No puede haber tolerancia al odio y a la violencia
En una sociedad no puede haber tolerancia al odio y a la violencia.
Quizá el don más grande que tiene el ser humano es la libertad. Nuestra cultura ha conquistado importantes derechos relativos al ejercicio de la libertad y al respeto de la individualidad de cada ser humano. En principio, cada uno puede elegir lo que quiera, mientras no atente contra los derechos y garantías de los demás. Pero un sistema regulatorio que defienda los derechos individuales y sociales, aunque es indispensable, no basta.
La libertad de un individuo no encuentra en sí misma el rumbo y el sentido de su actuar. No es suficiente saber que uno mismo puede elegir lo que sea, sino que es necesario saber qué elegir, qué es lo bueno, qué es lo conveniente, qué es lo constructivo.
Sin embargo, la libertad nunca debe ser regulada por sistemas represivos y totalitarios. El reconocimiento y el respeto de la autonomía de cada ser humano capaz de decidir responsablemente es fundamental.
De manera especial, cada ser humano tiene que ser conducido para descubrir que el egoísmo no hace feliz y que hay que someter los impulsos de violencia y destrucción. La vida humana encuentra sentido cuando se escoge aquello que contribuye al bien de los demás.
Las terribles y lamentables muertes de Ingrid Escamilla y la niña Fátima ‘N’ son crímenes individuales y sociales. Son hechos atroces, relacionados con todos los actos de feminicidio y violencia contra la mujer; al mismo tiempo se asocian al estado de violencia que vive nuestra sociedad: a la impunidad, a la desigualdad, a los homicidios, a los secuestros, a los asaltos, a las extorsiones, a la transa de todos los días, a la agresividad cotidiana de muchos, etcétera; hechos que son incontables.
Es necesario fortalecer las instituciones, como las familias, los centros educativos, las comunidades de fe, que contribuyen a educar el corazón del ser humano, respetando la libertad al mismo tiempo.
En una sociedad como la nuestra no puede haber tolerancia al odio y a la violencia. Se debe garantizar la vida y la integridad de cada persona. Es imperioso que esta ola de crímenes y violencia se contrarresten con una cultura de prevención, de respeto y de amor al prójimo.
Por lo tanto, es también maravilloso que haya mujeres que, con su compromiso y su activismo, nos ayuden a despertar nuestra conciencia de que el rumbo de la libertad se define por el respeto a la dignidad de toda vida.