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¿Conoces los frutos del Espíritu Santo?

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Te sorprenderá saber cuál te hace falta

Silvana Ramos

Los frutos del Espíritu Santo no son algo propio, sino algo que el mismo Espíritu Santo forma en nosotros. Pero para que pueda formar estos frutos es necesario dejarlo entrar en nuestra vida. Es el Espíritu de Dios el que hará germinar desde dentro de nosotros aquellos frutos (resultados) que provienen de la unión y cercanía que tengamos con Dios. Los frutos del Espíritu Santo son 12. Te los explicamos a continuación:

1. Amor

“Sin amor nada soy, Señor”. Efectivamente, sin amor nada somos, porque el amor viene de Dios mismo y, sin Dios, pues eso: nada somos. Este amor fruto del Espíritu Santo refleja el amor del Padre y del Hijo, un amor inmenso, incondicional y personal.

2. Alegría

Es el gozo que experimentamos, fruto de tener a Dios en nuestras vidas. Es esa alegría de sabernos suyos y de estar cerca de Dios. Una alegría que no nos abandona ni en las situaciones más extremas, porque Dios vive en nosotros, porque no estamos solos, porque se quedó con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.

3. Paz

En Dios encontramos la calma que permite que nada nos turbe, ni siquiera en las circunstancias más extremas, ya que Él vive en nosotros, y su compañía hace que nada nos perturbe, pues Él ya venció a la muerte y al dolor.

4. Paciencia

La paciencia es el fruto que nos permite hacerle frente a la tristeza y al desánimo ante una situación que parece no terminar. Cultivar la paciencia sin Dios puede ser una tarea titánica, pero la presencia del Espíritu en nuestras vidas hace que esa paciencia brote y podamos enfrentarnos con confianza y calma a situaciones duraderas, incluso permanentes.

5. Perseverancia

Es esa fuerza que nos permite realizar un trabajo de larga duración sin decaer. Tal vez la conquista de una virtud o las propias vivencias que requieren que no desistamos, que continuemos, y si caemos, nos levantemos una y otra vez a continuar el camino trazado. Y por el otro lado a continuar con el bien de un trabajo, de una misión, de anuncio del reino de Dios que nos ha sido encomendado.

6. Benignidad

El Papa Francisco nos dijo: “Quien no conoce la ternura de Dios está perdido”. La benignidad habla de esa dulzura y ternura con la que Dios nos trata personalmente, y cómo en presencia de su Espíritu esta misma ternura brota de nosotros y nos permite relacionarnos con los demás con esa misma delicadeza, dulzura y ternura, reflejo de Dios.

7. Bondad



El amor de Dios es un amor que empuja a que salgamos al encuentro. El encuentro con Dios nos empuja irremediablemente a salir a encontrarnos con el otro y transmitir lo que nos ha sido dado. Nos empuja a un trato caritativo, bueno, especialmente con los más necesitados, física y espiritualmente.

8. Mansedumbre

Este fruto hoy en día es poco valorado. La mansedumbre se opone a la ira y al rencor, nos empuja a tratar siempre con bondad y ternura a los demás. Nos hace tratar con dulzura, en las palabras y en las acciones, la prepotencia de otros.

9. Fidelidad

Es ese permanecer constante al lado del amado. Buscamos cumplir nuestras promesas imitando al mismo Dios que cumple sus promesas con nosotros. Mediante la fidelidad comunicamos seguridad y permanencia, nuestras relaciones personales se afianzan y permanecen, nuestro amor se hace perdurable.

10. Modestia

Regula la manera conveniente y apropiada de presentarnos ante los demás. Más allá de la vestimenta (que la incluye) es mostrarnos a tiempo y destiempo, con respeto, caridad y pureza del alma. La modestia le huye a lo escandaloso y llama a la calma, al recogimiento y al respeto.

11. Templanza

Es ese fruto mediante el cual conquistamos la propia vida, nos hacemos dueños y señores de nuestra existencia, modulando nuestros sentimientos, nuestros apetitos, debilidades y optando siempre por el bien, incluso forzándonos a hacerlo.

12. Castidad

Este fruto permite conquistar la victoria sobre los apetitos de la carne. No se trata de reprimir nada, todo lo contrario, se trata de poder vivir en libertad y de manera ordenada la propia sexualidad. Sexualidad que tiene que ser movida por el amor y no por el deseo y la posesión.

Recuadro

“El Espíritu en Pentecostés impulsa con fuerza a asumir el compromiso de la misión para testimoniar el Evangelio por los caminos del mundo”

Papa emérito Benedicto XVI

Fuente: CatholicLink





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