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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa del 4 de febrero 2024 y comentario al Evangelio

No hay instante en el que no haya algo que hacer para dar gloria a Dios y servir a los hombres.

1 febrero, 2024

Estas son las lecturas de la Misa dominical del 4 de febrero 2024

Primera lectura

Lectura del libro de Job  (Jb 7, 1-4. 6-7)

En aquel día, Job tomó la palabra y dijo: “La vida del hombre en la tierra es visa de soldado y sus días, como días de un jornalero. Como el esclavo suspira en vano por la sombra y el jornalero se queda aguardando su salario, así me han tocado en suerte meses de infortunio y se me han asignado noches de dolor.

Al acostarme, pienso: ‘¿Cuándo será de día?’ La noche se alarga y me canso de dar vueltas hasta que amanece. Mis días corren más aprisa que una lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerda, Señor, que mi vida es un soplo. Mis ojos no volverán a ver la dicha”.

Segunda lectura

Corintios (1 Cor 9, 16-19. 22-23)

Hermanos: No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión. Entonces, ¿en qué consiste mi recompensa? Consiste en predicar el Evangelio gratis, renunciando al derecho que tengo a vivir de la predicación.

Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según san Marcos (Mc 1, 29-39)

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Comentario al Evangelio: Los lugares y los tiempos de Jesús

En su inicio, el evangelio según san Marcos nos presenta las acciones de Jesús desarrollándose en el tiempo y en el espacio. Todo queda impregnado por su presencia misteriosa, en la que late el amor divino y su designio de salvación. Por la mañana, Jesús está en la sinagoga y después se dirige a la casa de Simón. Al atardecer atiende a los necesitados que le presentan. De madrugada sale de la casa y se dirige a un lugar solitario para orar. Después dice a quienes lo buscaban que deben dirigirse a los pueblos cercanos. 

El día completo es un ciclo evangelizador. No hay instante en el que no haya algo que hacer para dar gloria a Dios y servir a los hombres. Los lugares son significativos: la sinagoga, donde se encuentran como pueblo los miembros del pueblo de Dios para escuchar y escrutar la palabra de Dios; la casa, donde se desarrolla la vida ordinaria y se interactúa con las necesidades humanas ordinarias; un rincón silencioso, donde es posible entrar en intimidad para la oración; el horizonte de los pueblos cercanos, inmediatos destinatarios del mensaje, desde los cuales la mirada se dilata para alcanzar a todos los pueblos. 

Las acciones realizadas en estos lugares abren el espectro de la salvación, desde lo más institucional, como la sinagoga, hasta lo más personal e íntimo, pasando por lo ordinario de los intercambios sociales. Se participa con responsabilidad en los espacios públicos, se ayuda al prójimo en los espacios de intercambio social, se fortalece interiormente en la intimidad. Todo marcado por la primacía de Dios en la vida y el sentido del testimonio y misión ante los demás. Hay palabras que se anuncian, gestos sanadores que se ejecutan, liberación de las fuerzas del mal que oprimen, vinculación decisiva con Dios, todo impregnando del bien divino los espacios y los tiempos de las personas y las comunidades. 

Lo que Cristo hizo y vivió es lo mismo que cada discípulo y la Iglesia en su conjunto están llamados a reproducir. En nuestros gestos, en nuestros sentimientos, en nuestro modo de hablar, en la distribución de nuestros ámbitos, lo ordinario es donde nuestra fe se actualiza y desde donde se participa en el júbilo del Evangelio. Nuestros tiempos y espacios están consagrados a Dios. Para santificar y gozar de la dicha que Él nos confiere.