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¿Qué hacemos con nuestros jóvenes violentos?

La violencia se ha normalizado hasta convertirse en parte de la vida cotidiana de nuestros jóvenes. ¿Qué podemos hacer para revertirlo?

17 septiembre, 2023
¿Qué hacemos con nuestros jóvenes violentos?
Pelea de jóvenes / Foto: Especial

Esta semana se hicieron virales algunos videos de peleas sumamente violentas entre jóvenes. Al menos en dos de estos casos, las víctimas terminaron hospitalizadas por la gravedad de las lesiones ocasionadas por los golpes propinados, incluso con bates de béisbol. Lamentablemente, la violencia se ha normalizado hasta convertirse en parte de la vida cotidiana de nuestros jóvenes.

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El fenómeno tiene una causa multifactorial, que va desde una severa desatención por parte de los padres de familia, hasta la exposición continua a contenidos violentos, la pérdida de los valores fundamentales o el deseo de pertenencia o de protagonismo en redes sociales. Es una dolorosa realidad en la que todos hemos colaborado, quizás sin percatarnos.

Revertir el problema será muy a largo plazo; mientras tanto, seguiremos viendo brutales golpizas de jóvenes, que se atreven a coartar la vida de otros, y que terminan huyendo para agazaparse detrás de sus padres, sin el mínimo sentido de responsabilidad de las consecuencias de sus actos. 

Pero, ¿qué podemos esperar cuando escuchamos de nuestras máximas autoridades de gobierno una constante violencia verbal hacia quienes ejercen su misma vocación? Ellos deberían ser un ejemplo de respeto y tolerancia, para mostrar a sus gobernados que la política es un verdadero servicio encaminado al bien de la familia humana, por encima de cualquier animadversión. 

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Algo también anda muy mal en las familias cuando, a pesar de haber tenido una buena educación en los valores, los hijos colocan la violencia por encima de estos, tal vez deslumbrados por un afán de protagonismo, por pertenecer a algún grupo, por llamar la atención de los mismos padres, que no han acertado a poner límites. Porque los jóvenes necesitan de límites, oportunos y precisos, para caminar por la vida de forma segura. 

Son los padres quienes también permiten, muchas veces sin darse cuenta, que sus hijos tengan una exposición continua y prolongada de contenidos violentos, desde los videojuegos, donde gana quien mata a más personas; la música que hace apología del crimen; series de streaming en las que los delincuentes son los grandes héroes -por encima de los guardianes del orden-, o videos de las redes sociales o noticiarios donde incluso la justicia por propia mano es ensalzada. Todo ello ha abonado a que la violencia sea algo normal en ellos, al grado de justificarla y practicarla.

“¡No se vuelvan a meter con nosotros!”, dice un joven a otro, que yace tirado inconsciente en el suelo, en una de las peleas que se viralizó esta semana. Y es que, hoy, la violencia es sinónimo de poder y de admiración, algo de lo que nuestros jóvenes están deseosos ante el gran vacío que experimentan en su interior. 

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Aquí no caben las estrategias tan severas como efímeras. Tampoco podemos esperar que el cambio total venga desde las autoridades. Las familias deben tener muy claro que el futuro del país se construye desde nuestros niños y jóvenes, y que éste no será de un día para otro, sino de manera progresiva, pero firme, tal como los apóstoles construyeron la Iglesia. 

Debemos enseñar a nuestros jóvenes que el mal sólo se termina con la abundancia del bien, y que cada decisión que tomen tiene una consecuencia, buena o mala, para su vida. El futuro lo construyen ellos, y lo que menos queremos es un futuro violento.



Autor

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