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Conociendo al Arzobispo de México: Donde se convivía bien, pero se comía mal

Marilú Esponda

Su padrino de Bautismo, siendo una figura tan cercana a él, le dijo que no entrara al Seminario, pues al tiempo se enamoraría de una mujer y desertaría.

⎯Sí voy a entrar ⎯fue la respuesta de Carlos⎯. ¡Yo quiero ser sacerdote!

Era el 5 de octubre de 1961, en un día soleado, cuando tres adolescentes entraron al Seminario Menor de Tepic: Francisco Robles Ortega, ahora cardenal de Guadalajara; Mario Espinoza, actual Obispo de Mazatlán, y Carlos Aguiar Retes.

Por aquellos días, Adolfo López Mateos era el Presidente de la República, y en la capital del país se construían dos museos: el de Arte Moderno y el Nacional de Antropología, en la zona de Chapultepec.

El Seminario había sobrevivido a la persecución religiosa de los años veinte y treinta. Hacia 1941, el padre Manuel González había sido nombrado Rector, y duraría en ese encargo más de dos décadas.

Hacia 1960, con motivo de las Bodas de Plata Episcopales del Obispo Anastasio Hurtado, el entonces Obispo Auxiliar de Tepic, Manuel Piña, promovió la construcción de las nuevas instalaciones del Seminario, proyecto que quedó a cargo del padre Ricardo García Lepe. La obra se consolidó en terrenos de la Antigua Hacienda “El Tecolote”.



La Escuela Apostólica estaba ubicada en Xalisco, Nayarit, una población a 7 kilómetros del centro de Tepic. Los padres de Carlos sufrían cada vez que lo iban a visitar, pues a su parecer las instalaciones estaban bastante venidas a menos. Además, era de sobra conocido que el Seminario era un lugar donde se convivía bien, pero se comía mal.

Cada domingo los padres de Carlos coincidían con los de Manuel Olimón ⎯quien había ingresado al Seminario en 1964, y llegó a ser un destacado historiador⎯ al llevar comida a sus hijos. Los padres de su amigo eran el General Jorge Olimón Colio y Doña Berta Nolasco de Olimón. Todos los seminaristas agradecían que ese día variara su habitual dieta de frijoles con gorgojos.

⎯Carlos, ya salte, este lugar está horrible ⎯le decía Tessy cuando iba de visita.

Los seminaristas dormían en unos galerones que parecían excesivamente rudimentarios. Los padres de Carlos le compraron un colchón y lo llevaron al Seminario.

⎯Van a echar a perder a su hijo ⎯les reprendía el encargado de disciplina⎯; él nunca será buen sacerdote porque lo consienten mucho.

“Tiempo después ⎯comenta el cardenal Aguiar Retes⎯, mi papá me expresó: ‘Hijo, no sabes lo que sufrí al ver eso; pensaba que no ibas a aguantar e ibas a regresar a la casa’. Igual mi mamá; esa era su esperanza… Pero me atendieron muy bien, mi mamá iba dos veces a la semana”.





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