Sólo con educación y valores se puede ganar la batalla
Si el gobierno y la sociedad hacen lo que les corresponde, podemos augurar la mejor de las batallas contra los males que sufre el país.
México está por llegar al cuarto trimestre de 2022 en medio de un intenso debate sobre lo que sí y lo que no ha funcionado en la Estrategia Nacional de Seguridad Pública.
En diferentes foros se exhibe constantemente la dramática realidad ya de todos conocida: violencia, inseguridad, asesinatos, extorsiones, robo, trata de personas, crecimiento exponencial de grupos criminales y muchos otros males.
Tampoco han faltado las sugerencias hacia el Gobierno Federal en torno a lo que debería modificar para que las acciones de gobierno sean verdaderamente eficaces contra quienes tienen sometido al país; recomendaciones que van desde mejorar los servicios públicos, la innovación tecnológica y científica, instituciones más sólidas y mayor coordinación entre las mismas, entre otros.
Sin embargo, poco se ha dicho de lo que la Iglesia Católica ha venido evidenciando desde hace décadas: la violencia y la inseguridad en el país se deben a la pérdida de valores en la sociedad, valores que son cimiento de la convivencia pacífica.
Y es que, sin una firme promoción de valores como la honestidad, la responsabilidad, la verdad, el servicio, el respeto, la justicia, etc., la batalla está perdida. Sin ello, nada se puede hacer contra la violencia y la inseguridad, ni tampoco contra la corrupción que ha entrado en todas las instituciones, y es caldo de cultivo para que el crimen organizado siga propagándose como virus letal.
Para construir la paz se necesita cultivar los valores en todas las instituciones que tienen como misión procurar el bienestar de los mexicanos, desde la política, la economía, la educación, el deporte, etc. Por desgracia, es muy poco lo que se hace en este sentido.
Esta promoción de los valores debe pasar por todos los ámbitos, empezando por las familias, que ya no pueden seguir indiferentes esperando a que el gobierno cure este mal extendido. Urge que las familias asuman su papel de artesanos de paz, evitando en sus hogares el consumo de imágenes violentas de las series de televisión o el internet; generando un vocabulario sano y trato cordial entre sus miembros y fomentando sentimientos que no den cabida a la venganza.
Igual de importante es promover en la sociedad mesas de diálogo para la edificación de la paz, impulsar actividades lúdicas para niños y jóvenes que promuevan la convivencia pacífica y fomentar una cultura de la legalidad en lugar de buscar la justicia por su propia mano o el linchamiento, entre otras muchas acciones.
Estamos ante una emergencia que demanda de todos los mexicanos acciones concretas, inmediatas y vinculadas.
Por su parte, el gobierno y los políticos deben renunciar a crear ambientes de polarización, y comprometerse a convocar a mesas de diálogo a favor de México, por encima de intereses partidistas. Si el gobierno y la sociedad hacen lo que les corresponde, podemos augurar la mejor de las batallas contra los males que sufre el país.