Sigue la Voz del Obispo en Facebook Live cada lunes a las 21:00 horas. Este lunes, el Obispo Auxiliar Mons. Héctor Pérez reflexionó sobre la Misa por internet
Las experiencias de crisis pueden ayudarnos a crecer o a morir, todo depende cómo las asumamos o las interpretemos. Cuando son asumidas con valentía, creatividad, perspectiva de fe y confianza en Dios, siempre serán una ocasión para crecer; pero cuando las enfrentamos con pesimismo, nostalgia y reclamos a Dios, lo más seguro es que terminemos perdiéndolo todo.
Los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) son un claro ejemplo de cómo una crisis se puede transformar en gozo ¡y gozo misionero! Estos discípulos caminaban derrotados, con el corazón desilusionado, las dudas rondaban su mente, y su futuro se presentaba incierto. Su Maestro, a quien ellos consideraban el Mesías, había muerto, ¿qué futuro podía tener la esperanza que Él había suscitado en sus corazones?
En medio de esta crisis, Jesús se hace presente en el camino de estos discípulos y comienza a recordarles la Sagrada Escritura, no para cambiar la historia, sino para explicarla desde la perspectiva de Dios. Es decir, Jesús no trata de convencerlos de que Él no hubiera muerto, más bien, les hace ver que la Cruz que les causaba esta crisis no era una derrota, sino una victoria.
¡Qué importante es escuchar a Dios en momentos de crisis! Su Palabra no niega la realidad, pero sí la transforma convirtiendo la tragedia en motivo de salvación. Por eso, el gozo en el corazón de los discípulos de Emaús es suscitado por la escucha atenta de la Palabra, esta escucha que permite reconocer el paso de Dios en medio de nuestras crisis:
“¿No ardía nuestro corazón en nuestro interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las Escrituras?”
Después de explicarles las Escrituras, Jesús los conduce a un encuentro más profundo con Él, la memoria de la Cena Pascual. En medio de un hogar, en la intimidad de una cena, Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte y lo reparte. Es con este gesto que los discípulos son iluminados para reconocer Su Presencia; por ello la Eucaristía es memoria de que el crucificado ha resucitado, es presencia real del Maestro que acompaña a sus discípulos para convertir sus crisis en motivos de gozo, ¡y de gozo misionero! Pues al experimentar la presencia del Resucitado los discípulos salieron a anunciarlo:
“Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos que decían: “¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!”.
A la luz de este pasaje Eucarístico quisiera invitarlos a reflexionar, ¿qué ha significado la Misa por internet en estos momentos de contingencia sanitaria? ¿Nos ha servido para crecer en la fe y anunciar a Cristo, o sólo nos ha servido para saber que hemos cumplido con nuestra obligación de “escuchar” Misa? ¿Realmente nos ha servido esta crisis sanitaria como Iglesia para experimentar la presencia de Dios y compartir con gozo nuestra fe? Considero que la Iglesia, como pueblo amado de Dios, ha asumido con responsabilidad, creatividad y confianza en Dios esta crisis sanitaria, y por ello, estoy seguro que saldremos más fortalecidos de esta situación que hoy estamos enfrentando. Sin embargo, al ir avanzando en las soluciones de esta contingencia, es conveniente que hagamos un repaso de nuestra experiencia y evaluemos, ¿cuáles son esas experiencias que nos han enriquecido y cuáles las que nos han alejado de nuestro camino?, ¿qué experiencias positivas permanecerán de esta experiencia digital-espiritual vivida?
Con el favor de Dios iremos recuperando poco a poco nuestra experiencia presencial en las celebraciones y los grupos parroquiales, ¿podremos regresar sin cambiar en nada, como si todo lo vivido fuera un paréntesis en nuestra vida? Esta situación sanitaria ha despertado la creatividad y la capacidad de adaptación de muchos fieles y pastores en la Iglesia. Además, ha suscitado un celo apostólico y un sinnúmero de gestos solidarios que han hecho palpable la presencia misericordiosa de Dios.
Fruto de este celo apostólico podemos contar las miles de Misas que se han transmitido por internet, los círculos de oración que se han organizado, los cursos de Biblia y de teología en línea que se han multiplicado, las horas de adoración y alabanza, las cadenas de ayuda para llevar alimentos a quienes menos tienen, el apoyo espiritual al personal médico y los enfermos por medio de cadenas de oración, los call center que se establecieron para escuchar a quien necesitaba ayuda, los cientos de guías de oración en familia que se han producido para celebrar en el hogar las diferentes fiestas litúrgicas, además de un sinnúmero de materiales catequéticos para acompañar a los niños, jóvenes y adultos en estos momentos de confinamiento.
Además de los esfuerzos que muchos miembros de la Iglesia han realizado por acercar la presencia de Dios a los más necesitados, esta crisis sanitaria ha provocado grandes cambios en los ambientes más íntimos para nuestras familias: los hogares. Ahí, en la intimidad de la casa también se han suscitado experiencias muy positivas de fe, de solidaridad, de paciencia y caridad. ¿Quién puede negar que la espiritualidad en los hogares se ha fortalecido en este tiempo de confinamiento?
Se puede constatar los muchos efectos positivos que esta crisis ha provocado en miles de hogares a través de las Misas y de muchas otras experiencias de oración. La gran mayoría mencionaron que esta crisis ha recuperado el espacio espiritual que se había perdido u olvidado en sus hogares. Gracias a las Misas transmitidas de manera digital en muchos horarios, las familias pudieron vivir juntos las celebraciones y volvieron a orar como familia. Quienes han perdido algún ser querido se han sentido confortados por las Misas ofrecidos por ellos; y muchos se han enriquecido de las meditaciones de cientos de sacerdotes que, con generosidad, prepararon y compartieron su fe a través de internet.
También, los jóvenes se organizaron para sostener veladas de oración por las diferentes plataformas de internet durante la Semana Santa, y en las fiestas más importantes que hemos tenido en estos tres meses realizaron conciertos en línea para expresar su fe. Los niños recibieron catequesis en línea, tuvieron tiempo para ver películas con mensajes de fe, e incluso, recibieron ideas para vivir de una manera más ecológica en sus casas.
Sin querer pecar de optimista, considero que hay elementos muy positivos que han brotado de la respuesta de la Iglesia a esta crisis sanitaria. La experiencia digital ha promovido la cercanía de los pastores con sus comunidades. Todo esto ha servido para que Cristo nos acompañe y nos ayude a comprender el sentido salvífico de estos momentos difíciles que estamos viviendo. Su presencia a través de la Palabra, la Eucaristía y la caridad han sido palpables y nos han llenado de esperanza.
Sin embargo, no podemos negar que esta experiencia digital no lo puede sustituir todo; el confinamiento preventivo y necesario nos ha impedido vivir experiencias que antes nos nutrían. Todos los que estábamos acostumbrados a celebrar en comunidad nuestras Misas y comulgar no sólo el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, sino también a Cristo en la comunidad, hemos extrañado esta experiencia. La Comunión sacramental, el compartir la fe con quienes queremos en los grupos apostólicos, el momento anterior o posterior a la Misa en el que saludábamos a nuestros conocidos, la confesión frente con un sacerdote, definitivamente se han extrañado.
Por ello estamos a punto de recomenzar nuestro camino como comunidad de manera presencial, pues definitivamente los signos sacramentales son parte de nuestro alimento y necesarios para reconocer el paso de Dios en nuestras vidas. Pero no podemos regresar igual que como lo hacíamos hace tres o cuatro meses. ¡Algo habrá cambiado en nuestra experiencia de fe!
Regresaremos poco a poco a la participación en las Misas, con los cuidados necesarios; pero no debemos dejar en el olvido la presencia de Cristo en nuestros hogares que tanto bien nos hizo en estos meses; los pastores volveremos a sentir el gozo de poder celebrar frente a nuestro pueblo, y no ya frente a una cámara, pero no deberemos olvidar el bien que hace que transmitamos la celebración por internet para que quienes se encuentran lejos puedan sentirse cercanos a nosotros.
Las Misas, las charlas sobre la fe, las Horas Santas y los Rosarios por internet podrán continuar transmitiéndose, ¡pero no para promover la pereza de quien no quiere acercarse al templo!, sino como un signo de caridad para quienes, por motivos graves, no se pueden acercar. Dios camina a nuestro lado, y en este caso nos ha enseñado que de toda crisis podemos sacar una experiencia de salvación si estamos dispuestos a escuchar su Palabra y celebrar su Presencia. ¡Vayamos, con un corazón encendido por el amor de Dios, a anunciar que Cristo vive y camina entre nosotros!
*Mons. Héctor Pérez es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.
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