Una oportunidad para la educación
En materia de educación, no debemos echar en saco roto lo ganado durante el confinamiento, especialmente con la experiencia de las clases a distancia.
Si la pandemia nos hizo retroceder en materia educativa, ¡que nos sirva para tomar vuelo! Ante la inminencia del regreso a clases presenciales de los niños y los jóvenes en nuestro país, la pregunta es: ¿cómo habremos de recomenzar alumnos, maestros y padres de familia?
Muchas escuelas ya realizan esfuerzos para cumplir con los requerimientos que demanda una nueva normalidad: desde el diseño de modelos híbridos de educación -que combinan clases presenciales y en línea-, hasta la adopción de medidas sanitarias pertinentes.
No deja de haber señales que nos advierten que debemos mantener los cuidados sanitarios pertinentes, como los casos de los menores que se han contagiado de Covid-19; sobre todo considerando que después de más de 15 meses de clases a distancia, los alumnos tienen la necesidad de cercanía y socialización.
Pero más allá de las condiciones que con suma creatividad están buscando implementar los centros escolares, toda la comunidad educativa, trabajando unida, habrá de ser el lubricante que permitirá al sistema educativo funcionar de manera óptima. Ante esta posibilidad nos ha colocado la pandemia, después de longevas inercias educativas que produjeron estancamientos.
Si la demanda hospitalaria puso de relieve la labor médica; las clases a distancia llevaron a muchos padres de familia a revalorar el rol docente, y viceversa, así como a distinguir entre el tipo de enseñanza que debe haber en las aulas y la que debe desarrollarse en casa, como la formación en valores y habilidades cognitivas.
Esta es una gran oportunidad para conformar un fuerte puente de colaboración entre padres y docentes. No debemos echar en saco roto lo ganado durante el confinamiento, especialmente con la experiencia de las clases a distancia.
Los hijos, por su parte, han podido darse cuenta de la importante función del padre y de la madre, ya sea por la falta de trabajo y la consiguiente angustia de llevar el pan a la mesa, o por el esfuerzo que implica cumplir con cargas de trabajo antes invisibles para ellos. No perdamos de vista que el ejemplo arrastra, y de éste hoy ha quedado total evidencia.
Si la pandemia nos cerró muchos espacios, hay algo que no pudo cerrar: el amor de Jesús, quien siempre estará dispuesto a ayudarnos para hacer nuevas todas las cosas. ¡Emprendamos el vuelo en materia de educación!