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 domingo 23 de enero de 2022
L’OSSERVATORE ROMANO
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 zaciones internacionales también se debe a las diferentes visiones, que tie- nen los diversos miembros, de los fines que estas deberían alcanzar. Con fre- cuencia, el centro de interés se ha tra- sladado a temáticas que por su natura- leza provocan divisiones y no están es- trechamente relacionadas con el fin de la organización, dando como resultado agendas cada vez más dictadas por un pensamiento que reniega los funda- mentos naturales de la humanidad y las raíces culturales que constituyen la identidad de muchos pueblos. Como tuve oportunidad de afirmar en otras ocasiones, considero que se trata de una forma de colonización ideológica, que no deja espacio a la libertad de ex- presión y que hoy asume cada vez más la forma de esa cultura de la cancela- ción, que invade muchos ámbitos e ins- tituciones públicas. En nombre de la protección de las diversidades, se ter- mina por borrar el sentido de cada identidad, con el riesgo de acallar las posiciones que defienden una idea res- petuosa y equilibrada de las diferentes sensibilidades. Se está elaborando un pensamiento único —peligroso— obli- gado a renegar la historia o, peor aún, a reescribirla en base a categorías con- temporáneas, mientras que toda situa- ción histórica debe interpretarse según la hermenéutica de la época, no según la hermenéutica de hoy.
Por eso, la diplomacia multilateral está llamada a ser verdaderamente inclusi- va, no suprimiendo sino valorando las diversidades y las sensibilidades histó- ricas que distinguen a los distintos pueblos. De ese modo, esta volverá a adquirir credibilidad y eficacia para afrontar los próximos retos, que exigen a la humanidad que vuelva a reunirse como una gran familia, la cual, aunque partiendo de puntos de vista diferen- tes, debe ser capaz de encontrar solu- ciones comunes para el bien de todos. Esto exige confianza recíproca y dispo- nibilidad para dialogar, concretamente para «escucharse, confrontarse, poner- se de acuerdo y caminar juntos» [2]. Por otra parte, «el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso circunstancial» [3]. Nunca
debemos olvidar que «hay algunos va- lores permanentes» [4]. No siempre es fácil reconocerlos, pero aceptarlos «otorga solidez y estabilidad a una éti- ca social. Aun cuando los hayamos re- conocido y asumido gracias al diálogo y al consenso, vemos que esos valores básicos están más allá de todo consen- so» [5]. Deseo destacar especialmente el derecho a la vida, desde la concep- ción hasta su fin natural, y el derecho a la libertad religiosa.
En esta perspectiva, en los últimos
Todavía hay mucho que hacer, y por consiguiente el 2022 será otro año fundamental para verificar cuánto y cómo, lo que se decidió en Glasgow, pueda y deba ser reforzado posteriormente, en consideración a la COP27, prevista para el próximo mes de noviembre en Egipto
años ha crecido cada vez más la con- ciencia colectiva en lo referente a la ur- gencia de afrontar el cuidado de nues- tra casa común, que está sufriendo a causa de una continua e indiscrimina- da explotación de los recursos. A este respecto, pienso especialmente en las Filipinas, golpeadas en las semanas pasadas por un tifón devastador, como también en otras naciones del Pacífico, vulnerables por los efectos negativos del cambio climático, que ponen en riesgo la vida de los habitantes, la ma- yoría de los cuales dependen de la agri- cultura, la pesca y los recursos natura- les.
Esta constatación es precisamente la que debe impulsar a la comunidad in- ternacional en su conjunto a encontrar soluciones comunes y ponerlas en práctica. Nadie puede eximirse de di- cho esfuerzo, porque nos atañe e impli- ca a todos en la misma medida. En la reciente COP26, en Glasgow, se dieron algunos pasos que van en la correcta
dirección, aunque más bien débiles respecto a la consistencia del problema a afrontar. El camino para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París es com- plejo y parece todavía largo, mientras el tiempo a disposición es cada vez me- nos. Todavía hay mucho que hacer, y por consiguiente el 2022 será otro año fundamental para verificar cuánto y cómo, lo que se decidió en Glasgow, pueda y deba ser reforzado posterior- mente, en consideración a la COP27, prevista para el próximo mes de no- viembre en Egipto.
Excelencias, señoras y señores:
El diálogo y la fraternidad son los dos frentes esenciales para superar las crisis del momento actual. Sin embargo, «a pesar de los numerosos esfuerzos enca- minados a un diálogo constructivo en- tre las naciones, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se ampli- fica» [6], y toda la comunidad interna- cional debe interrogarse sobre la ur- gencia de encontrar soluciones a los in- terminables conflictos, que a veces adoptan la forma de verdaderas gue- rras subsidiarias (proxy wars).
Pienso en primer lugar en Siria, donde todavía no hay un horizonte claro para la recuperación del país. Aún hoy, el pueblo sirio sigue llorando a sus muer- tos y la pérdida de todo, con la espe- ranza de un futuro mejor. Se necesitan reformas políticas y constitucionales para que el país renazca, sin embargo, es también indispensable que las san- ciones aplicadas no afecten directa- mente a la vida cotidiana, ofreciendo un rayo de esperanza a la población, cada vez más atenazada por la pobre- za.
Tampoco podemos olvidar el conflicto en Yemen, una tragedia humana que lleva años desarrollándose en silencio, lejos de los reflectores mediáticos y an- te una cierta indiferencia de la comuni- dad internacional, que sigue causando numerosas víctimas civiles, especial- mente mujeres y niños.
Durante el año pasado no se produjo ningún avance en el proceso de paz en- tre Israel y Palestina. Me gustaría que estos dos pueblos reconstruyeran la confianza entre ellos y volvieran a ha-
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