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Encontrar a Dios en medio de la adversidad, incluso de la guerra

  • “La justicia divina se hace presente por medio de la misericordia y la conversión, nunca por una opresión o castigo”: P. Luis-Fernando Valdés.

 

Abimael César Juárez

Cuando hablamos de una guerra debemos tener claro que ésta conlleva dos historias: por un lado, el conflicto civil, que tiene relación directa con gobernantes, grupos de poder y demás, y por el otro, el plan de Dios para salvarnos. En apariencia, la humanidad sólo percibe el lado belicoso de la historia: a la víctima y a la gente que sufre, situaciones de mucho dolor que claman por la ayuda. Pero, si observamos con detenimiento, podríamos ver la historia individual de cada una de esas personas, que han sabido afrontar su dolor, porque han sabido encontrar a Dios en esos momentos, y han sabido dar esperanza a otras personas, expresó el P. Luis-Fernando Valdés, incardinado a la Prelatura del Opus Dei y catedrático en la Universidad Panamericana.

El sacerdote destacó que, en momentos de tragedia como suele suceder en una guerra del tamaño que sea, podemos darnos cuenta de que Dios abre esperanza en un lugar donde parecería que no la hubiera: “Él sigue actuando a través del corazón de las personas, con su generosidad y su solidaridad. A pesar de circunstancias que muchas veces son insalvables, en un conflicto de esta naturaleza no dejamos de percibir estas dos historias: la divina y la humana”.

Explicó que los conflictos siempre tienen características específicas, como la invasión a un territorio ajeno y  el apoderamiento de personas, quienes pasan a ser parte de un inventario. A partir de esto se va a generar una dinámica de abuso y violencia, se empezará a pisotear a las mismas personas con atropellos psicológicos, físicos y mentales; se mueven intereses ajenos a los humanos, y eso va a generar una degradación social, esto es la parte negativa que siempre va a existir.



Sin embargo, Dios suscita en esas circunstancias “otra historia”, la de la acción de Dios, que siempre se abre paso y despierta en un grupo de personas una actitud de perdón, de esperanza y amor al prójimo, incluso donde parecería que es imposible que haya un mínimo de bondad.

El P. Luis-Fernando Valdés expresó que muchas veces se malinterpreta a la Iglesia, acusándola de destructora de las culturas locales, ya que en realidad la Iglesia evangeliza a través de la inculturación; particularmente en México, el tema guadalupano es una referencia, pues incluso, sacerdotes de África vienen para ver cómo desarrollamos esa inculturación. “El Evangelio, cuando llega a un nuevo lugar asume todo lo bueno, humano y bello, todas esas expresiones de arte, amor y cultura; porque Cristo vino a llenarse de todo eso para llevarlo al Padre celestial, como lo que pasó aquí hace 500 años, por lo que hasta nuestros días conservamos expresiones y el modo de hablar de la Virgen: ‘Qué no estoy yo aquí que soy tu Madre’; y purificamos todo lo que era contrario a la dignidad humana, como los sacrificios humanos y el maltrato a los pobres, entre otros”.

El profesor de Teología afirmó que con el cristianismo se potencia lo bueno de una cultura; lo que toda cultura tiene que purificar, se purifica, se privilegia, se hace más noble y más bueno. “El problema actual que existe en Occidente o aquí mismo, en Chiapas, es que no aceptan que tienen muchas cosas que purificar. Algo único en el cristianismo es que el modelo es Cristo, Dios y hombre; es Dios que asume lo humano para llevarlo y transmitirlo, no destruye, levanta; las demás religiones no lo entienden así, quieren identificar, asociar y solidarizar la cultura con la religión, exigen e imponen que haya la misma cultura; esa es la gran diferencia con los católicos, que no tiene punto de comparación entre las otras ‘imposiciones religiosas’, sea Islam, Budismo o cualquiera que sea, porque no asumen, sino que sustituyen”.

Algo que es importante destacar que la justicia divina –expresó el P. Valdés– es que ésta se hace presente por medio de la misericordia y la conversión, nunca por una opresión o castigo. “No podemos afirmar que Dios castiga al mundo a través de eventos como guerras, terremotos o tsunamis. Muchas personas se han preguntado, ¿dónde estaba Dios cuando los campos de concentración, los bombardeos de Hiroshima?, ¿dónde estaba Dios durante el terremoto o cuando sacaron los indígenas de sus tierras? “Dios estaba en la Cruz, acompañando a cada una de esas víctimas; ese es el gran tesoro de nosotros, por eso lo exaltamos a través de esas Cruz, porque es la compañía de Dios con nosotros. Donde parecería que no hay nada bueno resulta que está presente esa Cruz, está Cristo presente en el sufrimiento, acompañándonos y redimiéndonos, y ésa es nuestra realidad. El motivo de nuestra esperanza no debemos esperarlo únicamente en el futuro, porque Él está en el presente para salvarnos, y gracias a eso podemos vivir tranquilos. La Cruz es la compañía cercana, es el sentido que le encontramos a nuestro dolor”.





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