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 domingo 23 de enero de 2022
L’OSSERVATORE ROMANO
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 mentes, creando el futuro”.
La Iglesia Católica siempre ha recono- cido y valorado el papel de la educa- ción en el crecimiento espiritual, moral y social de las nuevas generaciones. Por ello, me resulta aún más doloroso constatar que en diversos ámbitos edu- cativos parroquias y colegios se han producido abusos a menores, con gra- ves consecuencias psicológicas y espi- rituales para las personas que los han sufrido. Son crímenes sobre los que de- be haber una firme voluntad de escla- recimiento, examinando los casos indi- viduales para determinar las responsa- bilidades, hacer justicia a las víctimas y evitar que semejantes atrocidades se re- pitan en el futuro.
A pesar de la gravedad de estos actos, ninguna sociedad puede renunciar a su responsabilidad de educar. Por otra parte, es triste constatar cómo, a menu- do, en los presupuestos estatales se destinan pocos recursos para la educa- ción. Esta se considera principalmente como un gasto, mientras que, en cam- bio, es la mejor inversión posible.
La pandemia ha impedido que nume- rosos jóvenes accedan a los centros educativos, en detrimento de su desa- rrollo personal y social. Muchos, por medio de las modernas herramientas tecnológicas, han encontrado refugio en realidades virtuales, que crean vín- culos psicológicos y emocionales muy fuertes, con la consecuencia de alejar- los de los demás y de la realidad circun- dante y alterar radicalmente las relacio- nes sociales. Con ello no trato de negar la utilidad de la tecnología y sus pro- ductos, que nos permiten conectarnos cada vez más fácil y rápidamente, pero quiero señalar la urgente necesidad de vigilar para que estos instrumentos no sustituyan las verdaderas relaciones humanas, a nivel interpersonal, fami- liar, social e internacional. Si se apren- de a aislarse desde pequeños, será más difícil en el futuro construir puentes de fraternidad y paz. En un universo don- de sólo existe el “yo”, difícilmente pue- de haber lugar para el “nosotros”.
El segundo elemento que me gustaría recordar brevemente es el trabajo, «factor indispensable para construir y mantener la paz; es expresión de uno mismo y de los propios dones, pero
también es compromiso, esfuerzo, co- laboración con otros, porque se trabaja siempre con o por alguien.
En esta perspectiva marcadamente social, el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contri- bución por un mundo más habitable y hermoso» [11].
Hemos constatado cómo la pandemia ha puesto a prueba la economía mun- dial, con graves repercusiones para las familias y los trabajadores, que están experimentando situaciones de angus-
El trabajo es también ocasión para descubrir la propia dignidad, para ir al encuentro de los demás y crecer como ser humano; es camino privilegiado a través del cual cada uno puede participar activamente en el bien común y contribuir concretamente
a la construcción de la paz
tia psicológica, antes incluso que difi- cultades económicas. Además, ha puesto aún más de manifiesto la persis- tencia de las desigualdades en diversos ámbitos socioeconómicos. Entre ellas, el acceso al agua potable, la alimenta- ción, la educación y la atención médi- ca. El número de personas que viven en pobreza extrema está aumentando considerablemente. Además, la crisis sanitaria ha llevado a muchos trabaja- dores a cambiar el tipo de empleo y a veces los ha obligado a entrar en el es- pacio de la economía sumergida, pri- vándolos también de las medidas de protección social previstas en muchos países.
En este contexto, la conciencia del va- lor del trabajo adquiere una importan- cia adicional, puesto que no puede ha- ber desarrollo económico sin trabajo, ni se puede pensar que las tecnologías modernas puedan sustituir el valor añadido que aporta el trabajo humano. El trabajo es también ocasión para des-
cubrir la propia dignidad, para ir al en- cuentro de los demás y crecer como ser humano; es camino privilegiado a tra- vés del cual cada uno puede participar activamente en el bien común y contri- buir concretamente a la construcción de la paz. Por lo tanto, también en este terreno es necesaria una mayor coope- ración entre todos los actores a nivel lo- cal, nacional, regional y mundial, espe- cialmente en el próximo período, con los desafíos que plantea la deseada re- conversión ecológica. Los próximos años serán una oportunidad para desa- rrollar nuevos servicios y empresas, adaptar los existentes, aumentar el ac- ceso al trabajo digno y trabajar por el respeto de los derechos humanos y de niveles adecuados de remuneración y protección social.
Excelencias, señoras y señores:
El profeta Jeremías nos recuerda que Dios tiene para nosotros «planes de paz y no de desgracia, de dar[nos] un futuro y una esperanza» (29,11). Por eso, no debemos tener miedo de dar cabida a la paz en nuestras vidas, culti- vando el diálogo y la fraternidad entre nosotros. La paz es un bien “contagio- so”, que se propaga desde el corazón de quienes la desean y aspiran a vivirla, alcanzando al mundo entero. A cada uno de ustedes, a sus seres queridos y a sus pueblos les renuevo mi bendición y mi más sincero deseo de un año de se- renidad y paz.
Gracias.
[1] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 226-230.
[2] Mensaje para la 55.a Jornada Mundial de la Paz (8 diciembre 2021), 2.
[3] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 211.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Mensaje para la 55.a Jornada Mundial de la Paz, 1.
[7] Mensaje Urbi et Orbi, 25 diciembre 2021.
[8] Discurso a la Organización de las Naciones Unidas (4 octubre 1965), 10.
[9] Encuentro por la paz, Hiroshima, 24 no- viembre 2019.
[10] Cf. Mensaje para la 55.a Jornada Mun- dial de la Paz, 3.
[11] Mensaje para la 55.a Jornada Mundial de la Paz, 4.
  




































































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