No relajemos la disciplina
Nos encontramos en un momento decisivo para definir nuestro futuro inmediato. Estamos enfrentando los días con más cantidad de contagios y fallecimientos.
Los meses de distanciamiento social y de disminución de actividades ordinarias no han sido fáciles ni agradables.
Surgen notables muestras de disciplina e ingenio; florecen habilidades domésticas, y se renuevan prácticas higiénicas que nunca debieron descuidarse.
Leer. La paciencia todo lo alcanza
Es notable y heroica la entrega y dedicación del personal médico y sanitario, así como de servicios básicos, que han sostenido el ritmo de la ciudad: nunca terminaremos de agradecerles.
También germinaron nuevamente la solidaridad y la generosidad, como en otras grandes emergencias, aunque, ciertamente, están los que han ninguneado el tamaño y efecto de la pandemia.
Sin embargo, es preciso destacar que, como sociedad y como individuos, tenemos capacidad de adaptación, de superar riesgos y peligros tremendos. No sabemos quedarnos cruzados de brazos para abandonarnos a la fatalidad.
Hoy queremos recordar que nos encontramos en un momento decisivo para definir nuestro futuro inmediato. Estamos enfrentando los días con más cantidad de contagios y fallecimientos.
Es inevitable que en estos momentos surja una pregunta urgente, necesaria, inquietante y ansiosa: ¿hasta cuándo será todo esto?
Pero más allá de una fecha precisa o de una guía de retorno a lo habitual, en este momento hay que recordar la principal instrucción: quédate en casa, y sólo sal para lo estrictamente necesario.
A reserva de lo que los especialistas propongan desde su propia trinchera, nuestra propuesta es que, como sociedad, mantengamos una disciplina estable, un conocimiento veraz, una organización social independiente, y un profundo trabajo espiritual, confiando en el poder de Jesucristo y en la protección de Nuestra Santísima Madre de Guadalupe.
Aceptemos que gracias a que gran parte de la población sigue respondiendo positivamente, los números de la crisis no han sido mayores.
En esta última semana de Pascua y de cara a la fiesta de Pentecostés, pidamos al Espíritu Santo su guía y fortaleza para hacer lo que nos corresponde en este momento tan delicado. Ahora es cuando debemos ser más disciplinados y no relajar lo que, como sociedad, como familia o individuos, hemos avanzado.