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COLUMNA

La voz del Obispo

¿Qué significa ser Obispo Auxiliar y cuál es su finalidad?

Los Obispos del mundo formamos un Colegio Episcopal, cuya cabeza y autoridad suprema es el Papa como Sucesor de san Pedro.

24 enero, 2021
¿Qué significa ser Obispo Auxiliar y cuál es su finalidad?
El Arzobispo Carlos Aguiar junto a los Obispos Auxiliares, el canciller y el vicario espiscopal de la VI Zona Pastoral. Foto:DLF.

Participa cada lunes a las 21:00 horas (tiempo del centro de México) en La Voz del Obispo en Facebook Live.  Este lunes 25 de enero podrás conversar con el autor de este texto, el Arzobispo Primado de México Carlos Aguiar Retes. 

Fundamentalmente, el Obispo Auxiliar es un fiel cooperador del Obispo diocesano en el cargo pastoral.

Cuando el bien de la grey del Señor, sea por su tamaño o por circunstancias diversas, como el gran número de habitantes, o por las distancias en Diócesis, que territorialmente son muy extensas o con muchas deficiencias de la comunicación terrestre, o por encomiendas extradiocesanas del Obispo Diocesano, o por salud del mismo, el Obispo Diocesano puede solicitar al Papa le conceda contar con uno o más Obispos Auxiliares según sea el caso.

Por tanto, todo Obispo Auxiliar es para ayudar al propio Obispo diocesano. Ahora bien, el Obispo auxiliar, por lo mismo, es llamado a participar en la solicitud del Obispo diocesano, para colaborar con él, en las responsabilidades que le designe, y para compartir su visión de Pastor de la grey, planteando con plena libertad y en conciencia las situaciones y necesidades que perciba en su acción pastoral.

Para ello, debe desarrollar su labor de forma que esté en todo de acuerdo con él; manifestándole, además, con sencillez y respeto la aceptación de su autoridad.

Para el ejercicio de su ministerio episcopal debe ser provisto de facultades convenientes según las responsabilidades asignadas para que su labor resulte totalmente eficaz, salvaguardando siempre la unidad del régimen diocesano y la autoridad del Obispo propio.

Así pues, como lo dice su nombre, el Obispo Auxiliar, ayuda y colabora, con la dignidad propia de un Sucesor de los Apóstoles, en la misión de conducir y cuidar el bien del Pueblo de Dios, que peregrina en una Diócesis.

En cuanto a la competencia jurídica, el Obispo Diocesano debe nombrar al Obispo Auxiliar como Vicario General o, a lo menos, Vicario Episcopal, dependiente tan sólo de su autoridad, a la que hará bien en consultar para la solución de los asuntos de mayor trascendencia, sobre todo de índole pastoral.

El Derecho Canónico prevé que el poder y las facultades que tienen por derecho los Obispos auxiliares no expiran con la cesación en el cargo del Obispo diocesano. Incluso señala que al quedar vacante la sede se confiera al Obispo auxiliar, o si son varios, a uno de ellos, el cargo de regir la diócesis.

Los Obispos del mundo entero formamos un Colegio Episcopal, cuya cabeza y autoridad suprema es el Papa como Sucesor de San Pedro.

La unión colegial entre los Obispos está basada, a la vez, en la Ordenación episcopal y en la comunión jerárquica; atañe por tanto a la profundidad del ser de cada Obispo y pertenece a la estructura de la Iglesia como Cristo la ha querido. En efecto, la plenitud del ministerio episcopal se alcanza por la Ordenación episcopal y la comunión jerárquica con la Cabeza del Colegio y con sus miembros, es decir, con el Colegio que está siempre en sintonía con su Cabeza.

Así se forma parte del Colegio episcopal, por lo cual las tres funciones recibidas en la Ordenación episcopal –santificar, enseñar y gobernar– deben ejercerse en la comunión jerárquica, aunque, por su diferente finalidad inmediata, de manera distinta y expresada en las Conferencias Episcopales y en las Provincias Eclesiásticas.

En la Arquidiócesis de México, el Papa Francisco me ha concedido contar con 5 Obispos Auxiliares, que integramos el Consejo de Gobierno, y ellos son miembros de todas las Instancias de consulta y decisión para la conducción pastoral de la Arquidiócesis.

Lamentablemente uno de ellos Mons. Francisco Daniel Rivera, el lunes pasado, 18 de enero, fue recogido por Dios para llevarlo ya a su casa y gozar de la vida eterna. Nos ha dejado un vacío que debemos asumir a la luz de la Fe, y continuar nuestra labor de orientar, guiar, y acompañar al Pueblo de Dios, que peregrina en nuestra gran Ciudad de México.

Los que habitualmente participan en esta hora de la Voz del Obispo, lo conocieron y lo escucharon, era sin duda: ¡un hombre de Dios y un muy buen Pastor! Descanse en la Paz del Señor.

 

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