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COLUMNA

Ángelus Dominical

Ángelus dominical: Sacerdotes católicos

Hay tantos sacerdotes que en la cercanía y la calidez siguen cumpliendo su misión y entrega.

30 agosto, 2020
Ángelus dominical: Sacerdotes católicos
Angelus Dominical.

SUELO MEDIR MI NIVEL de ignorancia por la alegría que me provoca conocer algo bello, útil, edificante o propositivo, y agradezco a Dios que la frecuencia de esos momentos felices es frecuente, eso me mantiene con niveles altos de serotonina y fortalece mi sistema inmunológico…

HE DE DECIR, ADEMÁS, que hay tantos hechos, cosas, personas, datos, que poco a poco van cayendo en el olvido, así que cuando los vuelvo a estudiar, a encontrar, a encontrar, a leer, a descubrir, parecería que apenas los voy conociendo por primera vez y me vuelvo a alegrar; y así como hay círculos viciosos o virtuosos, puedo decir que esto es un círculo jocundo…

LA MEMORIA ES BELLA cualidad que pedimos y aplaudimos en conveniencia propia: nos da gusto cuando nos llaman por nuestro nombre, que nos feliciten con motivo del onomástico, que no nos dejen en el fondo de su olvido; pero ¿acaso el olvido es menos bello cuando también viene en conveniencia propia?, ¡hasta pedimos que Dios olvide nuestras culpas y suspiramos en paz cuando alguien no se acuerda de nuestra ofensa!…

ME LLENÉ DE GUSTO cuando hoy en la mañana leí sobre el padre Atanasio Kircher, mismo que tal vez fue mencionado en algún momento de mis clases de historia, pero redescubriéndolo me parece una alegre novedad que disipa un poco mi ignorancia (y en honor a quien lo merece, agradezco a Guillermo Sheridan que lo haya hecho actual en mayo pasado, en su página bimestral de la revista Letras Libres)…

Y SI ALGO HAY EN COMÚN entre los personajes que ahora enuncio, me da gusto afirmar que fueron sacerdotes católicos: Antonio Vivaldi, Nicolás Copérnico, George Lemaitre, Andrés de Urdaneta, Claudio Monteverdi, Henri Breuil, Gregorio Mendel, Angelo Secchi; y si aterrizamos en terrenos más nacionales podríamos mencionar a Andrés de San Miguel, Angel María Garibay, hasta llegar a los conocidísimos Hidalgo, Morelos, Matamoros, Monteagudo, Antonio Alcalde y Barriga, Ruiz de Cabañas y Crespo, por decir algunos, que ya en campo de ciencias, ya en política y hasta en conspiraciones tuvieron la visión de buscar el bien para muchos…

VUELVO CON KIRCHER, muerto en 1680 pero con un bagaje científico y cultural que sobrepasa muchos parámetros; sobre él se han preguntado si fue el último de los renacentistas o el primero de los modernos, pues su ámbito iba desde ser políglota, biólogo, vulcanólogo, físico, matemático, astrónomo, arqueólogo, polímata y ¡sacerdote!…

YA VEO QUE ALGUNO -y no precisamente un lector asiduo de estas líneas- me dirá que entre los sacerdotes también hay quienes no cumplen cabalmente su misión, que si a uno lo vieron en donde no debían verlo (¿qué andarían haciendo los mirones?), que si a otro lo oyeron decir lo que no deben decir los curas (¿y acaso eso mismo lo podrán decir los no son curas?), que si al otro curita lo han encontrado en muchas fiestas (¿y qué tanto andaban buscando por tantas fiestas?); mucho se dice de los curas, excepto una cosa muy valiosa, ¿cuál será?…

NO HAN SALTADO a la fama, pero hay tantos y tantos sacerdotes que en la cercanía y la calidez, sin que luego falten errores y defectos, siguen cumpliendo su misión y entrega; y hasta parecería una contradicción pero cuando los fieles cristianos en verdad se preocupan por sus sacerdotes, hasta saben perdonar su garrafales metidas de pata…

PREGUNTÉ Y RESPONDIERON con algo de pena o temor, casi como caminando de puntitas, como para no hacer sentir mal a nadie: ¿Qué cosa es lo que no les gusta ver en sus sacerdotes?, y la lista empezó a crecer, tomaron confianza y abundaron hasta el extremo, saliendo a relucir la humana fragilidad de todos los hijos de Adán; luego les cambié la dirección de la pregunta: ¿Podría yo decirles lo que no nos gusta ver en los feligreses?, se me quedaron viendo con ojos de plato de pizza extragrande y la respuesta que di fue escueta: ¡lo mismo!…

EL PASADO JUEVES tuvo lugar la Misa Crismal en la Catedral Metropolitana; la asistencia de sacerdotes fue mínima y la razón en tiempos de pandemia es evidente, no obstante, hubo quienes siguieron el evento a través de las redes sociales y desde su casa, así que de todos modos hubo oportunidad para hacer un examen de consciencia muy presbiteral, y de ahí a proseguir a pesar de los retos actuales tan especiales…

Y LO PECULIAR Y ASOMBROSO de los estudios y teorías (no podía hacer más) del jesuita Atanasio Kircher, fue que habló de los “corpúsculos microbianos” que viajan por el aire e infectan y permanecen a pesar de las cadenas alimenticias hasta llegar a “infectar al hombre”; y en medio de tanta desolación, se aventuró a establecer que antes o después habría de encontrarse un antídoto, pues si en la naturaleza aparecía un “problema”, en la misma naturaleza tendría que aparecer una solución…

HOY ESTAMOS A PUNTO de tener vacunas que no han llegado de la estratosfera, ni han aparecido por arte de magia, sino que son fruto del conocimiento acumulado y compartido, de la paciencia y perseverancia, del ensayo y error: ¡gracias a Dios y al ingente número de científicos de todo rango y desde aquí un discreto aplauso!…

 

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