El trauma en el cuerpo

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COLUMNA

Columna invitada

Ante la tragedia en Torreón, todos somos responsables

Es urgente una acción comprometida y constante, adecuada a la realidad que hoy en día vivimos en la Familia. Educar desde el hogar y la escuela.

10 enero, 2020
Pocas noticias logran conmover a la opinión pública. Todos los días despertamos y anochecemos con hechos violentos que, al ser tan comunes, ya nos parecen cotidianos y hasta normales. Pero cuando se trata de un pequeño que a los 11 años de edad lleva armas a su escuela, dispara, hiere a algunos, priva de la vida a su maestra y se quita la vida, la sensibilidad regresa a nuestras conciencias y nos exige reflexionar, porque algo no estamos haciendo bien. Eso sucedió este viernes en el Colegio Cervantes de Torreón, y de inmediato surgen infinidad de hipótesis intentando encontrar explicaciones de la desafortunada conducta del niño y también a los culpables de su terrible decisión. Habrá muchas conjeturas al conocer su realidad: madre fallecida, padre ausente, quizá poca supervisión en sus actividades y sus juegos o tal vez -¿por qué no?- gritaba auxilio en silencio y no fue escuchado a tiempo. El pequeño victimario fue antes víctima de su entorno y de las circunstancias.  Leer: La Iglesia pide unirnos en oración tras el trágico tiroteo en Torreón  Lo cierto es que todos somos un poco culpables de lo que sucedió en Torreón. Somos testigos de la descomposición social que vivimos, olvidando que “la violencia que se vive en las calles inició en una casa”. ¿Qué se puede esperar de una sociedad que durante años ha recibido el mensaje equivocado a través de medios de comunicación, video juegos, canciones, series y películas, donde se exalta la figura del personaje osado, cínico o ladrón, si no recibe la adecuada formación en valores? Algunos nos hemos concretado a denunciar los ataques a la familia, señalar las leyes adversas y la intromisión del estado en el derecho de los padres para educar a sus hijos. Pero esto no ha sido suficiente. Es urgente una acción comprometida y constante, adecuada a la realidad que hoy en día vivimos en la Familia. Educar desde el hogar y la escuela, mirar con ojos de misericordia y actitud de ayuda a todas esas familias, incluyendo a las que viven en situaciones especiales, para poder dar respuesta a sus necesidades. No es una solución inmediata, pero sí la más efectiva, porque sólo a través de la educación que pone en el centro a la persona lograremos ser y trascender en generaciones con una visión más humana y trascendente. Su Santidad Francisco ha hecho un llamado a los diferentes responsables de la Educación para lograr un Pacto Educativo con el objetivo de “reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”. Los padres de familia naturalmente amamos a nuestros hijos y deseamos para ellos lo mejor, pero ante tanta confusión y relativismo, muchas veces perdemos el rumbo del verdadero amor que busca el bien trascendente. Pienso en el profundo dolor de la familia del pequeño, que fue capaz de asesinar a su maestra y compañeros para privarse después de la vida a tan corta edad… y siento el impulso de pedirles perdón porque todos somos culpables por nuestra indiferencia a trabajar por la Familia. Mi más sentido pésame a ellos, a los familiares de la maestra y de las demás víctimas y a la comunidad del Colegio Cervantes de Torreón. Que este hecho remueva nuestras conciencias para un compromiso constante de trabajo en favor de la familia y la educación, para “ahogar el mal en abundancia de bien” *La autora fue presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia. Actualmente preside la Alianza Iberoamericana de la Familia. Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
POR:
Autor

Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos. 

Pocas noticias logran conmover a la opinión pública. Todos los días despertamos y anochecemos con hechos violentos que, al ser tan comunes, ya nos parecen cotidianos y hasta normales.

Pero cuando se trata de un pequeño que a los 11 años de edad lleva armas a su escuela, dispara, hiere a algunos, priva de la vida a su maestra y se quita la vida, la sensibilidad regresa a nuestras conciencias y nos exige reflexionar, porque algo no estamos haciendo bien.

Eso sucedió este viernes en el Colegio Cervantes de Torreón, y de inmediato surgen infinidad de hipótesis intentando encontrar explicaciones de la desafortunada conducta del niño y también a los culpables de su terrible decisión.

Habrá muchas conjeturas al conocer su realidad: madre fallecida, padre ausente, quizá poca supervisión en sus actividades y sus juegos o tal vez -¿por qué no?- gritaba auxilio en silencio y no fue escuchado a tiempo. El pequeño victimario fue antes víctima de su entorno y de las circunstancias. 

Lo cierto es que todos somos un poco culpables de lo que sucedió en Torreón. Somos testigos de la descomposición social que vivimos, olvidando que “la violencia que se vive en las calles inició en una casa”.

¿Qué se puede esperar de una sociedad que durante años ha recibido el mensaje equivocado a través de medios de comunicación, video juegos, canciones, series y películas, donde se exalta la figura del personaje osado, cínico o ladrón, si no recibe la adecuada formación en valores?

Algunos nos hemos concretado a denunciar los ataques a la familia, señalar las leyes adversas y la intromisión del estado en el derecho de los padres para educar a sus hijos. Pero esto no ha sido suficiente.

Es urgente una acción comprometida y constante, adecuada a la realidad que hoy en día vivimos en la Familia. Educar desde el hogar y la escuela, mirar con ojos de misericordia y actitud de ayuda a todas esas familias, incluyendo a las que viven en situaciones especiales, para poder dar respuesta a sus necesidades.

No es una solución inmediata, pero sí la más efectiva, porque sólo a través de la educación que pone en el centro a la persona lograremos ser y trascender en generaciones con una visión más humana y trascendente.

Su Santidad Francisco ha hecho un llamado a los diferentes responsables de la Educación para lograr un Pacto Educativo con el objetivo de “reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”.

Los padres de familia naturalmente amamos a nuestros hijos y deseamos para ellos lo mejor, pero ante tanta confusión y relativismo, muchas veces perdemos el rumbo del verdadero amor que busca el bien trascendente.

Pienso en el profundo dolor de la familia del pequeño, que fue capaz de asesinar a su maestra y compañeros para privarse después de la vida a tan corta edad… y siento el impulso de pedirles perdón porque todos somos culpables por nuestra indiferencia a trabajar por la Familia.

Mi más sentido pésame a ellos, a los familiares de la maestra y de las demás víctimas y a la comunidad del Colegio Cervantes de Torreón.

Que este hecho remueva nuestras conciencias para un compromiso constante de trabajo en favor de la familia y la educación, para “ahogar el mal en abundancia de bien”

*La autora fue presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia. Actualmente preside la Alianza Iberoamericana de la Familia.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.


Autor

Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.