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Homilía en la Universidad Católica Lumen Gentium

“¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?” (Mc.10,2). Esta pregunta que le plantean a Jesús es a partir de la ley, de lo que está establecido en la norma de la vida de la comunidad social. Pero Jesús no se queda en ese planteamiento, sino que va más a fondo para que, […]

“¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?” (Mc.10,2).

Esta pregunta que le plantean a Jesús es a partir de la ley, de lo que está establecido en la norma de la vida de la comunidad social. Pero Jesús no se queda en ese planteamiento, sino que va más a fondo para que, cuando finalmente dé su respuesta, se entienda claramente su posicionamiento.

Aprendamos esta estrategia de Jesús. A veces nos vamos con la finta de una pregunta, y al no irnos al fondo, podemos parecer injustos o ignorantes. La pregunta es muy clara: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?” (Mc.10,2) ¿Sí o no? Cuando nos hacen este tipo de preguntas generalmente respondemos con un “sí” o con un “no”, pero la estrategia de Jesús es llegar al fondo de las preguntas.

Jesús plantea otra pregunta: “¿De dónde viene esa norma?” (Mc.10,3). Ellos responden: “Moisés” (Mc.10,3). Sí, pero detrás de Moisés, ¿quién está? Pues Dios. Por ello, Jesús les dice: “Si Moisés prescribió eso, fue debido a la dureza del corazón de ustedes” (Mc.10,5). Después les deja claro que Dios los hizo varón y mujer. Y no sólo eso, les dice: “Y los  hizo varón y mujer para que dejara el hombre a su padre y a su madre, y se uniera a su esposa para ser los dos una sola cosa” (Mc.10,6-8).

Aquí está el fondo: el proyecto de la creación de Dios, es decir, de todo ser humano, es desarrollar la imagen y semejanza de Dios, hacernos como Él.

A veces los maestros –en cualquier institución– le dicen a sus alumnos: “Fíjate en ‘fulano’, él sí puede, ¿por qué tú no?” Eso provoca un sentimiento de rabia en el estudiante porque lo está comparando con otro. Lo menos que queremos que hagan con nosotros es que nos comparen con otros, especialmente en cuanto a resultados o conductas.

Y por eso es interesante siempre ir más a fondo, no quedarnos en la superficie de la pregunta y la respuesta. Y aquí, en este caso, encontramos algo maravilloso: que Jesús no solamente se remite al proyecto inicial de Dios sobre el varón y la mujer, sino a la expresión más bella del por qué nos creó varón y mujer: para hacer de dos, uno.

¿Cómo es Dios? De tres, uno: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y el ser humano, de dos, uno, pero de la unidad de esos dos surge la vida. De la misma manera en que Dios Trinidad generó la vida humana, quiere que nosotros generemos vida en la unidad, y que lo hagamos a su manera. ¿Y cuál es la manera de Dios? El amor. Dios es amor. ¿Y cuál es la expresión del amor, de la vida divina? La fidelidad, que expresa el amor. Cuando no hay fidelidad, no hay amor, se acabó. En cambio Dios es fiel, Dios es amor.

Fíjense hasta dónde se fue Jesús en su respuesta, que se complementa con la Primera Lectura del Apóstol Santiago, que dice: “Sobre todo, hermanos míos, no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Que el sí de ustedes sea sí, y que el no de ustedes sea no” (Stg. 5,12).

Es la enseñanza de Jesús; Él lo había dicho, el Apóstol Santiago lo recuerda, y hoy la liturgia lo pone en relación a esta escena del Evangelio, porque la fidelidad es eso: si dije sí, ahora cumplo. Así aprendemos a amar. Si dije no, ahora cumplo. Así aprendemos a amar. La fidelidad a mi palabra me hace capaz de amar.

Ya sabemos que en nuestro tiempo la palabra fidelidad está muy perdida, pero ustedes están jóvenes, y hay que reconstruir nuestra sociedad, ¿no les parece?, ¿o están muy contentos como están las cosas? Pues éste es el camino para cambiarlas, no hay otro camino que hacernos capaces de amar y de expresarlo a través de la fidelidad.

Y entonces regresamos a la pregunta que le hicieron a Jesús: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?” (Mc.10,2). Si hubiera dicho “sí”, estaría en contra del proyecto de Dios. Si hubiera dicho “no”, entonces le hubieran respondido que Moisés decía que sí, y lo hubieran enfrentado con la pregunta: ¿entonces tú eres más grande que Moisés?

Al final dice Jesús: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc.10,1-12). ¿Por qué dice Jesús esto después de haber ido al fondo? Porque cuando esto ocurre, se ha perdido la expresión del amor: la fidelidad. El que comete adulterio pierde su camino, se extravía, se hace una persona infiel, y la infidelidad es expresión de falta de capacidad para amar, y quien lo comete tiene que revisarse profundamente.

Vamos a decirle al Señor: ‘Sí queremos formarnos para amar; sí queremos tu proyecto de amor; sí queremos ser como eres tú: tres, y son uno, y son Dios, y no se pelean”. Entre tres, hay una unidad magnífica porque son el amor, el amor fiel.

Pidámosle al Señor Jesús que en este camino de nuestra formación, en esta Universidad que tiene que exponer claramente la fe católica, ustedes aprendan a ser como Dios; sin duda les parecerá una meta muy alta, pero no es imposible. ¡Que así sea!

 

+Carlos Cardenal Aguiar Retes

Arzobispo Primado de México