mi madre me dio la fe. Siempre me decía: ‘no importa qué tan larga y oscura sea la noche; Dios te dará un nuevo día y volverás a brillar’”.
Esa enseñanza no fue solo un consejo, sino un sostén en los momentos más duros. Rosario recuerda cuando su hijo Eric, nacido con síndrome de Down, sufrió un grave accidente.
“Yo le decía a mi esposo: ‘se va a morir’. Pero en la ambulancia recordé esa promesa: ‘Señor, yo creo en Ti’. Lo dije con todo el corazón. Y mi hijo se salvó. Los doctores no podían explicarlo. Esa fe me sostuvo, y me sigue sosteniendo”.
El servicio público como vocación
Marín no concibe la política como una carrera de poder, sino como una vocación al servicio de los demás. “Ser servidor público es un llamado. No se trata de servirse a uno mismo, sino de servir al prójimo. Cuando la gente vota por ti, está poniendo su futuro en tus manos. Eso es un honor inmenso y una gran responsabilidad”.
Durante su gestión como tesorera, enfrentó uno de los periodos más difíciles de la historia reciente: los atentados del 11 de septiembre de 2001.
“Nunca olvidé por qué estaba ahí. Representaba a mujeres, migrantes, madres. Esa conciencia me acompañó siempre, incluso en los momentos más duros, cuando había que tomar decisiones difíciles”.
Su paso por el gobierno estadounidense estuvo guiado por una convicción sencilla: el poder solo tiene sentido cuando se usa para servir. Sobre los gobiernos de ahora, señala: “Necesitamos gobiernos formados por gente buena, con corazón, que quiera servir al público, no servirse de él. El servicio público es una vocación, y cuando se olvida esa misión, se pierde el sentido del cargo”.
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La fe como impulso para vivir
Veinte años después de hacer historia, Rosario Marín recorre el mundo inspirando a mujeres y familias que enfrentan adversidades. Fundó una organización para familias latinas con hijos con discapacidad, impulsó leyes en California y programas federales en favor de la inclusión.
“Descubrí que mi misión es dejar este mundo mejor para personas como mi hijo Eric, y para todas las familias que viven con retos similares. Pero después entendí que esa es la misión de todos: dejar este mundo mejor de como lo encontramos”.
Rosario Marín suele repetir una frase que resume su vida: “I may be disappointed, but I will never be discouraged”, que significa “Puedo estar desilusionada, pero jamás desalentada”. Es su manera de decir que la fe no evita los tropiezos, pero los convierte en oportunidades.
A las mujeres que la escuchan, les deja un consejo: “Todo lo que vale la pena ni es fácil ni rápido, ni es barato y no estoy hablando barato de dinero, no será barato de desvelo, barato de esfuerzo… lo que vale te cuesta, pero vale la pena. No te desanimes, y cuando llegues a donde sueñas, asegúrate de abrir el camino para otra mujer”.
Ver el rostro de Dios en el otro
Para Rosario Marín, el servicio público no puede reducirse a ideologías o partidos; debe ser un camino de encuentro. “Todos los que vivimos legalmente en un país tenemos la responsabilidad de participar en su vida cívica”, afirma. “Con mi voz y con mi voto le doy voz a quien no la tiene, al que está indocumentado. Por eso invito a todos los que pueden votar a hacerlo pensando en el bien de su comunidad”.
Sin embargo, advierte sobre los riesgos de la división social que hoy fractura a muchas naciones. “Hay políticos que han hecho de la división una estrategia para llegar al poder. Pero nosotros no debemos ser partícipes de eso”, dice. “Todo lo contrario, rechazar esta narrativa de división, de racismo, o estos sentimientos en contra de los más vulnerables”.
Desde su fe, Rosario recuerda que el mandamiento cristiano de la caridad no conoce fronteras. “Jesús, María y José fueron los primeros migrantes; tuvieron que huir y refugiarse en otra tierra. A veces se nos olvida que Cristo mismo fue forastero, y una de las cosas que nos exige, que nos manda, que nos ordena nuestra religión es precisamente darle la bienvenida al forastero”.
Y añade: “Si en verdad somos cristianos de corazón, debemos reconocer el rostro de Cristo en el migrante, en el desplazado, independientemente de su estatus migratorio”.