Los desafíos para educar en la paz
Ante la violencia y delincuencia, surge, como desafío a satisfacer, un deseo incontenible de paz en el corazón de cada ser humano. Debemos de educar en la paz
Ante la violencia y delincuencia, ante el crimen organizado y el clima de corrupción generalizado surge, como desafío a satisfacer, un deseo incontenible de paz en el corazón de cada ser humano, en el seno de las familias, en el ambiente de las comunidades.
¿Cuáles son los medios para fomentar una atmósfera generalizada de paz? ¿Cuáles son los obstáculos que impiden recibir el don de la paz? ¿Cuáles son los desafíos para educar en la paz? En primer lugar hemos de contemplar, es decir, tener la capacidad básica de ver y reconocer la realidad que nos interpela, porque, en efecto, no vemos sino narcotráfico, secuestros, trata de personas, lavado de dinero, extorción y ejecuciones que hacen sobresalir el dolor y el sufrimiento de las víctimas de actos atroces de violencia y delincuencia, es necesario elaborar un modelo de situación que nos exponga la realidad con datos reales, a fin de detectar las raíces del mal, las causas del problema fundamental.
Es por ello, que, en segundo lugar es necesario descubrir cómo debemos ir al fondo de la cuestión educando la conciencia individual, pues es ahí donde se encuentra el ámbito para la toma de decisiones más relevantes y trascendentes para una sociedad; es en la conciencia donde se educa la responsabilidad moral que sabe discernir el bien del mal, la verdad de la mentira y lo bello de lo grotesco.
Un gran obstáculo a superar para la educación de la conciencia es la marcada dicotomía entre la moral individual y la moral comunitaria, divorcio que llevan a relegar al nivel intimista, individual y privado los valores de una institución, sea religiosa o sea pública, sin dejar que influyan permeando las estructuras sociales, para ello la moral social del Evangelio tiene un gran aporte formativo con los principios básicos de justicia, subsidiariedad, bien común y solidaridad siempre en el marco que valora la dignidad de la persona humana como centro de las atenciones de una sociedad, este juicio de discernimiento nos puede indicar cierto modelo diagnóstico, para saber cómo erradicar el mal con la fuerza poderosa del bien.
Y desde los distintos ámbitos desde donde las personas viven su dimensión relacional podemos ver los grados de afectación por parte de las causas. Es el sistema económico que favorece la pobreza, la desigualdad y el desempleo; y es la mala orientación de la vida política la que ha favorecido la corrupción y la impunidad, y son ambas las que han hecho de la paz un gran desafío por alcanzar; ¿Qué debemos hacer? ¿Qué modelo ideal se precisa como solución al problema? ¿Ha habido momentos que consideremos como ideales en otros tiempos y que ahora añoramos? ¿Cuáles son las mayores cualidades de los individuos y de la cultura social de nuestras familias y comunidades para revivir desde el núcleo el deseo, el fomento y la edificación de una sociedad que hacen a una comunidad merecedora del don de la paz?
Se requiere finalmente un modelo operativo capaz de verificar un iter eficaz y bien pensado al problema fundamental de la violencia, corrupción y crimen organizado. La educación de la conciencia tomando en cuenta el aporte de los valores universales de cada religión; experiencias de dialogo para afrontar conflictos; la enseñanza del buen uso de los medios de comunicación; el fomento de una moralidad de la razón (ética); el rechazo de cualquier tipo de violencia en la socialización; promover el perdón, la reconciliación y relaciones interpersonales y comunitarias más saludables y, si es posible, festivas; denunciar el mal con valentía e intercambiar estructuras que favorecer la cultura de la muerte para convertirlas en estructuras que fomenten la laboriosidad, el desarrollo social y la paz.
Los obispos de México proponen en el Documento “Para que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” las tareas de la prevención, el acompañamiento y la animación de la sociedad responsable, además proponen líneas de acción muy concretas como difundir pensamientos de paz, fomentar sentimientos de paz, impulsar gestos de paz, promover un lenguaje de paz, los medios de comunicación al servicio de la paz, educar para la legalidad y aprender de la historia, todo ello a través del testimonio, la fuerza moral, la razón y la palabra, promovidos desde cada ser humano, desde sus relaciones interpersonales y a través de las relaciones interinstitucionales (nn.198-208).
Gran parte del desafío para lograr una verdadera educación para la paz está en afrontar, con valentía y entusiasmo, el problema de la educación de la conciencia de cada alumno, de cada hijo, cada discípulo de catequesis en una institución religiosa, de cada ser humano que camina a nuestro lado como potencial interlocutor en el fomento de una sociedad que pueda ser capaz de recibir el don de la paz.
MÁS ARTÍCULOS DEL AUTOR:
Cuaresma, tiempo para estrenar un nuevo corazón