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¿Qué es la Comunión Pascual y por qué es tan importante?

Los mandamientos de la santa Madre Iglesia

Ya casi no se enseñan en el Catecismo. Ya no están de moda. Tan sólo los recordamos los de la vieja guardia, los que aprendimos nuestro Catecismo de memoria y los que no lo hemos olvidado aunque, quizás, sin comprenderlo bien.

Nos enseñaban en el Catecismo:

“Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son cinco:

  1. Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar.
  2. Comulgar por lo menos una vez al año, por Pascua Florida.
  3. Confesarse por lo menos una vez al año, por la Cuaresma, o antes si hay peligro de muerte.
  4. Ayunar cuando lo manda la santa Madre Iglesia.
  5. Pagar diezmos y primicias a la santa Madre Iglesia.

 

Estos mandamientos han regido nuestra vida y nos han ayudado a cumplir nuestras obligaciones de hijos de la santa Madre Iglesia y ¡siguen obligándonos!, aunque las nuevas generaciones no los conozcan.

Todos ellos son fruto de la larga experiencia de la Iglesia que, en cada uno de esos mandatos encierra la sabiduría de siglos al servicio de sus hijos.

 

Comulgar por Pascua Florida

La Iglesia nos pide comulgar por lo menos una vez al año, y, precisamente, en la Pascua Florida. Se llama “florida” porque se generalizó la costumbre de llamar a la Navidad “Pascuas de Navidad” y a Pentecostés “Pascua Granada” y a la Pascua de la Semana Santa le tocó el nombre de “florida”, por la primavera.

¿Por qué nos pide que comulguemos en este tiempo?

Por la relación de la Pascua, muerte y resurrección de Cristo, con la Eucaristía instituida en la cena pascual de Jesús, su Última Cena, y dada a los apóstoles con el mandato de seguir haciendo eso en memoria de Jesús. Nuestra Misa es la Cena Pascual de la Nueva Alianza en la que Jesús mismo es el Cordero de Dios que se ofrece a sí mismo en sacrificio para que su sangre divina borre los pecados del mundo.

¡Cómo celebrar la Pascua sin participar de la Cena Pascual! Por eso, para dar cumplimiento a la Pascua, la Iglesia nos pide que comulguemos.

 

Unión con Cristo

Comulgar es recibir a Cristo con quien nos unimos en profunda y personal comunión. De ahí que un amigo de Jesús busque con la máxima frecuencia su unión con el amigo.

La amistad humana nos sirve como modelo a seguir: los amigos se buscan, pasan largos momentos juntos, platican de mil cosas, o simplemente son capaces de estar en silencio juntos, unidos en los mismos sentimientos. El tiempo que pasamos con los amigos pasa volando, y quisiéramos que no terminara, que se prolongara infinitamente. ¿Tú has tenido una amistad así?

A tales amigos les parecería absurdo un mandato que dijera: “Visitarás a tu amigo por lo menos una vez al año”. ¡Eso es absurdo entre amigos!

Tú eres amigo de Jesús… ¿hace cuánto que no lo recibes?, ¿por qué no lo recibes cada domingo?, ¿por qué no diario?

 



La comunión nos une a la Iglesia

¿Te has fijado que, después de la consagración, el sacerdote parte la Hostia en dos y, luego, corta un pedacito y lo deposita en la copa, el cáliz, que contiene el vino consagrado? Dicen que ese gesto comenzó en Roma, cuando el Papa celebraba la Misa en San Pedro, y para significar la unión de todos los sacerdotes en el único sacerdocio de Cristo, enviaba un pedacito del pan consagrado por él a cada Iglesia de Roma, en donde el celebrante tomaba el pan consagrado por el Papa y lo depositaba en su cáliz.

La santa Misa celebrada por el sacerdote de tu parroquia no es “su” Misa ni “tu” Misa. La Misa es una acción de la Iglesia toda.

Cuando asistes a Misa el domingo estás manifestando tu pertenencia y tu permanencia en la Iglesia Católica. Cuando comulgas, estás significando tu unión no sólo con Cristo, sino también con la Iglesia.

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. El pecado nos hace ser miembros muertos o enfermos de ese cuerpo. La comunión, recibida en gracia, nos une al Cuerpo de Cristo como miembros vivos y sanos. Estamos en comunión.

 

La comunión, expresión de amor

Todos los domingos vemos familias completas que participan en la Misa y comulgan juntos. Su comunión es un signo, que se realiza, del amor de Dios y del amor por Dios.

Por amor, Cristo se nos da en la comunión, porque quiere estar con nosotros hasta el fin del mundo. Cuando la familia comulga, Cristo se hace presente en ese hogar, y todas las acciones familiares, todas, son acciones de Cristo.

Santa Teresita le pedía a su papá el “beso de Jesús” cuando éste regresaba de comulgar.

Familias católicas, ¡ámense con el amor de Cristo!, su amor se hará eterno como el de Él, y, como el de Él, todo lo perdonará.

Comulgar juntos es una expresión mutua de amor.

En México tenemos la bella tradición de celebrar todo con una Misa y acudimos a esas celebraciones como signo de amistad. Esa amistad se expresará mejor si no solamente “asistimos” a la Misa, sino también comulgamos con los que celebran.

Los esposos cristianos, los novios, tienen en la Misa y, de manera especial en la comunión eucarística, un medio muy efectivo de manifestarse su legítimo amor: “te amo tanto que comulgo contigo”.

La comunión eucarística se vuelve, también, un regalo al ser amado. Se acostumbraba, y todavía se usa, regalar al amigo un “ramillete espiritual” que consistía en las oraciones, obras buenas, Misas y comuniones que se ofrecían a Dios por la persona amada. “Hoy es tu cumpleaños y comulgué por ti”, es un regalo maravilloso que manifiesta un cariño muy especial.

 

La Comunión Pascual

La Comunión Pascual es, pues, un sabio mandato de la Iglesia a sus hijos, que nos obliga. Los padres de familia tienen la obligación de llevar a sus hijos a prepararse, mediante la confesión, para recibir la Comunión Pascual.

En la Ciudad de México se ha puesto como tiempo para cumplir con este mandato desde la Vigilia Pascual hasta el 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo.





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