Opinión: Arquidiócesis Primada de México ¿Desastre pastoral?
El nuevo Arzobispo de México llegará a una Arquidiócesis dinámica con una estructura pastoral que tomó años consolidar y fortalecer. Guillermo Gazanini El 21 de diciembre, el cardenal Norberto Rivera Carrera celebra el 32 aniversario de su consagración episcopal cuando en 1985 fue designado II obispo de Tehuacán. El 13 de junio de 1995 fue […]
- El nuevo Arzobispo de México llegará a una Arquidiócesis dinámica con una estructura pastoral que tomó años consolidar y fortalecer.
Guillermo Gazanini
El 21 de diciembre, el cardenal Norberto Rivera Carrera celebra el 32 aniversario de su consagración episcopal cuando en 1985 fue designado II obispo de Tehuacán. El 13 de junio de 1995 fue llamado a ser Arzobispo Primado de México y el 7 de diciembre de 2017, tras ser aceptada su renuncia al oficio, se da paso al análisis del gobierno de una Arquidiócesis compleja y desafiante que se prolongó por 22 años.
La Arquidiócesis Primada de México ha mantenido una progresiva estructuración para consolidar el objetivo esencial de evangelizar y proclamar la Buena Noticia. Cuando fue erigida, el 2 de septiembre de 1530, se hizo a la par de un choque de culturas antecedente a la nación mexicana. Capital y ombligo de este país, es complejidad en sí misma que vio en estos siglos el desmembramiento de su extensísimo territorio hasta que el 13 de enero de 1964, por voluntad del Papa Paulo VI, fue creada la diócesis de Tlalnepantla dando al territorio arquidiocesano la actual coincidencia con el mapa político del entonces Distrito Federal.
Juzgar el papel pastoral del último Arzobispo Primado de México, el cardenal Rivera Carrera, exige análisis acuciosos que no se agotan en la mera charla de café o en veinte minutos en hora estelar de televisión. Se puede estar de acuerdo o no con 22 años de ministerio, pero sería temerario aventurar prejuicios por conjeturas, fobias y animadversiones.
Cualquier analista avezado estaría francamente impresionado por la estructura actual de la Arquidiócesis cuya forma embrionaria inició en tiempos del Siervo de Dios Luis María Martínez Rodríguez (1881-1956). En abril de 1945, ordenó la celebración del primer sínodo diocesano para dar pautas sobre la readministración de la Arquidiócesis y la organización de la curia. Más adelante, y en este anhelo de transformación y de iglesia en salida, su sucesor, cardenal Miguel Darío Miranda Gómez (1895-1986), impulsó la Gran Misión de 1962 para sacudir el aislamiento de las parroquias y organismos arquidicesanos y romper esas burbujas de comodidad para ir al encuentro del otro. La Gran Misión sería el germen de la actual división territorial en ocho vicarías de pastoral.
Este camino sinodal tuvo empuje en la época del cardenal Ernesto Corripio Ahumada (1919-2008). En mayo de 1992, el inicio del II Sínodo Arquidiocesano apostó por la transformación de las comunidades parroquiales, religiosas y laicales para ser células evangelizadas y evangelizadoras e implicó el renovado encuentro y diálogo entre las culturas de la Ciudad de México además de la proyección de métodos eficientes y eficaces en la consecución de este ambicioso proyecto sinodal. La clave estuvo también en “poner al día” a la Arquidiócesis en dos líneas de acción bajo la corresponsabilidad pastoral: Comunión y Participación.
Norberto Rivera Carrera llegó a un territorio en franco entusiasmo por esta vía sinodal. Lo urgente sería el planteamiento de una organización y gobierno pastoral postsinodales para la Arquidiócesis de México. En 1998, seis años después del II Sínodo, el Arzobispo Primado de México decretó la vigencia de la nueva organización pastoral que buscó la descentralización del gobierno de la Iglesia local.
Estas dos décadas de gobierno pastoral fueron la prueba de fuego de aquél nuevo diseño de 1998. La curia del Arzobispado de México, instancia de gobierno desde donde se deciden las mejores vías para la evangelización de acuerdo a los destinatarios y culturas de la Ciudad de México, concentra fundamentalmente seis vicarías o dependencias que atienden asuntos administrativos, de economía general, justicia, de archivos históricos, la comunicación social y la relación con los medios de comunicación, además de la atención de las áreas específicas de pastoral, de agentes de evangelización, laicos y vida consagrada.
El despliegue importante de la pastoral arquidiocesana se muestra en la vicaría dedicada al respecto. Los detalles se entrevén en el amplio abanico de comisiones divididas en tres secretariados: De Pastoral Profética, de Pastoral Litúrgica y de Pastoral Social todos con proyectos comunes en bien de la Evangelización. Sería muy extenso detallar en este artículo las actividades que hacen de la Arquidiócesis de México un territorio en Misión Permanente; sin embargo, pueden destacarse los siguientes: la formación de equipos de pastoral bíblica, los proyectos de catequesis con niños, adultos y de personas discapacitadas, la formación y animación misionera, el diálogo con los principales promotores culturales, la atención a maestros y docentes, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, las actividades litúrgicas y la importancia de la parroquia como lugar de encuentro, el cuidado de los bienes culturales de la Iglesia y el arte litúrgico; el impulso a la religiosidad popular como riqueza y don de Dios; obras sociales para atender a personas en estado de emergencia, protección de ancianos, de mujeres en situación de violencia y marginación, acompañamiento a drogadictos, comedores comunitarios para pobres y el Banco de alimentos fundado por Cáritas Arquidiócesis de México en la central de abastos.
A lo anterior hay que sumar la especial atención a reos de los reclusorios y penitenciarias de la Ciudad de México a través del trabajo de la Comisión de pastoral penitenciaria o bien el acompañamiento que los órganos arquidiocesanos realizan en favor de los migrantes. En este sentido, y por tratarse de un asunto especialmente sensible, el trabajo en bien de las personas desplazadas de sus lugares de origen es complementado con la entrega de recursos de primera necesidad y de cuidado en las estaciones del Instituto Nacional de Migración. En el futuro, ante la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, se pretende fundar la primera capilla interreligiosa en un edificio aeroportuario que será capaz de atender a fieles y creyentes cuyo destino o salida sea el Valle de México.
Otro motivo de análisis del gobierno pastoral del cardenal Rivera Carrera es el cultivo de vocaciones en los tres seminarios para la formación de sacerdotes y el fortalecimiento de las tareas de los laicos destacando la pastoral familiar y la atención a la juventud. Los esfuerzos también se dirigen hacia su formación permanente y específica en centros especializados como la Universidad de la Arquidiócesis de México “Lumen Gentium” y en la Universidad Pontificia.
El nuevo Arzobispo de México llegará a una Arquidiócesis dinámica con una estructura pastoral que tomó años consolidar y fortalecer. En su escritorio tendrá un extenso y pormenorizado panorama de la Arquidiócesis Primada de México, hogar de casi 8 millones 900 mil personas. Entidad religiosa donde trabajan cerca de 2 mil 100 sacerdotes en una pastoral concentrada en 467 parroquias, donde están activas 212 congregaciones de vida apostólica, 38 monasterios de hermanas contemplativas, 76 congregaciones masculinas, trece institutos seculares; un territorio dividido en ocho vicarías con el mismo número de obispos auxiliares que semejan a pequeñas diócesis para mejor atención, administración y gobierno de la Iglesia obedeciendo a los criterios del Concilio Vaticano II.
La estructura y el servicio pastoral obedecen a estos trazos sinodales de los que el nuevo Arzobispo está familiarizado y llevará a cabo. Sería ingenuo e iluso, como se trata de hacer ver a la opinión pública, que el cardenal Aguiar vendrá a hacer nuevas todas las cosas para barrer con lo anterior. El camino de esta Arquidiócesis no se trata de encomiendas a partidos políticos o a hombres de derechas y de izquierdas y sí de profundos trazos históricos que no comenzaron con Norberto Rivera Carrera o Carlos Aguiar Retes; sin embargo, a ellos tocó formar y fortalecer, apretar tuercas donde la maquinaria esté desvencijada y reimpulsar las cosas para llevar a buen puerto el fin último de la Iglesia que supera a cualquier empresa o partido político.
Papa Francisco en 2013 mencionó este dicho: “Hace más ruido un árbol que cae que el bosque entero creciendo”. La Arquidiócesis es ese bosque que sigue creciendo a pesar de todos los que se empecinan en su crítica y destrucción. La etapa del cardenal Carlos Aguiar se abrirá con una mejor estructura, más sólida y especializada sin dejar de lado los problemas que necesitan de la urgente atención debido al cambio de época y al quiebre de paradigmas, pero no parte de cero. Por eso, los fatídicos agoreros se equivocan estrepitosamente cuando dicen que esta porción de la Iglesia católica es un desastre pastoral.