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Plantemos semillas de paz

23 abril, 2023

México vive tiempos difíciles, con signos preocupantes de violencia, inseguridad, pobreza, violación a los derechos humanos, crimen organizado y otras plagas que dañan gravemente la convivencia social.

La Iglesia católica es una de las instituciones que mejor conoce el dolor de la gente porque su naturaleza la llama a ir en busca de las ovejas lastimadas: ancianos abandonados; enfermos desahuciados; migrantes e indígenas despojados de su dignidad; pobres, drogadictos, mujeres en situación de prostitución, personas vulnerables, familias afectadas… todos ellos son ovejas, cuyas heridas son atendidas de una u otra manera por la Iglesia de Jesucristo.

Ese es el mayor tesoro que tiene la Iglesia católica, y por lo tanto, no puede caber la desesperanza ni el desánimo en quienes la conforman; ninguna realidad de muerte, por más desoladora que parezca, la puede distraer de la misión que Jesucristo ha depositado en su Iglesia: anunciar la Buena Nueva dando la vida, si es necesario.

Los obispos mexicanos, reunidos esta semana en asamblea plenaria, nos recuerdan qué es lo que espera Jesús de nosotros en este momento de la historia, y lo han hecho con esa palabra de aliento que proviene del Espíritu Santo y que permite mirar claramente pese a la bruma del camino.

La Iglesia católica -como lo han dicho nuestros pastores- continuará trabajando para que la paz ocupe el lugar de la violencia, para que la rivalidad abra paso a la reconciliación y el egoísmo a la caridad, para que la unidad supere a la división, la verdad a la mentira, la justicia a la impunidad y la vida a la muerte.



En estos tiempos en los que se avecina una elección presidencial y se vive un clima de polarización, la Iglesia también está llamada a ser constructora de paz, erradicando cualquier actitud conflictiva y combativa; siendo arrojada, pero sin caer en provocaciones innecesarias, y siendo firme en sus señalamientos, pero cuidándose de no ofender a nadie, sino de procurar siempre la fraternidad.

La Iglesia tiene claro el camino para alcanzar la paz en México. Y está haciendo lo propio en cada diócesis, en cada provincia eclesial y a nivel del episcopado. Las iniciativas por la construcción de la paz, tales como los encuentros, diálogos, foros, conversatorios y demás acciones tras el asesinato de los dos sacerdotes jesuitas en la Sierra Tarahumara, son un ejemplo del compromiso que se tiene con México y con el pueblo de Dios.

Pero éstas son solo algunas de las muchas semillas que desde hace años la Iglesia viene sembrando en la sociedad mexicana, y que tarde o temprano comenzarán a dar frutos porque, estamos seguros, han caído en terreno fértil.

Es necesario regar estas semillas con el trabajo de todos para hacer que den fruto y es necesario que surjan más semillas de paz desde la sociedad, los gobiernos y los poderes político y económico. La tarea no es sencilla de realizar y requiere el compromiso de todos para trabajar en conjunto. Para que los mexicanos vivamos en un país en el que todos nos sintamos contentos, seguros y tengamos oportunidades para crecer y vivir mejor.





Autor

La redacción de Desde la fe está compuesta por sacerdotes y periodistas laicos especializados en diferentes materias como Filosofía, Teología, Espiritualidad, Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Historia de la Iglesia, Religiosidad Popular, Eclesiología, Humanidades, Pastoral y muchas otras. Desde hace 25 años, sacerdotes y laicos han trabajado de la mano en esta redacción para ofrecer los mejores contenidos a sus lectores. 

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