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Yo no lo conocía, pero sabía que sería mi hijo

Elisa y Gustavo buscaron adoptar y una enfermedad les recordó que este proceso implica un compromiso sin reservas.Vladimir AlcántaraDos décadas atrás, después de varios estudios médicos con el mismo resultado, Elisa y Gustavo platicaron sobre la opción de adoptar. Fue ella quien se lo planteó. Gustavo entonces le habló acerca de esa responsabilidad, sobre todo […]

  • Elisa y Gustavo buscaron adoptar y una enfermedad les recordó que este proceso implica un compromiso sin reservas.

Vladimir Alcántara

Dos décadas atrás, después de varios estudios médicos con el mismo resultado, Elisa y Gustavo platicaron sobre la opción de adoptar. Fue ella quien se lo planteó. Gustavo entonces le habló acerca de esa responsabilidad, sobre todo en caso de que el bebé padeciera alguna enfermedad. Ambos se comprometieron a que adoptar implicaba una entrega sin reservas.

En un primer momento al matrimonio le fue negada la adopción, luego vino el ‘milagro’: “Mi suegra –cuenta Elisa– volvió a enfermarse de la columna tras ocho años de estar sana; la llevé a Querétaro para que la intervinieran, a una clínica donde providencialmente tenían una casa-hogar. Mientras se realizaba la operación, fui a conocer a un chiquito que tenían ahí, de unos meses de nacido. Apenas crucé la mirada con él, no tuve duda de que era mi hijo”.

La misma sensación de familiaridad experimentó Gustavo en el momento que tuvo al bebé en sus brazos, luego de que les fuera dado en adopción. Y de igual forma ocurrió con Anita, cuando el matrimonio adoptó nuevamente, año y medio más tarde.

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Pero en efecto, como lo había previsto Gustavo, el pequeño nació con un padecimiento: una malformación que le haría someterse a numerosas cirugías de cabeza y columna, 25 hasta la actualidad.

“Hemos sufrido mucho con él –señala Elisa–; las operaciones son muy riesgosas; nos la hemos pasado en hospitales, pero la alegría que mis hijos me dan es a la enésima potencia que el dolor del sacrificio. Ellos también son muy felices; desde el principio han tenido plena conciencia de que son adoptados, y lo han tomado siempre de la forma más natural”.

“Todo aquel que trabaja –opina por su parte Gustavo–, tiene derecho a levantar la mano y pedir. Así lo hice cuando fui empleado. Y así también lo hice con Dios: le pedí un hijo, pero nunca le pedí un hijo sano. Porque para adoptar, antes que prepararse económicamente, hay que tener una preparación espiritual”, concluyó.