Sabios, “selectos” y de la más alta calidad humana: así eran los franciscanos que evangelizaron en México
En 1524 llegó, a lo que hoy es México, el grupo de 12 franciscanos evangelizadores, pero antes y después hubo frailes dotados de fe y gran sabiduría.
Con el fin de profundizar en los orígenes de la Iglesia Católica en el territorio que hoy es México, a finales del 2024 se llevó a cabo la tercera mesa del Ciclo de Conferencias “Primera Evangelización: 500 años del inicio de nuestra Iglesia Mexicana”, en la que los participantes hicieron un acercamiento histórico a la realidad que privaba en el contexto de la evangelización en estas tierras.
En esta etapa del Ciclo de Conferencias, fray Antonio Huerta, de la Orden de los Frailes Menores y especialista en historia de la evangelización habló sobre la altísima calidad moral y cristiana de los frailes que iban siendo elegidos primero para acompañar como capellanes a los misioneros y posteriormente para dar vida a la misión apostólica evangelizadora con los naturales de estas tierras.
Capellanes, los primeros en llegar
En este sentido, fray Antonio Huerta señala que si bien se considera que el año 1524 es el punto de partida del proceso de evangelización en lo que hoy es México -por la llegada de los 12 franciscanos encabezados por fray Martín de Valencia-, anteriormente hubo otros frailes que pisaron estas tierras disponiendo el terreno para la misión, a través de su alta calidad cristiana, su nivel de conocimientos y sus atributos como hombres de fe.
“Previo a la llegada de los 12, algunos franciscanos vinieron a estas tierras como capellanes del ejército. Otros, que no eran franciscanos, como fray Bartolomé de Olmedo, mercedario, que venía como acompañantes de Hernán Cortés, así como algunos clérigos seculares”.
Entre los franciscanos que antecedieron al grupo de los 12 -refiere fray Antonio Huerta-, se puede mencionar a fray Diego de Altamirano, primo de Hernán Cortés; a fray Pedro de Melgarejo, quien después sería nombrado Obispo de Dulcigno (en territorio que hoy pertenece a Albania), y otros religiosos que más que realizar una labor evangelizadora, fungían como capellanes de los ejércitos.
Los provenientes de Flandes
Fray Antonio Huerta señala que sólo un año antes de la llegada de los 12, en el año 1523 llegaron tres franciscanos flamencos, originarios de Bélgica: fray Juan de Tecto, fray Juan de Aora y fray Pedro de Gante.
“Estamos hablando de que era gente muy interesantes: fray Juan de Tecto había sido profesor en la Universidad de París; fray Juan de Aora ya era una persona mayor de experiencia, y fray Pedro de Gante, que no era clérigo, sino hermano lego, y del cual hay indicios que lo ligan con ser familiar del Emperador Carlos V, de manera que era un hombre instruido en las cuestiones diplomáticas en la Corte de Flandes”.
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Aunque los tres venían con la obediencia del Ministro General -señala fray Antonio Huerta-, su labor no era propiamente evangelizadora.
“Es decir, que no llegaron con un mandato apostólico. Fray Juan de Tecto y fray Juan de Aora, al ser clérigos, estaban un poquito más sujetos a la asistencia espiritual como capellanes del ejército, aunque no exclusivamente. Mientras que fray Pedro de Gante, al no ser clérigo, tenía mucha más libertad de movimiento, por decirlo así”.
De las primeras cosas que hicieron los tres -señala fray Antonio Huerta-, fue aprender la lengua náhuatl. “Y en particular, fray Pedro de Gante la aprendió a tal grado, que en una de sus cartas llegó a escribir que de tanto hablar el náhuatl, ya se le estaba olvidando su lengua nativa”.
Refiere que fray Juan de Tecto y fray Juan de Aora acompañaron a Hernán Cortés en una expedición a Honduras, y se dieron situaciones fuertes entre los religiosos y el conquistador por el proceso iniciado contra Cuauhtémoc y otros líderes indígenas.
“Fray Juan de Tecto murió cuando venían de regreso, y fray Juan de Aora murió posteriormente en Texcoco posteriormente. De manera que sólo quedó fray Pedro de Gante, quien hizo una labor educativa impresionante.
“Primero fundó en Texcoco la primera escuela de corte occidental para indígenas, y una vez que se trasladó a la Ciudad de México, en 1527, estableció la famosa Escuela de San José de los Naturales, además de que creó otras fundaciones, participó en el establecimiento de capillas, y en la distribución primitiva de la Iglesia por los barrios de la ciudad”.
Finalmente, sobre fray Pedro de Gante, fray Antonio Huerta señala que se cuenta que al morir fray Juan de Zumárraga, Primero Obispo de México, se envió al hermano lego a asumir como Arzobispo (cosa extraordinaria, porque él no era sacerdote), pero él no aceptó.
“Incluso se dice que el segundo Obispo, don Alonso de Montúfar, se habría de quejar posteriormente de que los indios atendían más las indicaciones de fray Pedro de Gante que las de él. Y es que fray Pedro de Gante fue un hombre que trabajó muy de cerca con los indígenas y se ganó su aprecio de forma laudable”.
El grupo de los 12 franciscanos
Ya en 1524 -explica fray Antonio Huerta-, el día 13 de mayo, llegó a estas tierras el grupo de los 12; desembarcaron en Veracruz, y un mes después hicieron su entrada en la Ciudad de México donde fueron recibidos por Hernán Cortés.
“Estos llegaron con una bula que los va a facultaba para establecer la iglesia en México, un mandato apostólico que les daba amplias facultades para poder realizar su labor evangelizadora, por tal razón se fija el año 1524 como el inicio de la evangelización en estas tierras”.
Fray Antonio Huerta refirió que los frailes que fueron elegidos para venir a evangelizar a estas tierras, eran hombres muy preparados, estrictos en la observancia de la forma de vida franciscana, particularmente en cuanto a la fraternidad y minoridad (es decir, a la vivencia de la pobreza y la humildad).
“A la cabeza venía Fray Martín de Valencia, un hombre eminentemente santo; le seguían fray Francisco de Soto, muy amado de los tlaxcaltecas; fray Martín de la Coruña, apóstol de Michoacán y Jalisco; fray Juan Juárez, muerto heroicamente en la Florida; fray Antonio de Ciudad Rodrigo, benemérito de las primeras expediciones misioneras en Yucatán por el suroeste, y de Sinaloa y Nuevo México por el norte y el noroeste.
“Venía también fray Toribio de Benavente, después llamado “Motolinia”, que significa pobrecillo, investigador y autor de algunas obras importantes de historiografía novohispana; fray García de Cisneros, fundador (junto con “Motolinia”) de Puebla de los Ángeles; fray Juan de Rivas, apóstol de la pobreza evangélica y enamorado de la lengua náhuatl, y fray Francisco Jiménez. En cuanto a fray Juan de Palos y fray Andrés de Córdova no eran clérigos, sino hermanos legos”.
Fray Antonio Huerta señala que los 12 desempeñaban muchas actividades, pero su primer objetivo fue adaptar su forma de vida a las necesidades de la evangelización en estas tierras, de manera que a pesar que los religiosos occidentales tenían un estilo de vida casi monástico, ellos venían abiertos a ajustar sus valores franciscanos a las necesidades de la misión evangelizadora.
Además de aprender la lengua -explica fray Antonio Huerta-, se vieron en la necesidad de expresar la fe en náhuatl, de buscar la manera de expresar categorías cristianas en una lengua que no tenía recursos para ello. “Asimismo, se distinguieron por la defensa de los indígenas, una defensa tan fuerte que los haría meterse en problemas con las autoridades, con la audiencia y con los conquistadores”.
Para fray Antonio Huerta, no se puede menoscabar la centralidad de los 12 franciscanos en la labor evangelizadora, pero “sería ingenuo pensar que éstos hicieron todo el trabajo, ya que en los años subsecuentes estuvieron llegando cada vez más franciscanos, unos tan importantes como fray Bernardino de Sahagún o el grupo de religiosos que estuvieron en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, quienes realizaron una labor etnológica y antropológica tan importante que sigue reconociéndose hasta la actualidad”.