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Firmeza y temple, la heredad de sus padres

A partir de esta edición se introducirá semanalmente un fragmento de la vida del Card. Carlos Aguiar Retes, del libro Una Iglesia para soñar, de Marilú Esponda. Don Carlos Aguiar Manjarrez y Doña María Teresa Retes Pérez se conocieron en Tepic, se hicieron novios, se enamoraron perdidamente y decidieron casarse cuando ella tenía 17 años […]

A partir de esta edición se introducirá semanalmente un fragmento de la vida del Card. Carlos Aguiar Retes, del libro Una Iglesia para soñar, de Marilú Esponda.

Don Carlos Aguiar Manjarrez y Doña María Teresa Retes Pérez se conocieron en Tepic, se hicieron novios, se enamoraron perdidamente y decidieron casarse cuando ella tenía 17 años y él 21. Pero las familias de ambos se oponían a que formalizaran su relación siendo tan jóvenes. Para entonces, el papá le había pedido al él que le ayudara en la administración de su negocio, el Hotel Palacio de Tepic. Le tenía toda la confianza.

–Vas a cometer un grave error si te casas tan joven –era la insistencia del padre a Carlos, que era un joven muy responsable, por lo que se entendía que no lo quisiera dejar ir.

La madre de María Teresa también tenía sus razones para no estar de acuerdo en que se consumara ese matrimonio; para ella, primero debía casarse la hija mayor, Laura, pero ésta no tenía prisa en formar una vida matrimonial, era muy feliz ayudando en ese mismo hotel, donde llevaba la cocina del restaurant. Como no se había casado ninguno de sus cinco hijos, la madre se resistía a que María Teresa, a sus 17 años, se uniera en matrimonio.

Así, como por ninguno de los dos lados tenían la aprobación para casarse, tuvieron que armar un plan de fuga, y decidieron huir.

Carlos convenció a su padre de que tenía que buscar un trabajo independiente para que, a futuro, su matrimonio no representara una carga para él; éste, sin saber exactamente a qué se refería su hijo, le dio permiso de irse. De esa manera, Carlos se fue a trabajar como agente viajero a Oaxaca, para la compañía de cigarros “El Águila”, que era distribuidora en todo el país. María Teresa lo alcanzó al poco tiempo, sin tener el permiso de sus padres, y se casaron en el templo de Corpus Christi, ubicado en el centro de esa ciudad. Después sólo mandaron a avisar que ya se habían casado.

Formaron un matrimonio unido, con el carácter firme de cada uno, al que Dios bendijo con seis hijos: Teresa (Tessy), Carlos, Mayra, Francisco (Paco), Ana Laura (Analú) y Juan Luis.

Carlos, pues, fue el segundo de seis hermanos. Nació en Tepic, Nayarit, el 9 de enero de 1950, en una casa de provincia con corredores y dos patios, al pie de la Sierra Madre Occidental, vecina de la cordillera Neovolcánica, con un incipiente desarrollo urbano, como vivía la mayoría de las familias nayaritas en esa época. Era un lugar apacible, donde la convivencia diaria estrechaba lazos entre las familias y forjaba comunidades que vivían una religiosidad popular extendida y vívida.

Carlos, con cuatro años de edad, un día decidió que no iría a la escuela. Doña Teresa Retes pensó que no estaba bien que su hijo se rebelara de esa manera y lo amenazó:

–Si no vas, te encierro en el gallinero.

–Pues no voy –contestó Carlos.

Después de varias horas encerrado, llegó el padre, Don Carlos Aguiar Manjarrez, y se sorprendió:

–¿Qué hace el niño ahí metido?

Había ocurrido que, por un despiste, Doña Teresa Retes lo olvidó ahí todo el día, y durante largas horas él no se inmutó; se quedó jugando tranquilamente con las gallinas.

Del libro Una Iglesia para soñar, de Marilú Esponda.