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¿Quiénes son y qué piensan los próximos sacerdotes de la Arquidiócesis de México?

  • Desde la fe se dio a la tarea de entrevistar a los 14 diáconos que serán ordenados presbíteros en la víspera de la Fiesta de Pentecostés en la Basílica de Guadalupe.

 

DLF Redacción

 

El diácono Marco Antonio Ramírez Chávez es uno de los 14 diáconos que el próximo sábado 19 de mayo, vísperas de Pentecostés, serán ordenados presbíteros para la Arquidiócesis de México. En entrevista para Desde la fe, Marco Antonio imagina cómo podría ser un día de su vida como sacerdote: “El día debe iniciar con el encuentro con Dios en la oración de la Cruz y después la celebración de la Eucaristía; no puede faltar el rezo de los Laúdes con la comunidad y también el Santo Rosario. Ya alimentado de Dios, también hay que alimentar el cuerpo con un rico desayuno para poder atender a los fieles o visitar enfermos, y regresar a la capilla a orar y dar gracias por esa mañana de encuentro. Después de comer quizás tenga tiempo para la lectura de un libro, pero sin duda debo darme espacio para convivir con algún grupo parroquial. No puede faltar la llamada rápida a mamá para saber cómo sigue de su presión y si se ha tomado la medicina. Después de la Misa de la tarde y el rezo de la liturgia, un merecido descanso, no sin antes revisar los pendientes de la parroquia. Antes de dormir, mi examen de consciencia y ahora sí a descansar, que el siguiente día estará también lleno de Dios”.

Marco Antonio es consciente de que a partir del próximo fin de semana, luego de que el Card. Carlos Aguiar Retes le confiera el orden presbiteral, su vida cambiará radicalmente, pues entonces será sacerdote para siempre. Como el diácono Felipe Chávez Meléndez, quien se sabe –como dice la Carta a los Hebreos– un hombre sacado por Dios de entre sus hermanos para ser puente en doble sentido: unir a Dios con los hombres y unir a los hombre a Dios.

Al diácono Carlos Alcázar Castillo, por ejemplo, le agrada la idea de vivir en comunidad como lo ha planteado el Arzobispo Primado conforme al esquema de las Unidades Pastorales, aunque también afirma que esto implica un reto singular: “el seminario nos forma para ser pastores, y muchas veces necesitamos fortalecer nuestra relación fraterna y vida común; esto es un reto, más que de aprendizaje, de resignificación; ser semilla de comunión en una ciudad dispersa, ser presencia fraterna en la oración, el apostolado y la vida común, en un espacio donde se tiende al individualismo y la competitividad. Ser comunión, más allá de sólo ser una invitación del Señor Cardenal, es una propuesta presente en mi vida de fe y en mi respuesta vocacional hacia el sacerdocio”.

El Card. Carlos Aguiar Retes ha llamado también a fortalecer los Consejos de Asuntos Económicos para que la Iglesia tenga lo necesario a fin de desarrollar sus diferentes pastorales. En este sentido, el diácono Alberto Vázquez Andonaegui coincide en “que los bienes materiales son sólo medios temporales y deben ayudar a la edificación del hombre, mientras que el poder debe ser sólo una vía para servir a la comunidad, sobre todo a los más vulnerables y pobres al estilo de Cristo Rey”.

Sobre el tema del celibato, que para algunas personas es la causa de los abusos sexuales que han cometido algunos malos sacerdotes, el diácono Roberto Rojo Botello deja en claro: “Creo que cada abuso es un delito y también una afrenta grave hacia Dios. Por lo mismo ha de tratarse el tema con más profundidad y seriedad, no solamente con base en ‘lo que se dice’. Pensar que la causa es el celibato es reducir el problema, dejando de lado muchos casos sin atención, sin protección, pues la mayoría de los abusos se dan en un contexto intrafamiliar, y esto es un dato duro en las estadísticas de este tema”.

Y añade: “La causa real es un desorden en el abusador que puede ser desde el nivel de los hábitos, la formación humana, la formación espiritual, o en un nivel psiquiátrico. El celibato y el ejercicio de la sexualidad son dones que Dios da para una  entrega estable en el amor, con la finalidad del bien de uno y del otro, para una vida plena y no solamente para el placer. Para vivir estos dones se requiere formación humana y de fe, trabajo interior y ayuda, y es indispensable el don sobrenatural, que haga de ellos camino de plenitud y no de frustración”.

Por otra parte, al diácono Leonel Velasco Salazar le preguntamos sobre el tipo de comunidad en que le gustaría desempeñar su ministerio, y no dudó en contestar que en cualquiera en la que pueda trabajar a favor de la comunidad, pues tras ser ordenado el próximo sábado, buscará responder a cada una de las exigencias que reclama la vida pastoral en favor del pueblo santo de Dios.

Lo mismo opina el diácono Marcos Perdomo Montoya, quien es consciente de la necesidad que tienen los fieles de ser escuchados por los ministros consagrados, así como de contar con instrucción en la vida del espíritu y la parte sacramental. “Hay una gran necesidad –dice– por parte de los fieles de encontrar en los sacerdotes a hombres de Dios”.



En este tenor, el diácono David Nájera Robles se imagina así un día sin sacerdotes: “Creo que sería un mundo sin la guía ni la presencia real de Cristo. Sin el perdón de los pecados ni la guía de Dios. Sería un mundo triste, solitario y desolado, que resultaría en un abandono de Dios a sus hijos, además de muchas implicaciones históricas, puesto que los sacerdotes mantuvieron y realizaron muchas obras que hoy en día son comunes, como el arte, la poesía, las escuelas, etc.”

–¿Cuál es mayor de tus miedos como sacerdote y cómo lo enfrentas? –se le preguntó al diácono Beni Bertrand Emerusabe, quien fue contundente al responder: “El mayor de mis miedos como sacerdote es acostumbrarme a lo sagrado; es decir, llegar algún día a celebrar en automático sin  vivir verdadera e intensamente el misterio que celebramos. Lo enfrento buscando tener momentos privilegiados de oración y de silencio habitado, en la presencia de Cristo sacramentado, y escuchando a testigos, santos y hermanos mayores que son signos  vivos del “Permanecer en y con Jesucristo”.

En otro orden de ideas, para el diácono Juan Pedro Herrera, la Iglesia en la Ciudad de México tiene grandes retos, y es que, ante una mentalidad líquida, la Iglesia está llamada a actuar con solidez. “Creo que el reto más grande que tiene la Iglesia en la ciudad es no dejarse llevar por la vorágine de esta mentalidad, sino ser ancla de sustento y pilar de fortaleza en donde la Fe, la Esperanza y el Amor sean carta de presentación ante la realidad que se vive en nuestra ciudad”.

La ordenación sacerdotal de estos 14 diáconos tendrá lugar en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe el siguiente sábado, en punto de las 17:00 horas, y, en este sentido, los próximos neopresbíteros saben que son pocos los que tienen el privilegio de ser ordenados a los pies de la Morenita del Tepeyac.

Al respecto, el diácono José Alfredo Reyes asegura que para él esto tiene una gran importancia, “ya que fue ahí mismo donde me sentí llamado a la vocación sacerdotal. Es como regresar a mi ‘Galilea’, donde todo comenzó. Además, la Virgen me ha acompañado a lo largo de estos años de formación; es allí donde el Señor me hará su sacerdote para el servicio de su pueblo santo; allí donde consagraré este servicio a su maternal cuidado. Así que el significado es grande, el Señor ratifica su elección en el lugar donde Él me miró”.

En tanto, el diácono Salvador Romero Moreno desea dirigirse en este momento principalmente a los jóvenes: “Esta nueva etapa que estamos por comenzar mis compañeros y yo, es una etapa que implica mucho esfuerzo, pero que de verdad vale la pena cuando quieres ponerte al servicio del pueblo de Dios. Tenemos ahora una nueva encomienda, y es la de dar testimonio:  como pastores, tenemos la obligación de “primerear” con el testimonio. Así que no tengan miedo y caminemos juntos por la causa de Cristo, que sea Él quien nos motive a anunciar su Palabra con nuestras propias acciones, y si sientes el llamado de seguirle en la vida religiosa, o en el sacerdocio ¡anímate a decirle Sí! Y síguelo sin miedo, poniendo toda tu confianza en Él”.

Y ante esta gran responsabilidad, el diácono Antonio Cuarenta Cerda hace un llamado a los lectores del semanario Desde la fe a acompañarlos con la oración constante: “Somos pastores que necesitamos de la oración del pueblo de Dios, nuestra identidad reside en que somos hombres llamados dentro del pueblo de Dios y Cristo nos participa de su sacerdocio para conducir a su pueblo hacia la salvación por Él obrada en el Ministerio Pascual. Caminamos juntos, somos peregrinos del mismo camino, unidos en la oración, celebrando y viviendo los misterios de nuestra fe”.

PREGUNTA: Diácono Eduardo López, ¿Y tú cómo te imaginas siendo sacerdote en veinte años?

RESPUESTA: ¡Como un sacerdote feliz!





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