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 página 8 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 15 de agosto de 2021 El jesuita Jesús Zaglul Criado sobre la figura de Ignacio de Loyola
Un santo para los jóvenes de hoy
  “San Ignacio era un soñador. Primero soñó con ser un gran caballero y luego, tras su conversión, soñó con seguir a Jesús, soñó con un grupo de compañe- ros para hacerlo y afrontar los retos de su tiempo, partiendo de la profundidad del encuentro consigo mismo y con la persona de Jesús”. Este es el principal rasgo del santo fundador que señala Je- sús Zaglul Criado, asesor del Superior General de la Compañía de Jesús y asistente para América Latina del Nor- te, en la entrevista que concedió a Ma- nuel Cubías de Vatican News. Un po- deroso ejemplo de fe, continúa el reli- gioso dominicano, una figura de gran impacto especialmente para los jóvenes de hoy. Para explicarlo, identifica cua- tro peculiaridades de su modo de vi- da.
Junto a la capacidad de soñar, otra ca- racterística predominante en la vida de Ignacio de Loyola, señaló el religioso, es la capacidad de afrontar retos en los que “puso toda su pasión y herramien- tas prácticas para llevar a cabo sus pen- samientos y realizar sus deseos: un lar- go viaje que le llevó de Loyola a Ma- nresa, Roma y Jerusalén”. San Ignacio, señaló Zaglul Criado, no siempre fue comprendido por la gente de su tiem- po.
Al principio tuvo muchas dificulta- des por lo novedoso de sus propuestas, pero nunca se desanimó y en su auto- biografía se definió como “el peregri- no”, como alguien “que siempre está en movimiento y que quiere cumplir sus sueños”, incluso arriesgando su vida co- mo en el viaje a Jerusalén cuando el barco en el que iba se hundió.
“Aquí se parece mucho a San Pa- blo”, subraya, “porque experimenta un cambio radical en su vida y es capaz de dejarlo todo”. También es capaz de comprender poco a poco las posibilida- des reales de la evangelización, deci- diendo con sus compañeros “ponerse al servicio del Papa e ir donde él quiera enviarles”.
Porque sólo juntos, con un grupo unido, “amigos en el Señor”, se puede
Pieter Paul Rubens, «San Ignacio de Loyola»
emocional, porque se dio cuenta de que D ios nos habla a través de nuestras emociones”, impulsándo- nos a grandes cosas que siempre están ligadas a una alegría que permane- ce “mientras que los enga- ños a veces se esconden a nuestros ojos bajo la apa- riencia de una alegría falsa y superficial”.
Sólo Jesús es la fuente de la verdadera alegría, y la experiencia interior nos lleva siempre a seguir a Cristo.
No se trata de imitarle, explica, y hacer lo que él hizo, sino de seguirle y descubrir que nos ha dado su espíritu, que nos im- pulsa a responder a su lla- mada en este tiempo ac- tuando para transformar este mundo. “Ignacio, en los Ejercicios, insiste en que Jesús ‘es para mí el que se encarnó, el que se hizo hombre.
cumplir con éxito la misión a la que se siente llamado, dice el padre Zaglul Criado, destacando otro pilar en la vida del santo: “Es un grupo de amigos que actúan con mucha libertad, mucho ca- riño, y aunque viven separados, hay muchos proyectos que los unen. Lo que une a los siete primeros compañeros es la experiencia del amor de Dios”, mien- tras que los Ejercicios Espirituales les permitirán tener una actitud constante de discernimiento, para ver en qué di- rección va la llamada del Señor para sus vidas, como individuos y como gru- po. Y haciendo todo esto, añade el re- ligioso, “a la manera de Jesús, mirando el amor de Dios en nosotros y descu- briendo que Dios se comunica con no- sotros, que D ios nos habla”.
Según el Padre Zaglul Criado, “Ignacio fue el descubridor de la inteligencia
Para que, conociéndolo mejor, lo ame y lo siga amando’. Creo que este es el centro, el corazón de Ig- nacio y de lo que será la Compañía de
Jesús que él fundó”.
Otro momento crucial, observa el Padre Jesús, son las contemplaciones y charlas a las que invita Ignacio en los Ejerci- cios Espirituales: “Creo que las mismas contemplaciones antes de la Encarna- ción y después del nacimiento en las que sitúa a Dios que mira a toda la hu- manidad, esa mirada de Dios que deci- de encarnarse, asumir nuestra humani- dad de forma radical, todo ello será un elemento central para él, incluso de su relación con el mundo porque, como diría Teilhard de Chardin muchos años después, ‘para quien tiene ojos para ver no hay nada en este mundo que sea profano. Todo está marcado por la pre- sencia de D ios’”.



















































































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