Día del padre: Oremos por los que están, los que se fueron, los ausentes
Es una realidad que, en muchos corazones, el Día del Padre no trae alegría, sino preguntas, tristeza o un anhelo no resuelto.
En este Día del Padre, queremos reconocer la grandeza, los desafíos y las múltiples formas en que se vive la paternidad en nuestro tiempo. No hay un solo tipo de padre, ni una sola manera de ser familia.
Están los padres presentes, amorosos, trabajadores, silenciosos. También los que fallecieron demasiado pronto, dejando una huella imborrable en el corazón de sus hijos. O los que abrazaron con valentía y fe una paternidad inesperada.
Otros más son los que, contra todo pronóstico, se vieron criando solos a sus hijos (el 0.5% de los 21.2 millones de hombres que son padres son solteros, de acuerdo con el INEGI).
También están las familias que cargan una herida profunda: la del abandono. Familias marcadas por un padre que se fue y dejó un vacío, o con un padre que estuvo presente, pero sin tiempo ni cariño, dejando hijos que crecieron con preguntas, con silencios, con ausencias que dolieron más que cualquier palabra, bajo la sombra de la indiferencia y heridas profundas.
Es una realidad que, en muchos corazones, el Día del Padre no trae alegría, sino preguntas, tristeza o un anhelo no resuelto.
A estos hijos e hijas, especialmente, queremos decirles hoy que no están solos. Dios, que se revela como Padre amoroso, no abandona jamás. Como dice el Salmo: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá” (Sal 27,10).
Un padre no solo provee, también consuela. No solo corrige, también guía con ternura. Un buen padre es testimonio de lo que San José fue para Jesús: protector, justo y silenciosamente presente, una imagen muy necesaria en un momento en el que tantos niños y jóvenes caminan sin rumbo, sin una figura que les ayude a distinguir el bien del mal, sin una voz que les diga con firmeza y amor: “aquí estoy, hijo”.
Por eso, este día es también momento de oración. Oremos por todos los padres del mundo: por los que aman, los que luchan, los que educan y también por los que se han equivocado o alejado. Que encuentren en Dios el camino para regresar. Oremos por los hombres que temen ser padres, para que descubran que la paternidad es una vocación noble, una bendición y no una carga. Oremos por los que hoy viven su paternidad en el dolor, en la soledad o en la distancia.
Pidamos con fe que los hombres que ya son padres comprendan que su mayor legado no será el éxito, ni los bienes materiales, sino la huella que dejen en el corazón y en la conciencia de sus hijos.
Y pidamos para que los hijos con un corazón herido encuentren consuelo. Que cada hijo sin padre recuerde que tiene un Padre que nunca abandona. “Yo seré para ustedes padre, y ustedes serán para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso.”, (2 Corintios 6,18). Esa promesa es para ti, especialmente si este día te encuentra con dolor o en soledad.