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COLUMNA

La voz del Obispo

Sobre el Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del enfermo

El Papa vuelve a manifestar la gratitud a todos aquellos que estuvieron en el primer frente luchando en la pandemia del COVID-19,

9 febrero, 2023
Sobre el Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del enfermo
Las Ministras de los Enfermos trabajan en Ciudad de México. Foto: DLF.
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Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. 

Se ha hecho una tradición que el día de Nuestra Señora de Lourdes se realice una Jornada de oración y reflexión por nuestros hermanos y hermanas enfermos, el Santo Padre nos regala siempre algunas líneas para poder participar y motivar esta Jornada.

“Cuida de él”. La compasión como ejercicio sinodal de sanación, es el título del Mensaje para este año, me gustaría compartir algunos de los aspectos que desarrolla el Papa Francisco en el mismo. Cuando el nos propone Su Santidad en el título del documento la palabra “sinodal”, es evidente que quiere referirse a la experiencia de toda la Iglesia que se encuentra en Sínodo, y que la reflexión está puesta en el tema de la sinodalidad; es por eso que tres palabras clave en este mensaje son: cercanía, compasión y ternura; ya que esta es la forma del caminar de Dios con nosotros.

La primera aproximación del Papa es al hecho humano de la enfermedad, que pierde su nota de algo “humano” cuando se vive en el aislamiento y en el abandono, es por ello que para humanizarse requiere el cuidado y la compasión. La analogía ocupada por Francisco es la del caminar con otros, es normal que en el camino siempre se dé el que alguno se canse o se sienta mal, y la diferencia la hace el que todos velemos por los que son nuestros compañeros de camino, evitando el individualismo y la indiferencia.

Posteriormente hay un comentario al texto del profeta Ezequiel: «Yo mismo apacentaré mis ovejas y las llevaré a descansar —oráculo del Señor—. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma […]. Yo las apacentaré con justicia» (34,15-16); aquí se quiere poner en evidencia que efectivamente Nuestro Padre Dios que camina con su Pueblo, al tener algunos miembros más frágiles, centra su atención y cuidado en ellos, por lo tanto, es necesario que podamos imitar esta actitud evitando al tentación de seguir en el camino de la vida la “cultura del descarte”.

Citando su carta Encíclica “Fratelli tutti” y la actualización que en ella hace de la parábola del Buen Samaritano, muestra como el ejemplo del hombre herido y despojado que es dejado al borde del camino, sigue representando al hombre que en los momentos de más necesidad es abandonado a su suerte. Y hace una afirmación el Papa que vale la pena tenerla para nuestra reflexión: “No es fácil distinguir cuando un atentado con la vida o la dignidad humanas proviene de una causa natural o bien de las injusticias y de la violencia, pero lo cierto es que todo sufrimiento tiene lugar en “una cultura” y en medio de sus contradicciones”; y esta reflexión me parece es para podernos implicar, para sentirnos comprometidos con lo que está ocurriendo en nuestros ambientes.

Las condiciones de soledad y abandono son, como dice el Papa, la injusticia que puede ser superada inmediatamente por un movimiento de compasión como le ha sucedido al Samaritano, quien ha querido hacerse cargo, implicarse en la desgracia de aquel hombre que encontró en el camino, esto representó sin pensarlo un clima de fraternidad que
hasta antes de su acción estaba ausente.

Las siguientes palabras del Papa Francisco me parecen el corazón del mensaje: “Hermanos, hermanas, nunca estamos preparados para la enfermedad. Y, a menudo, ni siquiera para admitir el avance de la edad. Tenemos miedo a la vulnerabilidad y la cultura omnipresente del mercado nos empuja a negarla. No hay lugar para la fragilidad. Y, de este modo, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja aturdidos. Puede suceder, entonces, que los demás nos abandonen, o que nos parezca que debemos abandonarlos, para no ser una carga para ellos. Así comienza la soledad, y nos envenena el sentimiento amargo de una injusticia, por el que incluso el Cielo parece cerrarse. De hecho, nos cuesta permanecer en paz con Dios, cuando se arruina nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.

Por eso es tan importante que toda la Iglesia, también en lo que se refiere a la enfermedad, se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano, para llegar a convertirse en un auténtico “hospital de campaña”. Su misión, sobre todo en las circunstancias históricas que atravesamos, se expresa, de hecho, en el ejercicio del cuidado. Todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar. La situación de los enfermos es, por tanto, una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos”.

Y nos vuelve a recordar el Santo Padre que esta Jornada además de buscar la oración y la cercanía con los hermanos y hermanas enfermos, es una oportunidad para sensibilizarnos a todos dentro de la Iglesia, a los agentes sanitarios y a la sociedad civil a propósito de la atención de los más frágiles. En este sentido el Papa vuelve a manifestar la gratitud a todos aquellos que estuvieron en el primer frente luchando en la pandemia del COVID-19, y aclara que además de este reconocimiento hay que tener presente que una crisis evidenció todos los pendientes en el sistema mundial de salud, el cual no hay que dejar de atender.

Finalmente y como eco del mensaje se retoma la expresión tomada de la parábola “Cuida de él”, que es lo que el Samaritano dice al posadero, quien recibe un poco de recurso y tiene la promesa del mismo que si hiciera falta algo más se pagará a su regreso, es este encargo dice el Papa que también nosotros recibimos de Jesús para hacernos cargo de nuestros hermanos, y para aprender en ello a hacerlo en primera persona y lograr involucrar a los demás en este cuidado, atento, disponible, cercano y tierno de los más débiles.

Concluye el Papa llevándonos a mirar la profecía del Santuario de Lourdes donde los hermanos tienen en el primer lugar de atención a los enfermos y caminan junto a ellos, pidiendo finalmente la intercesión de María, Salud de los enfermos, por ellos y todos los que les cuidan y atienden.


Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.