Cristo camina siempre conmigo y con la Iglesia
En estos 50 años de vida ministerial he aceptando las encomiendas, que mi autoridad eclesial me ha solicitado, y presentando en oración habitual a Dios la necesidad de su asistencia.
50 años de la ordenación como sacerdote del Cardenal Carlos Aguiar Retes
Debe cuidar con especial dedicación la coordinación de todos los agentes, ya que la comunión eclesial es fundamental para alcanzar el testimonio atrayente y convincente de la fe, esperanza y caridad.
Los invito a descubrir y darle gracias a Dios por todo el progreso y desarrollo que ha realizado la Iglesia, particularmente del Concilio Vaticano II en adelante, conducidos por los Papas, y por los Obispos, con el auxilio indispensable de los Presbíteros y Diáconos.
Esta paternal autoridad que conlleva el ministerio sacerdotal, conduciendo en comunión sea una determinada parroquia territorial, una institución eclesial, o una responsabilidad específica, hace muy fecunda la misión de la Iglesia.
Para un desarrollo creciente de dicha experiencia es indispensable creer y confiar en la asistencia del Espíritu Santo, solicitada en favor de la Iglesia por Jesús a Dios, Nuestro Padre.
En el ejercicio del ministerio sacerdotal, se presentan desafíos que nos parece imposible o muy riesgoso resolver favorablemente, pero invocando la ayuda divina a Jesús mediante la asistencia del Espíritu Santo nos orienta y acompaña para resolverla.
Para ello, es obvio debemos aprender a orar, e invocar a Dios sin condicionar su respuesta, ya que con frecuencia ésta respuesta es diferente, a lo que en algún momento previo, uno podría haber considerado.
Ejerciendo el ministerio sacerdotal, siguiendo el primer ejemplo de la Iglesia naciente, los Presbíteros que hemos aceptado vivir el Celibato Sacerdotal, percibimos a través del afecto y el aprecio de nuestro feligreses, y en la experiencia fraterna y solidaria de nuestro Presbiterio, una satisfacción pastoral, de manera creciente, tanto en la fecundidad de frutos esperados, y aún en la escasez de ellos, lo cual colma nuestra afectividad y capacidad de amar, mirando el bien de los demás por encima del nuestro.
Así ha sido mi experiencia en estos 50 años de vida ministerial, ejerciendo el sacerdocio, aceptando las encomiendas, que mi autoridad eclesial respectiva me ha solicitado, y presentando en oración habitual a Dios la necesidad de su asistencia.
De esta manera he vivido desde el inicio de mi ministerio sorpresas de distinta índole, que me han llevado por experiencias insospechadas, y muy exigentes, pero a la vez muy consoladoras, que me han llenado de confianza y de esperanza, me han ido enriqueciendo en mi vida espiritual a tal punto, que he llegado a la convicción que Cristo camina siempre conmigo y con la Iglesia, expresada en las distintas comunidades eclesiales, que me ha correspondido la responsabilidad de conducir en su nombre: En mis queridas Diócesis de Tepic como Presbítero, y como Obispo en Texcoco, Tlalnepantla, y ahora en esta Arquidiócesis de México. Y a través de estos 50 años, a la par, en varios servicios a la Iglesia Universal.