Este domingo celebramos la III Jornada de los Abuelos y de los Mayores convocada por el Papa Francisco, y cuyo objetivo es visibilizar y concientizar sobre las problemáticas que sufre este sector, así como cerrar filas a favor de ellos. En México, según el INEGI, en el 2022 había casi 18 millones de personas de 60 años y más, lo que representa 14% de la población total del país.
Actualmente, millones de adultos mayores continúan buscando la manera de sobrevivir a través de actividades relacionadas principalmente con el campo, el comercio -muchos de ellos de manera informal- u ofreciendo algún tipo de servicio desde casa. Y es que, gran parte de nuestros ancianos son aún el soporte económico de la familia o han dejado de recibir ayuda de sus hijos.
Pero éste no es el único flagelo que los lastima, pues a él se suma la soledad, que enferma su salud mental, y que demanda de ellos un esfuerzo heroico para cubrir dignamente sus necesidades básicas. Es, la soledad, un drama, pero también una paradoja en medio de un mundo hiperconectado, donde ellos son los descartados.
También está el maltrato que atenta contra su integridad, con graves consecuencias físicas, emocionales y psicológicas. Lo mismo que la dependencia de otros, la falta de protección jurídica en sus propiedades, la vulnerabilidad ante la inseguridad, la marginación, y una larga lista de situaciones adversas.
La Iglesia Católica, fiel al mandato del Señor, a través de la Pastoral Familiar tiene a los ancianos como una de sus prioridades para que no terminen relegados a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente, sino que sigan siendo los custodios de la memoria de la historia y de la sabiduría.
Pero esto no basta, y es por ello que el Papa Francisco nos pide cada año hacer conciencia de esta necesidad, y realizar gestos concretos para abrazar a los abuelos y a los ancianos. Pues -como él dice- su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces.
Este año, el Santo Padre nos recuerda, y le recuerda a nuestros ancianos, que el tiempo tiene que ser vivido en su plenitud, porque las realidades más grandes y los sueños más hermosos no se realizan en un momento, sino a través del crecimiento y la maduración; en este sentido, nos pide no hacer hincapié en las fuerzas que decaen ni lamentarnos por las ocasiones perdidas, sino mirar hacia adelante con ellos.
Tanto la Iglesia como la sociedad necesitan de sus ancianos. “Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”, nos pide el Papa en esta tercera jornada. Hoy más que nunca, México necesita de sus ancianos, que entregan al presente su pasado, tan necesario para construir nuestro futuro.
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