“Las familias, la gran reserva de nuestra nación”, asegura el escritor Raúl Espinoza
Recientemente fue publicado su libro #MejoresFamilias. Construyendo una sana convivencia, en el que, a partir de la propia experiencia familiar, dirige al lector una serie de consejos de extraordinario valor. Vladimir Alcántara Ameno y con un toque de buen humor, pero sobre todo constructivo y lleno de un gran juicio, resulta el libro […]
- Recientemente fue publicado su libro #MejoresFamilias. Construyendo una sana convivencia, en el que, a partir de la propia experiencia familiar, dirige al lector una serie de consejos de extraordinario valor.
Vladimir Alcántara
Ameno y con un toque de buen humor, pero sobre todo constructivo y lleno de un gran juicio, resulta el libro de reciente publicación #MejoresFamilias. Construyendo una sana convivencia, del escritor Raúl Espinoza Aguilera, quien, sobre la base de ilustrativas anécdotas familiares que marcaron su vida desde la infancia, brinda a los lectores una serie de útiles consejos para una sana convivencia entre padres e hijos, así como algunas sugerencias para mejorar el trato cotidiano entre todos los miembros de una familia. En entrevista para Desde la fe, el licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM habla sobre su décimo tercer libro, y vierte algunos conceptos relacionados con el tema del Matrimonio y el sano desarrollo de la personalidad en los hijos.
Refiere que #MejoresFamilias. Construyendo una sana convivencia es un libro que tiene su origen en la muerte de sus padres, pues le pareció importante escribir la herencia de valores que le dejaron. “Por principio de cuentas, quiero señalar que soy parte de una familia muy numerosa; por la línea de mi padre sólo fueron dos hermanos, pero por la de mi madre fueron once, y nosotros fuimos siete; con mis hermanos trabé una convivencia muy enriquecedora, lo mismo con mis primos, primas y demás familiares. Todos han sido importantes, pero hubo algunos que marcaron mi vida profundamente, como mi abuelo, Don Alejo Aguilera, un gran conversador, quien para mí era como un libro abierto, y mi padre, un hombre muy racional, quien me enseñó a manejar mi libertad”.
Explica que su padre fue notario público, pero antes se dedicó a la actividad agrícola, donde no le fue nada bien, lo cual abrió el camino a grandes enseñanzas, pues la familia tuvo que aprender a ahorrar, a dar un buen uso a los útiles escolares, a cuidar los uniformes para dejárselos a los hermanitos que venían detrás. “Fueron experiencias de estrechez económica que me dejaron aprendizajes significativos; mi padre me enseñó a ser muy sobrio en los gastos, a analizarlos. Recuerdo aquella ocasión en que, mientras estudiaba la secundaria, le dije que había visto un microscopio en una tienda, y que tenía yo la intención de investigar las células. Me dijo: ‘¡Ah, muy buena idea!, pues de lo que te doy de domingo, ahorra y tú mismo lo compras’. La sugerencia me cayó mal. Pero así lo hice, cada domingo le metía al cochinito, y después de unos seis meses fui a la tienda y lo compré. Llegué feliz a casa. Mi padre me vio y me dijo: ‘¿Ves qué contento te sientes? Ese es el resultado de saber ahorrar, sólo así se aprende a valorar’”.
Raúl Espinosa asegura que es errónea esa idea de que las familias pequeñas viven mejor, aunque en algún tiempo así se creyó debido al lanzamiento de campañas sociales cuyos slogans tuvieron éxito. “Yo en el libro sostengo lo contrario. Si la familia continúa creciendo se siguen creando lazos, de manera que se va fortaleciendo ese cerco de protección familiar, donde se convive a veces con roces y problemas, pero también aprendiendo a perdonar, a olvidar, a saber que nada deja el hacer una listita negra de personas, porque eso sólo agría la convivencia. Como decía el demonio a Olegario en el libro Cartas del diablo a su sobrino, de C. S. Lewis: “‘Tú no muestres la cara de frente, lo que tienes que hacer es sembrar desconfianza, divisiones, insidias, malestar, y se va desmoronando la unidad familiar’”
Un aspecto del libro en que Raúl Espinoza hace hincapié, es en la conveniencia de que la familia conserve su modelo original, de mamá papá e hijos, en virtud de que entre el hombre y la mujer se da un complemento indispensable para educar. “La mujer posee cualidades muy importantes que ayudan al desarrollo de los hijos: su intuición, su sensibilidad aguda, su interés por los detalles, su cuidado por los valores, el tacto con cada miembro de la familia para estimularlo positivamente. El hombre tiene mayor capacidad para concentrarse en la solución de los problemas, sabe ser más directo, tiene un carácter más vigoroso, una alta capacidad de determinación, es de espíritu tenaz. De manera que puede haber un complemento maravilloso, siempre que se tenga el propósito de crear un vínculo matrimonial para toda la vida, que trascienda los tiempos de borrasca y tempestades, que salve los escollos en un esfuerzo conjunto”.