San Martín de Porres es uno de los santos más entrañables de América Latina, ejemplo vivo de humildad, caridad y servicio. Su vida nos recuerda que la santidad no depende del origen, el color de piel o la posición social, sino del amor con que se sirve a Dios y a los demás.
Nacido en una época marcada por la desigualdad, Fray Martín supo transformar el sufrimiento en entrega, la discriminación en ternura y el trabajo humilde en oración. Su testimonio sigue inspirando hoy a quienes buscan construir un mundo más justo, fraterno y lleno de compasión.
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¿Quién es San Martín de Porres?
Nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1569 y fue hijo de un caballero español Juan de Porres y de una esclava negra de Panamá, Ana Velázquez.
Su condición social era de mulato, por lo que no podía gozar de los mismos privilegios que los blancos, y en esto radicaría su lucha y triunfo, pues logró abrir el camino para las vocaciones religiosas de las personas de su raza.
Su infancia la pasó al lado de su madre quien veló por su educación, ya que su padre no lo reconoció como hijo suyo de manera temprana, si bien, tampoco dejó de suministrarle todo lo que necesitaba.
Lo bautizaron en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila y por el mismo párroco que bautizó a la dominica Santa Rosa de Lima, la primera santa de América.
Martín de Porres aprendió el oficio de barbero y a curar con plantas mediante el trato que tuvo con un boticario cirujano, de modo que conoció los secretos de la herbolaria indígena y africana.
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Entrada al convento
En 1594 pidió que lo aceptaran en la Orden de los Dominicos bajo la categoría de “donado”, es decir, como religioso terciario, pero como era mulato e hijo ilegítimo, le impusieron un tiempo de espera en el que realizó las labores más humildes en el convento, de allí que la iconografía religiosa lo represente con una escoba.
En 1603, finalmente lo aceptaron en la Congregación, pero sólo como Hermano Lego y aún en medio de la oposición de algunos clérigos, San Martín, con toda humildad, perseveró en su vocación haciendo el bien a los demás. Fue hasta 1606 que se convirtió en fraile con votos de pobreza, castidad y obediencia.
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El santo de los pobres y ricos
Martín destacó por los cuidados que brindaba a los enfermos: en la portería del convento del Rosario (Santo Domingo) atendía a pobres y ricos, y hasta el propio Virrey fue su paciente. Él no distinguía condiciones sociales ni procedencia étnica: atendía a todos con el mismo amor y caridad.
Con frecuencia, pedía realizar tareas duras y serviles, incluso cuando había alguien más para hacerlo, y nunca se quejó de las arduas labores del convento.
También fundó el Orfanato y Escuela de la Santa Cruz que acogía a niños y niñas de toda condición, donde se les enseñaban oficios y tareas domésticas.
En vida gozó de fama por haber realizado muchos milagros, entre los que se cuentan, según testimonios bajo juramento, la facultad de bilocación, videncia, levitación (cuando oraba) y sanación.
A su vez, solía ayunar por largos periodos a pan y agua; y hacía vigilias nocturnas rezando como si estuviera crucificado, o de rodillas.
Otro gran prodigio de este santo es que alimentaba y sanaba a los animales que se acercaban a él, y estos lo comprendían y obedecían: una vez sus hermanos colocaron trampas para roedores, y él, angustiado por esas criaturas, habló con ellos y les prometió que si salían del monasterio, los alimentaría en la puerta trasera de la cocina. A partir de entonces, no se vio un ratón en el monasterio.
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Muerte de San Martín de Porres y fama de santidad
San Martín de Porres, murió de tifo que contrajo auxiliando a los enfermos el 3 de noviembre de 1639, poco tiempo después de que fuera beatificado el primer Santo mexicano Felipe de Jesús, en 1627.
A su funeral asistieron miles de personas que lo conocieron en vida y de toda condición, esperando poderse llevar un pedacito de manto del santo como reliquia. Estos trozos se han asociado con innumerables curaciones milagrosas.
Fray Martín de Porres quiso ser misionero en tierras lejanas, pero su anhelo solo se hizo realidad hasta la década de 1960, cuando su imagen se introdujo en las iglesias de todo el mundo, e incluso, su vida la llevaron al cine, la radio y la televisión. Entonces, muchos espectadores conocieron las virtudes del santo y él se convirtió en un modelo de vida.
Aunque San Martín de Porres murió con fama de santidad en 1639 y su devoción se sostuvo durante varias décadas por negros, mulatos e indígenas, la sociedad virreinal no hizo nada por que fuera elevado a los altares. Fue hasta el siglo XIX cuando el Papa Gregorio XVI lo beatificó, desafiando una cadena de prejuicios racistas y tabús que dominaban en la sociedad.
Canonización
El 6 de mayo de 1962, el Papa Juan XXIII canonizó a San Martín de Porres, y poco después, Pío XII lo declaró Patrono de la Justicia Social. Y es que en realidad “Fray Escoba” padeció en carne propia la discriminación social que prevalecía en el siglo XVI, cuando la sociedad estaba dividida en castas, tanto en el virreinato de México como en el de Perú.
La vida de San Martín de Porres nos enseña que la verdadera grandeza está en servir con alegría y humildad. Su ejemplo nos invita a mirar a los demás con compasión, sin prejuicios ni barreras, reconociendo en cada persona el rostro de Cristo.
Que su intercesión nos ayude a construir comunidades donde reine la justicia, la paz y el amor fraterno, recordando siempre que todos somos hijos de un mismo Padre.

