¿Cuál es la diferencia entre Iglesia triunfante, Iglesia purgante e Iglesia militante?
La Iglesia triunfante, Iglesia purgante y la Iglesia militante aluden a la inmortalidad del alma y toman relevancia en noviembre.
Las celebraciones prehispánicas, con sus ofrendas en honor a sus muertos, adornadas con: flores, comida tradicional, velas, veladoras, canciones, danzas y figuras de calaveras, nos permiten advertir que ancestralmente se tenía la creencia de que hay otra vida después de la muerte, por lo que no fue difícil que luego de la Conquista asimilaran lo que se refería en la Iglesia Católica a la celebración del Día de todos los Santos y el día de rogar por los fieles difuntos.
En la Iglesia Católica existen dos celebraciones en noviembre: la del Día de todos los santos, el día primero, en la que la liturgia de la Misa se refiere no sólo a quienes han sido reconocidos formalmente por la Iglesia como santos, sino también a una multitud de almas de difuntos que durante su vida de fe, con sus actos pusieron en práctica las enseñanzas de Cristo, han alcanzado la santidad a la que todos los bautizados estamos llamados, y gozan ya de la contemplación de Dios en su gloria, para siempre.
En esta celebración litúrgica se glorifica a Dios, uno y trino, que los ha creado, los ha redimido por los méritos de Cristo, y los ha ayudado a santificarse por el Espíritu Santo, contando con su libertad.
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Sabemos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y que Él es la cabeza de ese cuerpo. De su Iglesia formamos parte todos los bautizados.
Iglesia triunfante, purgante y militante: ¿cuál es la diferencia?
Iglesia triunfante
La Iglesia triunfante que incluye a todos los santos, que han llegado a la presencia de Dios, le alaban y adoran eternamente, y gozan de una felicidad perfecta que, en la vida presente no se puede alcanzar. Ellos pueden interceder por nosotros en todas nuestras necesidades; por eso recurrimos a ellos, principalmente a la Santísima Virgen María, confiando en su intercesión.
Iglesia triunfante
La Iglesia militante la formamos quienes vivimos aún en este mundo, que estamos en el camino de nuestra salvación, realizada ya por la Encarnación, muerte y Resurrección de Cristo, pero que requiere de nuestra libre aceptación y práctica de sus enseñanzas a lo largo de esta vida.
Iglesia purgante
La Iglesia purgante, llamamos a quienes murieron en estado de gracia y por lo tanto ya han sido salvados, pero se encuentran en un periodo de purificación de sus faltas, para poder llegar al Cielo. Ellos ya no pueden obtener gracias por sí mismos, por lo que es necesario que ofrezcamos oraciones y sufragios por su purificación.
Entre todos podemos ayudarnos: Los santos con su ejemplo e intercediendo por nosotros; a las almas del Purgatorio los podemos ayudar rezando por ellos y ofreciendo a Dios Misas y penitencias y, ellos a su vez, pueden interceder por nosotros, sobre todo cuando lleguen al Cielo.
En la celebración del 2 de noviembre, la Iglesia universal ofrece la liturgia eucarística por todos los fieles difuntos, para abarcar con la caridad aún a aquellos por los que nadie ofrece sufragios y se encuentran olvidados por sus semejantes en el purgatorio. Es muy importante que cuando muere un ser querido, no demos por hecho que ya se encuentra en el Cielo porque no sentiremos la necesidad de orar y ofrecer la santa Misa por ellos. Debemos hacer esto por todos nuestros familiares, amigos y bienhechores difuntos.
Ese es un deber de justicia y de caridad por quienes nos han amado y de quienes hemos recibido bienes de toto tipo. Los primeros 8 días de noviembre podemos ganar la Indulgencia plenaria cada día por alguno de ellos, con lo que, si aún estuviera en el Purgatorio, saldría para entrar en el Cielo.
Esta Indulgencia se puede ganar: estando en estado de gracia por una reciente confesión, asistiendo presencialmente -si es posible- a la santa Misa, ofreciendo la Misa y la comunión eucarística por el fiel difunto elegido, y rezando el Credo por la Iglesia y por el santo Padre.
Esta es la mejor manera de recordar en estos días a nuestros queridos familiares y amigos, que ya han dejado este mundo, con la esperanza en la resurrección prometida por Jesucristo a quienes creen en Él. Y no sólo en estas fechas, sino frecuentemente.
Con estas prácticas piadosas celebramos la convicción, fundada en la fe, de que hemos sido creados por Dios quien, al llamarnos a la vida en la unidad de cuerpo y espíritu, nos dio un alma inmortal. De modo que el alma no está sujeta a la muerte. Es el cuerpo el que muere cuando, por la voluntad de Dios, el alma se separa de él. Su alma permanece viva, esperando el día de la resurrección en que, para bien o para mal, se reunirá con su cuerpo para nunca más morir.
Esta es la razón de pedir a Dios por nuestros queridos difuntos, en la esperanza de que hayan muerto en gracia de Dios, para que lleguen muy pronto al Cielo. Es una falta de caridad dar por salvados a quienes mueren, porque sólo Dios sabe cuál es su situación. Debemos orar por todos ellos, por justicia y caridad, esperando que a nuestra muerte haya quienes lo hagan también por nosotros.