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Profundo análisis en “La Espiritualidad de la devoción guadalupana” de Mons. Enrique Glennie

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Carlos Villa Roiz

“La Virgen de Guadalupe ha sido lazo de unión en la fe para todos los pueblos de América, que la veneran y la reconocen como patrona y emperatriz”, señaló Mons. Enrique Glennie Graue , Rector de la Basílica de Guadalupe, en su más reciente libro: La Espiritualidad de la devoción guadalupana, en donde analiza temas como la devoción, la santidad, las peregrinaciones que son del orden de 20 millones de personas al año, el santuario, la imagen, la tilma, las flores, el ejemplo de fe y muchos otros más, que tienen relación con los acontecimientos ocurridos en el Tepeyac en diciembre de 1531.

A través de 120 páginas, Mons. Enrique Glennie va llevando de la mano al lector a través de la espiritualidad que se desprende del histórico relato del Nican Mopohua, y de las manifestaciones de fe que al paso de los siglos se desprenden de la milagrosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

“Ella es símbolo concreto de esperanza para que la Iglesia no se desvíe del sendero de la verdad y de la fidelidad al Evangelio… el mensaje del Tepeyac está lleno de esperanza y significó un rayo de luz, especialmente para los habitantes de las tierras del Anáhuac, que habían sido dominados, sojuzgados, desalentados y prácticamente destruidos. Ellos encuentran en María de Guadalupe un motivo muy importante de esperanza. Para ellos comenzaba una nueva vida”, dice el autor.

Afirma que la Virgen de Guadalupe nos invita a vivir en comunión y unidad: “el esquema  familiar, baluarte de la sociedad, es la forma como se responde al proyecto de unidad interna de nuestros pueblos.”

“El cumplimiento de la voluntad de Dios, se expresa en forma clara en el consejo que ella da a los sirvientes en las bodas de Caná y que sigue siendo un importante criterio de vida cristiana para todos los creyentes: Hagan lo que Él le diga”, comentó.



Mons. Glennie también hace un repaso de los documentos de la Iglesia que están en perfecta armonía con el mensaje de la Virgen a San Juan Diego, como es el caso de Evangelli nuntiandi del Papa Paulo VI, quien dio a María el título de Estrella de la Evangelización. Luego afirma: “Ella, junto al humilde Juan Diego, presidió el Pentecostés de nuestro continente.”

Al hablar de la “Casita Sagrada”, el Rector de la Basílica de Guadalupe define al Tepeyac como un “cerro pedregoso, salitroso, sin vida; un cerro donde se arraigó la vida de Dios, se transforma en una verdadera Tierra Sagrada en cuyo centro está Jesucristo nuestro Señor, puerta de la vida eterna”.

“Cuando los indígenas querían construir una sociedad o civilización, ellos edificaban, en primer lugar el templo; pues el templo le daba identidad a esa sociedad o civilización”. En efecto, en el Códice Mendocino, los pueblos que eran sometidos por el imperio Azteca, eran representados con sus templos en llamas.

Finalmente, el autor de este libro comenta que “la Virgen se ha manifestado a lo largo de la historia y de los lugares, tomando una fisonomía, un vestido, una estatura y hasta una edad diferente, en conformidad con los videntes. La adaptación pedagógica a cada uno de ellos, a su ambiente, a su cultura, es la explicación más clásica de la diversidad de imágenes y nombres que tenemos de las apariciones de María.”





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