No más ofensas a la dignidad humana
No podemos permanecer de brazos cruzados y en silencio ante las ofensas a la dignidad humana de los migrantes y de todos aquellos que son vulnerables.
Hace más de 2 mil años, la amenaza de muerte de Herodes para matar al Niño Dios, obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto (Mateo 2, 13-14), en busca de un lugar seguro, un hecho que convirtió a Jesús en un migrante forzado.
Esta historia se repite en la actualidad como una realidad a nivel mundial: el exilio obligado de millones de personas que, por distintas razones, recorren miles de kilómetros apostándolo todo, en lugar de permanecer en la desesperanza que les rodea en sus lugares de origen.
En México, según el Instituto Nacional de Migración (INM), entre enero y mayo de 2024 se detectaron casi 1.4 millones de “personas en situación migratoria irregular”, provenientes de 77 países. Un fenómeno en aumento.
Los recientes sucesos en Chiapas nos duelen, pues cada migrante es un hijo de Dios que enfrenta realidades adversas, algunas de ellas desgarradoras, que los hacen vulnerables.
Duele saber que esa vulnerabilidad los pone en la mira del crimen organizado y los hace objeto de abusos de las autoridades, como ocurrió en el suceso que derivó en la muerte de varios migrantes durante un operativo militar.
¿Dónde está la dignidad de la persona cuando se les mata solo por parecer sospechosos?, ¿dónde está la dignidad de la persona cuando la ley de las balas se impone sobre el uso de la razón?
¿Qué cambiará después de este trágico hecho que terminó con la vida de seis personas? ¿Todo seguirá igual?
Nos sumamos como Iglesia para pedir a las autoridades correspondientes que realicen una investigación a fondo de este hecho y además al Estado mexicano que analice la presencia de las fuerzas militares en materia de control y revisión migratoria.
Cada ser humano posee una dignidad inalienable y los migrantes no son menos dignos que cualquier otra persona, sin importar raza, género, estatus, edad o creencias.
En su encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos dice que “la llegada de aquellos que son diferentes puede ser un regalo” que enriquece nuestras comunidades y sociedades. “Cada ser humano tiene el derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse plenamente”.
Como Iglesia, creemos en una solución que incluya el acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes. Creemos que cada encuentro con ellos es una oportunidad para reconocer y encontrar a Cristo mismo.
Hace 2 mil años, la Sagrada Familia encontró refugio en medio de la adversidad. Hoy, familias enteras siguen buscando ese hogar seguro. No podemos permanecer de brazos cruzados y en silencio ante las ofensas a la dignidad humana de los migrantes y de todos aquellos que son vulnerables. Hacemos un llamado para que nuestro compromiso con ellos sea una luz que ilumine su oscuridad.