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COLUMNA

Ángelus Dominical

La contemplación del cielo

Quien se asome seriamente a los siguientes descubrimientos de astrónomos y científicos terminará por toparse con Dios.

25 noviembre, 2023

AYER: Mientras el salmista canta que “los cielos proclaman la gloria de Dios”, los pueblos de antaño miraban el cielo queriendo leer el maravilloso designio del autor. Mayas y egipcios, babilonios y chinos, ¡hasta los magos venidos de Oriente y llegados a Belén de Judá descubrieron en la noche estrellada el mensaje de Dios! Acuario, Piscis, Libra y Sagitario son nombres de constelaciones que marcan el curso del año solar, y así como lunes, martes y miércoles hacer referencia a la Luna, a Marte y a Mercurio, unos y otros son evidencia de la lectura de la esfera celeste que hicieron los antiguos y nos heredaron como cultura.


HOY: La incandescencia de focos y la luminosidad de pantallas nos han robado la posibilidad de seguir mirando el cielo con asiduidad. Hemos cerrado el libro siempre abierto que noche a noche acuñó relatos y leyendas, historias fantásticas y deseos sublimes de la humanidad sedienta de trascendencia, hambrienta de Dios. Mencionar el zodiaco nos lleva sólo a pensar en superstición que sigue siendo alentada por charlatanes y merolicos, ¡y nos hemos olvidado de un orden cósmico que sirvió como herramienta durante siglos! Parecería que los hombres actuales ya no queremos encontrarnos con Dios y por eso ya no contemplamos el cielo. Sin embargo, el telescopio espacial James Webb nos sigue regalando sorpresas maravillosas que no dejan de hablar de la grandeza y omnipotencia del Creador.

SIEMPRE: Quien lea con respeto el libro del Apocalipsis verá que el cielo es protagonista de la voluntad salvadora de Dios; pero quien lo lea de modo superficial solo verá cataclismos destructores y hasta entrará en un pánico absurdo por ilógico, tremendista por fantástico. Quien se asome seriamente a los siguientes descubrimientos de astrónomos y científicos terminará por toparse con Dios invisible a telescopios pero esplendente a la inteligencia natural; quien se asome por mera curiosidad y termine por decir “¡qué bonito!”, o “¡ya lo vi!”, hará deshonor al trabajo de hombres y culturas que quisieron -como dijo Jesús- ver lo que vemos y no lo vieron, oír lo que oímos y no lo oyeron.