Conociendo al Arzobispo de México De tal palo, tal astilla
Marilú Esponda Sada En tan solo nueve años, Don Adolfo Suárez Rivera marcó a una generación de sacerdotes, y se convirtió en su guía. Durante los primeros meses de 1980, le fue comunicada la decisión papal de nombrarlo Arzobispo de Tlalnepantla. Antes de entregar la Diócesis de Tepic, Don Adolfo Suárez inauguró el nuevo Seminario […]
Marilú Esponda Sada
En tan solo nueve años, Don Adolfo Suárez Rivera marcó a una generación de sacerdotes, y se convirtió en su guía. Durante los primeros meses de 1980, le fue comunicada la decisión papal de nombrarlo Arzobispo de Tlalnepantla.
Antes de entregar la Diócesis de Tepic, Don Adolfo Suárez inauguró el nuevo Seminario Mayor, cuya rectoría quedó a cargo del entonces presbítero Carlos Aguiar Retes.
Don Adolfo Suárez Rivera es la figura a la que Don Carlos Aguiar reconoce como padre espiritual, y una de las grandes influencias que han marcado su vida.
“Como figura eclesial –reconoce el hoy Arzobispo de México– al que siento como padre espiritual, es a Don Adolfo Suárez Rivera, que terminó como Cardenal y Arzobispo de Monterrey; antes fue Obispo de Tepic, y luego segundo Obispo de Tlalnepantla, de quien soy su sucesor. Lo acompañé y jamás me imaginé que yo le iba a suceder. Jamás me imaginé que iba a ser obispo, y menos de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, la diócesis de donde él venía. Más adelante, cuando me nombran Cardenal, pensé: ‘También en esto lo voy siguiendo’. A él sí lo puedo considerar como un padre espiritual en mi ministerio sacerdotal. Don Adolfo me ordenó diácono, me ordenó presbítero y me ordenó obispo: los tres grados del Orden Sacerdotal”.
“Don Adolfo Suárez era un maestro en las relaciones humanas; tenía mucha apertura mental, capacidad de diálogo y asiduo trato con los alumnos. Fue dos veces Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y quiso mucho a Carlos. Los alumnos aseguran que nunca le oyeron expresarse mal ni emitir comentarios negativos sobre nadie. Vivía con mucha sencillez de vida y austeridad. Era un hombre muy evangélico y amaba mucho la Eucaristía”, asegura el P. Manuel Olimón.
Decía Fray Luis de León: “Si dices ser cristiano, haz que tus obras correspondan a tus palabras; no seas en tu vida y en tus costumbres otro diferente de lo que deseas parecer”. A decir del empresario Federico Domínguez, quien conoció a Don Carlos en 2002, esta cita refleja la personalidad del nuevo Primado de México: de tal palo, tal astilla.
El 28 de mayo de 1997 el Papa Juan Pablo II nombró al padre Carlos Aguiar Retes como Tercer Obispo de Texcoco, y fue consagrado como tal el 29 de junio del mismo año por Don Adolfo Suárez.
Obispo de Texcoco
Antes de que llegara Don Carlos, los seminaristas estaban acostumbrados a otro ritmo de formación. Continuamente hacían alusión a su mano firme, pero llena de caridad. Al ver que la formación iba en serio, pocas semanas después bromeaban: “Vine A-guiar, no me Retes”.
Eran conocidos sus logros y su prestigio académico, pero no imaginaban cuánto haría crecer a la Diócesis de Texcoco, territorio integrado por los municipios del Estado de México que se encontraban al norte y al este del Valle de México. Tiene una influencia espiritual relevante, pues a esta zona geográfica perteneció San Juan Diego en tiempos prehispánicos y en los primeros años del Virreinato.
En el escudo episcopal de Don Carlos Aguiar hay una pirámide. Al día siguiente de su ordenación y toma de posesión visitó Teotihuacán.
“Recuerdo que nos contó, en las entrañas de la Pirámide del Sol, cómo los antiguos sacerdotes se cargaban de energía y espiritualidad en la experiencia del inframundo teotihuacano, según la explicación de los arqueólogos”, comenta Mons. Víctor René Rodríguez, a quien nombró Vicario de Pastoral al llegar a la Diócesis.
Inmediatamente integró su equipo de trabajo, organizó sus Visitas Pastorales para conocer la Diócesis sistemáticamente, parroquia por parroquia; y en un año y medio había recorrido ya toda la Diócesis, pueblo por pueblo y capilla por capilla. Como resultado de esta ardua actividad, ubicó perfectamente tres zonas de la Diócesis que requerían una atención específica; entre éstas, Chimalhuacán, donde se estimaba que más de 24 mil 200 personas padecían algún tipo de pobreza. Se dio prioridad a la pastoral misionera, para acoger y convocar a los recién llegados.
Fue perfilando Teotihuacán como una nueva Diócesis en la parte norte, con la zona de las Pirámides y Tecámac. Además, preparó y fundó 20 nuevas Parroquias.
“Don Carlos ha sido gran líder, maestro y pastor, fiel creyente en la Iglesia del Vaticano II, Favoreció la autoestima y la participación de los presbíteros, con un desarrollo en la imagen de la Diócesis, en la Provincia y otros ámbitos”.
Monseñor Victor René Rodríguez, Obispo de Chalco
Tomado del libro:
Una Iglesia para soñar